Russell «Buffy» Buffery, un actor retirado que ya ha cumplido los setenta y vive en Londres, hereda un hostal en Knockton, Gales. A pesar del encanto de la casa y del lugar es difícil cuadrar las cuentas, por lo que Buffy decide impartir cursos para personas que acaban de salir de una relación y se sienten desorientados en los temas prácticos: mantenimiento del coche, cocina, lenguaje amoroso… Después de numerosos romances, tres matrimonios fallidos y cinco hijos, Buffy se siente más que preparado para llevar adelante el negocio, y empiezan a llegar los primeros huéspedes.
Buffy ha alcanzo el ocaso de su vida, ha dejado atrás el ajetreo de los escenarios, los viajes y la popularidad efímera. Representa a esos actores que nunca llegan a alcanzar la fama que le permite retirarse para vivir de sus rentas. Sufre de nostalgia y soledad ya que todos los miembros de su extensa familia han seguido su propio camino. Le agobia vivir en el anonimato de una urbe como Londres, de modo que cuando recibe en herencia por parte de una antigua amante, un hotel en Gales, opta por trasladarse a ese lugar remoto llamado Knockton, que no es más que una pequeña población rodeada de campiña. Después de instalarse con la ayuda de sus hijos e hijastros y conocer el entorno, decide que es necesario dar utilidad al hotel, pero las muchas deficiencias del edificio no le permiten ser muy exigente. Lo que en un principio iba a ser un sencillo bed and breakfast se convierte en una casa de huéspedes donde se imparten cursos para facilitar la vida a los que están solos, sin pareja. Buffy es un experto en relaciones fallidas, rupturas y divorcios y piensa que su propia experiencia puede ayudar a los demás. De repente aparece una serie de clientes, cada cual con su propia historia y enseguida se crea una comunidad en torno a Buffy de lo más variopinta.
Lo que el lector discierne a través de todos los personajes es el sentimiento de soledad, la falta de amor en la madurez en muchos casos y de cómo encuentran entre los clientes, los vecinos del pequeño pueblo y los familiares de Buffy lo que sin saber andan buscando. Los personajes son muy diferentes unos de otros, todos arrastran un pasado, desilusiones y anhelos. Al ser tantos, y ahí puede que resida el punto más débil de la novela, no se profundiza mucho. Algunos dejan huella, otros pasan un poco desapercibido y se pierden. Con todo, la autora logra perfilar con acierto su carácter y el lector llega a simpatizar con muchos de ellos.
A lo largo de los dieciocho capítulos el lector descubre desde el punto de vista de los huéspedes y Buffy la compleja red de relaciones e interacciones, el antes y el después tras hospedarse en el hotel. Y desde luego el personaje que más destaca, porque todo gira a su alrededor, es Buffy. Es cercano, generoso, algo vago y un buen vividor que piensa disfrutar de lo que le queda de vida gozando de la tranquilidad de la campiña galesa, pero él tampoco será inmune al efecto que parece ejercer el hotel en sus huéspedes.
En la prosa de Deborah Moggah se reconoce el característico sentido de humor británico; llega a provocar sonrisas pero algunas veces hay que hilar muy fino para captarlo, aun así he disfrutado de su lectura. Y desde luego, las autoras británicas son las reinas de las comedias corales, El hotel de los corazones rotos es una muestra perfecta, refleja optimismo y nos cuenta historias de amores maduros y amistades sorprendentes, donde las segundas oportunidades llegan cuando menos nos las esperamos. Perfecta para desconectar y disfrutar de unas horas de lectura relajada.
Un detalle: lo que me ha impresionado es el precio del ebook: 12, 99 euros. Un auténtico abuso. A esto le pongo otra cara: