Él hubiera tenido un blog

Por Vega Rot @devueltaalagua

Hace unos días Mikel Gurpegui publicaba en su “Calle de la memoria”  del Diario Vasco el extracto de un artículo de Don Mariano Ciriquiain Gaiztarro del año 1.955 titulado “Igueldo, una ilustración de cuento de hadas”. Me encantó. Y me dio que pensar.

 Y pensando pensando me acordé de una vieja máquina de escribir negra que guardaba mi padre y que siendo una niña me dejaban alguna vez para que aprendiera a usarla. Recuerdo el daño que te hacías como no atinaras bien a la letra que querías pulsar, porque se te metía la mano entre las teclas y no había forma de sacarla. Y la recuerdo con cariño porque era del abuelo Mariano, que era escritor. Y aunque no llegué a conocerle, siempre ha sido una figura muy presente en mi casa y en mi vida.

Murió hace 50 años, y aun sin ser famoso, a día de hoy sus escritos vuelven a ver la luz de vez en cuando, como en este caso. Y pensé al leer el artículo: Si hubiera vivido en esta época, ¡el abuelo hubiera tenido un blog!. Éste es su artículo:

Algunas tardes de invierno, cuando el día ha sido limpio, Igueldo se envuelve a la hora del crepúsculo en sutiles velos de neblina. (…) Perdidos los detalles en la neblina, y destacadas en la penumbra las líneas del contorno, parece que a los ojos que contemplan la estampa, desde la Concha, una ilustración de cuento de hadas.

A lo largo de todo el verano, en una serie ininterrumpida de años y años, han subido a Igueldo cientos, miles, acaso millones de niños, han montado en las jacas enanas, como si fueran hijos de lores ingleses, subido a la “montaña rusa”, entre gritos y risas nerviosas, navegando por el “río misterioso” lo mismo que si fuera el Amazonas, y penetrado en las grutas con estalactitas de cemento donde les esperaban, para asustarles, quiméricos dragones hechos de cartón piedra». (…)

Los chicos de desatada imaginación se dejaron allí sus sueños y fantasías. Y allí están ahora sus quimeras, como semilla invisible que cubriera todo el suelo del monte. De día no se la ve ( … ). Pero en los atardeceres de neblinas, cuando el casino y la torre de Igueldo adquieren, entrevelados, silueta y aire de estampa con leyenda, la semilla esparcida ( … ) fructifica como si un hada la hubiera tocado con su varita. Entonces, los príncipes de las jacas enanas, los indios apaches de los meandros del río, los dragones de las grutas de estalactitas de cemento, que se dejaron los niños en aquella tarde luminosa en que estuvieron en Igueldo, cobran vida y salen bajo las briznas de hierba y las hojas de los arbustos, para encaminarse en alegre y bulliciosa cabalgata, a la torre convertida por la niebla en ilustración de cuento infantil, para liberar a la princesa encantada, presa en las mazmorras del castillo».

El ya no podrá escribir su blog, pero yo si, así que vaya desde aquí mi homenaje a mi abuelo escritor, al que por desgracia no conocí.