El hueco de las estrellas(2019), la primera novela de Joe Wilkins, sigue la tradición narrativa de la América rural, en la estela de escritores como Annie Proulx, Jim Harrison, Edward Abbey o Ron Rash. El autor se crió al norte de las Bull Mountains, Montana, una tierra embrutecida donde perviven las costumbres de antaño y la relación del ser humano con la naturaleza dista mucho de ser bucólica. Esta aridez se plasma en su obra, que se desarrolla en un pueblo de la zona durante el gobierno de Barack Obama. En el centro, Wendell Newman, un veinteañero que ha aprendido rápido lo que es la vida: sin familia, se ve obligado a encargarse del hijo de su prima, encarcelada por tráfico de drogas. Viven en una caravana y Wendell se las arregla como puede para compaginar los cuidados con su empleo como peón agrícola para uno de los propietarios de la localidad. Para complicarlo todo, el niño, Rowdy Burns, no habla desde que llegó, y no lo tendrá fácil para adaptarse a su nuevo colegio. En paralelo, Gillian Houlton, una profesora de mediana edad que imparte clases en un centro público, se desgañita para ayudar a los alumnos de entornos problemáticos o con dificultades de aprendizaje. Y, entre los hilos de ambos personajes, se intercalan fragmentos del diario de un tal Verl, un forajido que se esconde en las montañas: textos breves, con faltas de ortografía, complicados de entender.Poco a poco, las tramas de Wendell, Gillian y Verl convergen, las piezas encajan. No solo en lo relativo al presente, con el anclaje del niño como preocupación principal, sino, y sobre todo, al pasado. Con un gran dominio de los tiempos narrativos, el autor engarza el background de los personajes con su situación actual, fundamental para comprender su evolución o, en algún caso, su declive. Por un lado, Wendell, un chico que no hace mucho estaba en el instituto, que pudo haber estudiado; pero no tuvo suerte: la muerte de su madre, la necesidad de ponerse a trabajar, y, cuando por fin parecía que empezaba a encarrilarse, le toca ocuparse del chiquillo. No se droga, no bebe, no se pelea; es un chaval responsable y educado. Sin embargo, la buena voluntad y la diligencia no le abren puertas, no le garantizan una mejor calidad de vida; no en Montana. Su jefe, que al contrario de los tópicos dista mucho de ser un tirano sin escrúpulos, trata de echarle un cable; una muestra del espíritu de comunidad que pervive en los pueblos pequeños a pesar de todo. En cuanto a Gillian, no todo se reduce a la profesional resolutiva que trabaja en el instituto: enviudó joven, un trauma que la acompaña siempre, y tiene una hija adolescente que estudia en un centro privado. Sí: a pesar de su defensa de la justicia social, Gillian sabe que la escuela pública no le dará tantas oportunidades a su hija; vive atrapada en esa contradicción entre el pensamiento progresista y la cruda realidad.Al leer El hueco de las estrellas, se puede tener la impresión de estar ante un western de antaño, una de esas miradas a la América profunda de hace medio siglo. El hecho de situarse en la actualidad, no obstante, da una idea de los retos pendientes de los estados rurales: desarraigados, humildes, con un fuerte anclaje al pasado, no por falta de buena voluntad –ahí están los profesores comprometidos como Gillian y los muchachos diligentes como Wendell–, sino porque el determinismo social vence cualquier iniciativa de bienestar. Joe Wilkins analiza la dificultad del desclasamiento en la figura de Wendell, marcado desde su nacimiento por las decisiones de sus antepasados, que lleva el peso de su familia, que hace todo lo que puede (trabajo, casa, niño) y aun así no sale vencedor de su periplo personal. Encarna lo contrario a ese supuesto progresismo tan venerado en Estados Unidos. El mensaje de luchar duro para salir adelante no da resultados en un contexto en el que la dinámica de escasez (y de sus tensiones asociadas: violencia, adicciones, trastornos mentales, extremismo ideológico) está enraizada y se perpetúa de una generación a otra. Joe Wilkins escribe sobre la cara menos «moderna» de Estados Unidos; escribe sobre la población más oprimida, que en su hartazgo se vuelve vulnerable a los mensajes populistas radicales que han ganado terreno en la última década. No se les puede pedir que no incuben odio cuando todo a su alrededor es miseria, cuando viven en la convicción de que siempre pierden los mismos. Ellos.
Joe Wilkins
Joe Wilkins denuncia los problemas a los que se enfrenta la sociedad occidental contemporánea en forma de novela entretenida, de ritmo ágil, con múltiples puntos de vista que encajan a la perfección. Sin sermones; tan solo el arte de contar historias, y con personajes muy bien construidos: todos se enfrentan a algún tipo de contradicción interna, entre el querer y el poder, entre el esfuerzo individual y la presión colectiva. El joven que no puede llevar la existencia de un joven, la mujer que no puede implicarse tanto como le gustaría, los ecos del pasado que vuelven a escucharse, los peligros del fanatismo. Esta construcción en torno a varios personajes no solo no entorpece la narración, sino que pone de relieve diferentes maneras de estar en el mundo, contrapone sus experiencias de tal modo que el lector empatiza con ellos, comprende la posición de cada uno (y ninguna es sencilla). Por encima de las historias personales, el libro tiene esas connotaciones «míticas» clásicas, por la fatalidad que persigue a sus protagonistas como en los mitos griegos; tiene esa «trascendencia» más allá de lo particular. El autor, que previamente había escrito libros de memorias, cuentos y poesía, se revela en El hueco de las estrellas como un narrador extraordinario y perspicaz, hábil en la caracterización psicológica, en la detección de los puntos de conflicto, en la claridad del estilo. Todo fluye en esta novela dura, vigorosa, que retrata la brutalidad del campo sin paliativos. Ojalá sea el comienzo de una gran carrera.