El huérfano, de Adam Johnson

Publicado el 29 agosto 2015 por Lya
No incluí este libro en la entrada del otro día por dos razones: aun no lo había terminado y porque, por su entidad, se merece protagonismo en solitario.
Corea del Norte. Ese país trágico y espeluznante, que contiene la mayor cantidad de horror por metro cuadrado de la Tierra, y mira que hay otros sitios que hacen méritos de sobra. Un país que no es tal, sino más bien la fantasía megalomaníaca de unos cuantos tipos desquiciados y reprimidos.
Hay quien, eso sí, se cree las vendidas de motos que la propaganda se empeña en emitir y que habla de Corea como un paraíso idílico del buen rollito y la fraternidad. De hecho, últimamente el gobierno permite la entrada a viajeros, a los que 'acompañan' durante todo su recorrido por allá mostrándoles, oh casualidad, a niños con sus impecables uniformes, viejecillos bailando y jóvenes en bicicleta.
Los viajeros, quiero creer que flipando por hallarse en uno de los lugares más cerrados del planeta, fotografían todo con deleite y lo comparten en sus instagram, por ejemplo. Dan asi motivos a aquellos que defienden que Corea del Norte tampoco está tan mal. Los campos de concentración documentados por Naciones Unidas, más la hambruna en la que vive gran parte de la población, son, parece ser, intentos del opresor capitalista por desprestigiar al Mejor País del Mundo que así, tan modestos y con un par de narices, se autodenominan.
Y entre estos intercambios de información, sesgada o no, aparece este libro. Pulitzer del 2013 y construido a base de entrevistas y testimonios de aquellos que han conseguido huir.
El Huérfano recoge hechos como los secuestros de japoneses para convertirlos en profesores de idiomas del ejército coreano, la vida en los campos de concentración, el día a día en muchas familias, las pobres más pobres que comen corteza de árbol y sopa de cáscara de melón y las, más o menos, ricas, que tienen acceso al arroz, a construir trampas para pájaros o comer perro. 
El lector hace este camino de la mano de un protagonista que no tiene nombre. O sí, pero ninguno suyo. Pero no lo necesita, porque su fuerza narrativa es descomunal y se convierte en el centro de una novela que va desde la picaresca a la distopía, de la historia de espías a !a historia de amor. Un libro que es un experimento en si mismo, que combina narradores y fórmulas de acercamiento al lector, que juega, que es una gran burla y que provoca sonrisas y horror. De hecho, esa es la sensación predominante, el estar leyendo algo tan tan TAN brutal que no puedes apartar la vista y tienes que seguir y seguir. Lograr eso, pero, al mismo tiempo, dotar a la historia de ternura, de calidez, de colores, de amor, pese a todo, por un territorio y unas costumbres, es un soberbio ejercicio narrativo ante el que me postro, humilde y admirada.
En resumen, es un novelón de 600 y pico páginas que bien merece una oportunidad. Sobre todo porque, en gran medida, es un bofetón de realidad. De qué me quejo yo. De qué nos quejamos. Cómo el ser humano es capaz de cosas así. En qué manos estamos. Todo eso. Todo ese pavor. Todo esa verdad.