Filogenia de los reptiles (Sauropsida), con los tipos clásicos de huevos que éstos presentan. Ilustraciones de Kawasaki Satoshi.
El huevo del que hablaremos en este post es más parecido al segundo tipo. Fue descubierto en enero de 2011 en la Isla Seymour, ubicada en la Antártida. Este elemento fósil no fue identificado de inmediato como un huevo, sino que tardó en ser reconocido. Y no es para menos, pues su morfología no es la típica esperada de un huevo y menos su geología, pues fue descubierto en sedimentos marinos que datan del Cretácico tardío, de hace aproximadamente 68 millones de años.
En un momento de serendipia digno de toda gran historia, el equipo de investigadores notó que podría tratarse de un huevo aplastado. Pero no un huevo como el de una gallina, sino más bien del tipo blando, como el de los lepidosaurios que mencioné más arriba. Y es que, en realidad, no se parecía a nada más.
Pero la paleontología no va por ahí con "me parece", sino que se hicieron pruebas. Y de éstas, la más importante tenía que ver con encontrar una cáscara. Pues, de no existir esta, podría tratarse de una concreción rara y nada más. Afortunadamente, el fósil demostró ser un huevo, pues poseía aún gran parte de la cáscara coriácea. Pero desgraciadamente, el huevo estaba vacío y no contenía cría alguna en su interior, lo que sugiere que una vez que la cría salió del huevo, este se fosilizó.
Entonces la cosa estaba clara: era un huevo de cáscara blanda. Pero ¿de qué criatura? Tenemos varios candidatos posibles. Dinosaurios, tortugas marinas, serpientes y mosasaurios. Por el lado de los dinosaurios, recientemente se describió que algunas especies presentaban cáscaras blandas y aunque los iluminados de facebook andan diciendo que los autores de este trabajo no consideraron esta posibilidad, en realidad si lo hicieron (de ahí la importancia de leer antes de opinar). En la discusión de la naturaleza del huevo, se discute la anatomía de estos huevos blandos de dinosaurios y se muestra que éstos no poseían una capa calcárea (como la que se aprecia en la figura anterior, marcada como "cl"). Y como las tortugas tampoco poseen dicha capa, se puede descartar que pertenezcan a estos organismos.
Por otro lado tenemos a los candidatos dentro del grupo Squamata, lagartijas y serpientes. Estructuralmente, el huevo antártico no es distinto de estos grupos, así que podría pertenecer a cualquiera. La cosa es su tamaño, pues es el huevo blando más grande registrado hasta la fecha, con un diámetro mayor a los 31 cm. Esta talla además lo hace más grande que los huevos más grandes conocidos de dinosaurios no avianos, siendo superado únicamente por los gigantescos huevos del extinto pájaro elefante de Madagascar (Aepyornis maximus), con diámetros de hasta 35 cm.
Con tremendo huevo, la cría en su interior debió ser gigantesca, pero más su progenitor. En el artículo científico se le estima una longitud de entre 9 y 10 metros, con lo que muy pocos organismos entrarían en dicho rango. Dentro de los reptiles marinos del Cretácico justamente hay dos tipos de Squamata con estas tallas, por un lado las serpientes de la familia Palaeophiidae y por el otro, los Mosasaurios. Y en la Formación López de Bertodano, sólo se cuenta con mosasaurios. Por ende, es lógico pensar que estos reptiles son los candidatos ideales para ser los productores de Antarcticoolithus bradyi. Pero hay que estar alerta, pues aunque es altamente probable, también es posible que se trate de un huevo de paleofídida.
Pero ¿Cómo es que se tiene un huevo fósil de reptil marino? ¿ponían los huevos bajo el agua? La respuesta es no, definitivamente no. Las crías dentro de los huevos necesitan respirar, es decir, llevar a cabo el intercambio gaseoso (respirar no es inhalar y exhalar). Y un huevo de este tipo, bajo el agua mataría a la cría. ¿Entonces? La respuesta es que el progenitor del huevo era un ovovivíparo. Es decir, animales que generan huevos, pero no los expulsan, sino que los retienen en su interior, hasta cercano el momento de eclosionar. Con esto, las crías no se ahogan y se incrementa la calidad del cuidado parental, garantizando un mejor éxito reproductivo.
Y ¿Qué evidencia hay de que este huevo proceda de un animal ovovivíparo? Pues el grosor de la cáscara. Pues en los animales ovovivíparos (a veces se usa sólo el término vivíparo), ésta es más delgada que en aquellos que sí ponen huevos. Y precisamente, Antarcticoolithus presenta un grosor de cáscara consistente con un ovovivíparo.
¿Pero no se supone que los mosasaurios eran vivíparos? Considerando que vivíparo es lo mismo que ovovivíparo. Pues esta evidencia no se contrapondría con la que anteriormente sugería que precisamente, estos reptiles no volvían a tierra a poner sus huevos y que en su lugar, darían a luz. Por el contrario, este trabajo refuerza esa idea y la complementa, exponiendo que las cáscaras eran parte importante del proceso y que estos reptiles no nacían como delfines, sino como lo que eran, lagartijas.
Sin duda, este es un trabajo que tardó años en cocinarse pero que deja un muy buen sabor de boca a los paleofrikis, pues nos ayuda a entender mejor cómo se reproducían estos carismáticos reptiles de la era de los dinosaurios.
Fuente:Legendre, L.J., Rubilar-Rogers, D., Musser, G.M. et al. A giant soft-shelled egg from the Late Cretaceous of Antarctica. Nature (2020). https://doi.org/10.1038/s41586-020-2377-7