El huevo de dragón

Publicado el 27 abril 2021 por Salva Colecha @salcofa

Cuentan que hace años una familia se encontró labrando la tierra para plantar boniatos un huevo de dragón. Decidieron llevárselo a casa y ponerlo debajo de una potente luz para incubarlo a pesar de que el brujo de la aldea les decía que era una mala idea. No le hicieron ningún caso porque, claro, un dragón les sacaría de pobres. Pasaron las semanas y nació el polluelo, era pequeñito, sin dientes, muy tierno y apenas si sacaba un poco de humo por su hocico de peluche. Todos se acercaban a verlo y envidiaban la suerte de la familia que tenía nada más y nada menos que un dragón que les ayudaría a labrar la tierra. Todos menos el brujo que no hacía más que repetir que la desgracia caería sobre todos. Nadie le creía, se burlaron de él y el dragoncito siguió en la aldea. Creció y creció, cada vez comía más. Hasta que un día escupió fuego y quemó parte de la azotea. Nada, ha sido un accidente, decía su familia de acogida a los bomberos. Otro día se comió a los bueyes que trabajaban las tierras. Se disgustaron porque esas bestias habían mantenido a la familia trabajando las tierras pero claro, ¿Cómo se podían imaginar nada malo de ese animalejo que los acompañaba desde que era un huevo? Pasaron las semanas y la bestezuela creció y creció, cada vez atemorizaba más a los vecinos con sus gritos y las llamaradas de fuego que salían por la ventana. Les dijeron que eso no podía estar en el poblado pero sospechaban que sus vecinos lo hacían por pura envidia. Pasaron los días hasta que un día el dragón arrasó la aldea hasta los cimientos. Sólo quedó vivo el brujo que repetía una y otra vez que advirtió la desgracia y que las bestias bestias son y hay que detenerlas cuando todavía se puede.

Estos días hemos asistido un tanto estupefactos a las demostraciones de la extrema derecha en Madrid. Hemos visto como se las gastaba la Sra Monasterio en la Cadena Ser y puede que algunos hayamos visto las orejas al lobo o que incluso se nos haya ocurrido pensar si los botoncitos del DeLorean de Regreso al Pasado no nos habrán llevado a la Alemania en la que Hitler empezaba su ascenso y todavía no sospechaba nadie la que estaba por venir. La iconografía desde luego recuerda a aquello tanto que parece que una extraña locura se haya asentado entre nosotros. Los carteles poniendo en el disparadero a los MENA, las salidas de tono, las amenazas, los paquetitos con navajas ensangrentadas o unas balas que de momento quedan guardaditas en sobres… Parece que esto se nos está yendo de las manos y estemos al borde de una Noche de los cristales rotos.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Te acuerdas cuando pensábamos que eso del resurgir facha era cosa de cuatro iluminados? Puede que igual ese día nos quedamos el polluelo de dragón. Lo alimentamos dejándolo andar con una mezcla de convicción democrática, algo de buenismo ingenuo y una cobertura mediática desmesurada. Ahora, quizá, la bestia esté a punto de arrasar con nuestra aldea si no dejamos de alimentarla como hicieron en Grecia con Amanecer Dorado (Al dejar de darle pábulo informativo se vio la magnitud real del problema, llegó la justicia y quedaron reducidos a la nada). Quizás por fin entendamos que hasta la democracia tiene un manual de instrucciones que se ha de seguir escrupulosamente. Hace casi un siglo nos costó millones de muertos aprender la lección que parece que hayamos olvidado.