El huevo, la gallina, o la experiencia laboral

Publicado el 07 septiembre 2017 por Sofiatura
Con ritmo vertiginoso, estudias una carrera, te especializas, abandonas tus años universitarios con una fuerte sensación de morriña, y decides que, aunque te quieres dedicar a la educación, no te apetece afrontar una oposición. No todavía. Ya sabes cuál es tu vocación, pero tienes necesidad de probar, de encontrar el sitio adecuado, de ganar esa experiencia que es más ansiada por los que ofrecen trabajo que por los que lo buscan. Qué caray, tantos años con el trasero pegado al asiento y los codos anclados a los libros han sido suficientes, al menos de momento.
No obstante, ya mucho antes de entrar en ese universo aterrador de la tal llamada vida laboral, a todos los jóvenes nos ponen una especie de chip en la cabeza que se activa automáticamente desde los inicios de los estudios, augurándonos un futuro profesional inexistente o muy precario. En el mundo en general, y en España en particular, la cosa está jodida. Esa es la frase que se lleva repitiendo durante casi una década desde que estalló la crisis económica, y no sin razón.
Aunque unas carreras han sufrido más que otras el impacto de los desajustes económicos, en todos lados se escuchan leyendas de lo difícil que es encontrar trabajo, especialmente uno relacionado con esos estudios que tantos sudores te han costado. Las ofertas y las oportunidades tan escasas han hecho que muchos jóvenes con cualificaciones brillantes hayan tenido que hacer las maletas y largarse en busca de un curro en condiciones. Triste, pero cierto.
Es por ello que, cuando terminas todos tus estudios y decides salir a probar suerte, te invade inmediatamente una especie de negatividad. El chip se reactiva con más fuerza que nunca para recordarte que lo vas a tener muy difícil, que no te contratarán ni en tu casa por ser un novatillo sin experiencia. Porque lo curioso es que te quieren joven y lozano, pero con los conocimientos y la pericia de un veterano, cayendo de ese modo en una especie de contradicción que te hace preguntarte qué habrá sido primero, si el huevo, la gallina, o la experiencia laboral.
Así que, justo cuando crees que tú también debes ir sacando los billetes a un lugar frío y lejano, pero más agradecido y prometedor, la suerte te sorprende. O, más bien, tu esperanza y tus ganas de intentarlo. Y es que, curiosamente, los inexpertos tenemos una pequeña ventaja: salimos más baratos a la glotona seguridad social. Ese es, al menos en mi campo (no se olviden que solo hablo de lo que sé: educación e idiomas) uno de los motivos por los que la situación no es tan negra, después de todo.

Por esta razón, te sorprendes tanto cuando, tras esa temida primera entrevista de trabajo para una academia en la que pensabas que tu escueto currículo no conquistaría a nadie, recibes esa grata, gratísima noticia de que has sido elegida. Alguien ha decidido darte una oportunidad, y a partir de entonces sabes que lo darás todo para merecerla. Porque te han dado un pase para el mundo laboral, y tú tienes que aprovechar, exprimir, estrujar y agotar esa breva que sí ha caído y que además marca el comienzo de una etapa nueva y muy significativa.
De pronto me hago adulta y nadie que me lo avisa.
Y ustedes, lectores, ¿recuerdan su primera experiencia laboral?

Publicado el 7/9/2017