El éxito apabullante de una novela puede hacer que el nombre de su autor quede unido para siempre a ese título, sobre todo si se trata de la obra con que se dio a conocer. Esto no tiene nada de «malo», en principio, pero deja en un lugar secundario el resto de su producción, en la que quizá haya otras propuestas interesantes. Ese es el caso del británico Mark Haddon (Northampton, 1962), que con El curioso incidente del perro a medianoche (2003) vendió más de un millón de ejemplares. Antes de eso, ya había debutado como escritor de literatura infantil, donde cuenta con una larga trayectoria. Sus libros para adultos posteriores pasaron desapercibidos, y ahora llega a las librerías españolas El hundimiento del muelle (2016), nueve relatos que vuelven a demostrar su calidad literaria y lo revelan como un narrador versátil. Del realismo a la mitología, pasando por las aventuras o el misterio gótico, con un punto en común: los personajes torturados y solitarios, que por causas distintas se enfrentan a circunstancias extremas.El primero, «El hundimiento del muelle», es una declaración de intenciones: el verano de 1970, una construcción portuaria se derrumba. Como una crónica del desastre, da forma poética al caos: el aumento de víctimas con el paso de las horas, las familias destruidas, el personal médico superado. Después, las secuelas y los vínculos entre supervivientes. Sin ser el mejor, plantea una situación límite para el ser humano, un motivo que será una constante en el libro. En otros casos, el conflicto no se debe a un accidente, sino a la acción individual, como en «La pistola», donde un juego de niños puede convertirse en tragedia cuando uno amenaza a otro con un arma de fuego. Este cuento ahonda en la crueldad infantil y, por extensión, en cómo se forja esa sed de dominio, de suscitar miedo. Al igual que en el primer relato, se hace un salto temporal para conocer cómo han asumido el incidente cuando ya son adultos.Si El curioso incidente del perro a medianoche se centraba en un personaje autista, en estos cuentos los marginados por la sociedad vuelven a estar presentes, y establecen unas relaciones con sus semejantes un tanto extrañas. En «Bunny», un chico con obesidad mórbida se ha resignado a vivir solo hasta que, por casualidad, una mujer entra en su vida. Aunque no tienen una relación sentimental como tal, ambos se hacen muestras cariño y ella le regala galletas. La madre de él, preocupada, cree que lo está matando. A medida que el joven empeora, su amiga está ahí para cuidarlo. Este relato, uno de los mejores, pone de manifiesto la complejidad de los lazos afectivos, entre el amor que alienta y la adicción que destruye. En «Respira», una mujer regresa a casa de su madre después de romper con su novia. Encuentra a su progenitora rodeada de basura. La hermana, por su parte, le recrimina que haya tardado en volver. En medio de las desavenencias familiares, y con la ruptura aún no superada, la protagonista trata de hacerse cargo de su madre. Los personajes de «El vertedero» también buscan un nuevo comienzo: un hombre al que su esposa acaba de dejar rescata a una chica que ha intentado suicidarse. Después, surge una complicidad singular entre ellos.Otros relatos tienen resonancias mitológicas, sin perder la esencia de Mark Haddon, es decir, esa fijación por los personajes desamparados y la violencia. En «La isla», una versión del mito de Ariadna, una princesa sufre un desengaño amoroso y lo pierde todo. Empieza de cero en una isla, sin lujos ni compañía. Cuando por fin comienza a adaptarse, descubre que no está sola; el peligro la acecha. Entre líneas, se puede leer como una denuncia de la falta de protección de las mujeres frente a los abusos de los hombres. Por otro lado, mi preferido, «Wodwo» (cuyo título alude a una especie de espíritu siniestro de la mitología celta), recuerda un poco al Cuento de Navidad de Dickens. En Nochebuena, un extraño de aspecto andrajoso irrumpe en la cena de una familia. El visitante pide hospitalidad, pero no se conforma con comida. Los invita a jugar: saca una pistola y la deja sobre la mesa. Lo que ocurre a continuación, una historia de caída y redención, lo convierte en un relato de horror gótico magistral.Hay asimismo relatos de aventuras macabras en escenarios exóticos y futuristas. En «El pájaro carpintero y el lobo», un grupo emprende una expedición a Marte, pero no va bien y mueren uno detrás del otro. Solo sobrevive una mujer, la encargada de operar a uno de sus compañeros, que nunca logra superar el trauma (otra vez el «después» de una catástrofe; el daño no termina con el suceso).«Los chicos que abandonaron el hogar para aprender el miedo», el único narrado en primera persona, consiste en el manuscrito de un joven aristócrata que, ávido de emociones fuertes, participó en una incursión en la jungla que salió mal. Él también es un superviviente y pone por escrito sus vivencias para que no se olviden. Por su naturaleza de viaje iniciático que se torna adverso y oscuro, se asemeja a El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.
Mark Haddon
A pesar del carácter sombrío de los cuentos, Haddon no se va por el sentimentalismo, sino que eleva la tragedia a literatura de alto nivel. Su estilo elegante, pulcro y contenido produce una sensación de distanciamiento que compensa el dramatismo. Es explícito en lo impúdico, pero lo cuenta de una manera que incluso lo escabroso está revestido de una suerte de distinción. Domina todos los registros (de la ternura de «La isla» y «El vertedero» a la tensión psicológica de «Wodwo») y los desenlaces buscan la catarsis liberadora. Puede leerse como una compilación sobre el dolor, la soledad y la pérdida, sobre el instinto de supervivencia y los episodios traumáticos, disfrazados, eso sí, de una narrativa rica en procedimientos y tonos. Es una demostración de que se puede explorar la fragilidad y la violencia desde enfoques diversos y sin renunciar a la imaginación. Un libro muy recomendable.