Alonso, Ricciardo y Hamilton, en el podio del circuito de Hungaroring - Foto: AFP.
Destaca más por su presencia, pues es tan blanco que parece que una maquilladora en prácticas le haya utilizado como conejillo de indias, que por los resultados. Penalizado por conducir un Caterham, Marcus Ericsson (Kulma, Suecia, 1980) tiene, en teoría, poco que decir en una carrera, aunque el caso es que su accidente en la novena vuelta cambió del todo un GP de Hungría tan caótico como emocionante. El novato Ericsson se estampó y la salida del coche de seguridad, que apareció otras dos veces, descolocó a los primeros
clasificados. Sobre todo a un Nico Rosberg que de pilotar con nueve segundos de renta con respecto al segundo pasó a perder varios puestos por tener que cambiar los neumáticos en la vuelta siguiente -al contrario que Daniel Ricciardo, el más rápido en hacerlo y el ganador final- y que solo pudo acabar cuarto. Un botín menor para Rosberg, muy molesto con su compañero Lewis Hamilton, que se hizo el sueco cuando le instaron desde la radio, que dejase pasar al alemán, con mejor ritmo y gomas. Hamilton volvió a arreglar en la carrera el desaguisado de la calificación (de salir penúltimo y desde el pit lane a ser tercero) y está a 11 puntos del líder Rosberg: "Yo no corro para Nico, sino para mí mismo". El accidente de Ericsson fue un caramelo para Daniel Ricciardo, que disfrutó de su segundo triunfo -"me siento tan bien como la primera vez"- tras batir a un Fernando Alonso heroico que solo cedió la victoria en la antepenúltima vuelta: "Nos hemos ganado la lotería porque hemos arriesgado. A falta de diez vueltas discutíamos si pasar por boxes y asegurar la cuarta plaza o aguantar. Hay que disfrutar este podio porque no tendremos muchos esta temporada". Resultó, y con mucha diferencia, la prueba más atractiva e imprevisible del año. La lluvia desapareció minutos antes del inicio de la carrera y el estado del trazado provocó los primeros sustos antes incluso de la vuelta de reconocimiento. Después, además de los accidentes, no faltaron los errores de estrategia, como los de McLaren de colocarle los intermedios a Magnussen y a Button, a éste cuando iba líder, o los de Williams, cuya idea era aguantar con un juego de duros hasta el final con Bottas, otro perjudicado por el incidente de Ericsson, y que fue octavo cuando opositaba por su cuarto podio consecutivo, y Felipe Massa, quinto y que resistió un buen rato el aliento de Kimi Raikkonen, renacido en Hungría. El finés fue sexto, una plaza mejor Vettel, séptimo y otro que se llevó un buen desengaño en la novena vuelta con el impacto de un piloto de Caterham que no lleva ni un punto en su casillero.