El día 1 de setiembre de 1945 se inició la Segunda Guerra Mundial, con la invasión de Polonia por parte de la Alemania nazi.
Un día antes, el 31 de agosto de 1939, una guarnición compuesta por miembros de la Gestapo y las SS se adentraron en Polonia, vestidos con uniformes del ejército polaco. En una operación de bandera falsa asaltaban la emisora de radio de Gleiwitz, a escasos kilómetros de la frontera polaca.
El plan fue urdido por Heinrich Himmler, Comandante en jefe de las SS en aquellas fechas y el responsable de ejecutarlo un oficial llamado Alfred Helmut Jackobs.
Estación de radio de Gliwice.
Autor fotografía: Edgar Jiménez
Ese jueves 31 de agosto por la tarde, Reinhard Heydrich, brazo derecho de Himmler telefoneó a Jakobs para indicarle el momento del asalto, pronunciando una de las últimas frases en tiempos de paz y la primera en tiempos de guerra: “La abuela ha muerto”. A las 20 horas, Jakobs y sus falsos polacos asaltaron la emisora de radio, capturando a los pocos operarios que se encontraban en ella, mientras, uno de los soldados lanzaba el mensaje en polaco que la emisora había sido ocupada y animaba a los habitantes de Polonia
al ataque contra los alemanes. Seguidamente huyeron del lugar, mientras para probar el ataque, dejaban el cuerpo sin vida de un prisionero de un campo de concentración al que habían matado y vestido de militar polaco ex profeso; así es como Franciszek Honiok, de 43 años y agricultor alemán aunque simpatizante de la causa polaca en Silesia, se convirtió en la primera víctima de la Segunda Guerra Mundial, sin que prácticamente nadie se acordara de él.
Ningún acto conmemorativo le ha recordado nunca, ni en su propio país, ni tan siquiera se sabe con certeza dónde se encuentran sus restos. El sobrino de Honiok fue entrevistado por el diario británico The Telegraph en 2009: “Nunca nadie ha querido hablar sobre lo que pasó, siempre ha sido un secreto. Los alemanes tuvieron el control sobre nosotros hasta 1945. En mi propia familia había demasiado miedo a hablar de él”.