La mirada lo hizo todo: convierte los objetos en imposibles. No serán jamás simples fotos, después de pasar por el objetivo y el disparador de Chema Madoz cualquier cosa se convierte en un poema. No es un simple fotógrafo, es un gran artista que muestra su mundo increíble en escenas minimalistas y profundas.
Un haiku fotográfico, con destellos de Man Ray, Duchamp o Magritte, con una legión de admiradores y un interminable y respetuoso “copy and paste” de sus trabajos, inconfundible en su relato visual y comprensible hasta para los ignorantes del arte, ese es Madoz, infinitamente popular. Sin duda, uno de los fotógrafos más amados del mundo.
En una entrevista al diario La Tercera expresa ”Cualquier objeto es susceptible de ser fotografiado, lo que manda es la relación que cada uno de nosotros establecemos con él. En mis trabajos, algunos objetos se repiten con insistencia. El hecho de mostrar su imagen, la fotografía, y no el objeto (como una escultura) es porque a pesar de lo que pueda parecer en un primer golpe de vista, la fotografía está mediatizando la idea. Da un punto de vista único y concreto que no permite al espectador otra posibilidad que contemplarlo desde tu propia perspectiva, a la vez que lo lleva a un territorio más inaccesible”.
Nació en 1958, en Madrid y en el 2000 recibió el Premio Nacional de Fotografía española e importantes distinciones en Francia y Japón.
Lo caracterizan sus trabajos en blanco y negro, que captura casi siempre con luz natural: ”Una fotografía en blanco y negro tiene una idea de temporalidad más difusa. Cualquier foto realizada en color, con el paso del tiempo es como si llevara impresa la fecha en la que fue realizada. Todos nosotros somos capaces a la hora de ver una foto en color, de saber si fue realizada en los años 50, 70, o en cualquier otro momento. Pensamos que el color que tenemos en la actualidad es un color real, pero basta que pasen unos años, para que de nuevo seamos conscientes de la época en la que se tomó. Con el blanco y negro no sucede eso.”