El índice asesino

Publicado el 16 noviembre 2020 por Airin

 

El índice asesino (1952) es un bolsilibro perteneciente a la editorial Bruguera y más concretamente a la serie de Detectives. Firmado por Arnold Briggs, éste es un pseudónimo de Pedro Víctor Debrigode Dugi (1914- 1983), un hombre digno de ser protagonista de una de sus novelas. Como suele pasar con este tipo de escritores de literatura popular, Debrigode firmó con numerosos pseudónimos. Las causas a no querer mostrar los verdaderos nombres de los autores son varias: desde que no son nombres comerciales, por ser militares represaliados por el franquismo o por no querer que se les relacionara con este tipo de subcultura o literatura menor.

Debrigode vino al mundo dentro de una familia culta y como tal, recibió una distinguida educación. No pudo terminar la carrera de Derecho por que estalló la Guerra Civil y fue llamado a filas en el bando nacional. Tras solicitar su traslado a la Península (estaba en Santa Cruz de Tenerife) se vio envuelto en acusaciones de espionaje, acusaciones que no pudieron probarse y lo dejaron libre. Pero poco tiempo después, fue acusado de nuevo de espionaje, abandono de destino y malversación de caudales. Casi nada. Así que tuvo que pasar por distintas cárceles para salir en Octubre de 1945. Como dato curioso, este señor empezó a escribir desde la cárcel y al salir consolidó su posición de escritor. Se casó y tuvo cuatro hijas. Cambió Catalunya por Venezuela y allí se reinventó trabajando como corresponsal y relaciones públicas de un hotel. De vuelta en España, su esposa muere y al cabo del tiempo, Debrigode se vuelve a casar y establece su residencia en La Orotava (Tenerife). El legado de Debrigode, sin contar con su familia, es una ingente cantidad de novelas, sobre todo de aventuras, policiaca y del oeste.

Como siempre digo, soy fan de este tipo de libros. Su formato pequeño me encanta al igual que sus llamativas portadas y títulos, los cuales son de lo más atrayentes para cualquier lector que se precie. Son novelitas que entretienen y doy fe de ello porque este bolsilibro me lo leí en dos días. 

Con un estilo directo, sin pretensiones y un ritmo ágil, Debrigode nos cuenta la historia de Simon Foster. Un joven oriundo de Winsconsin y de una muy buena familia aristocrática. Al finalizar la guerra donde combatió con gran valentía, en vez de volver al amparo familiar, Foster prefiere vivir sin ataduras una vida de libertad como un vagabundo sin rumbo fijo. Así lleva ya unos años cuando una noche haciendo autoestop, se encuentra con Robert Stanley, un antiguo compañero de la guerra. Esa noche cenan y beben en abundancia por lo que se ven obligados a quedarse a dormir en un hotel. Pero a la mañana siguiente, Foster se encuentra con que Stanley está muerto, mejor dicho, le han asesinado de un tiro en la frente y todos las prueban le apuntan a él. Así que llama a la policía para comunicar el asesinato de su amigo. Después de varios días, se puede probar que Foster es inocente, pero en el interior de Foster hay una llama que clama venganza y necesita saber quien ha sido el verdadero culpable de la muerte de su amigo. De esta manera, empezará a investigar por su cuenta y ha estrechar lazos (muy a su pesar y en razón de una buena causa) con gente de los bajos fondos.

Me ha hecho especial ilusión que la historia se desarrollara en Winsconsin por que es un estado de los Estados Unidos al que le tengo bastante cariño y simpatía. Como suele pasar en este tipo de historias, hay un súper protagonista y varios secundarios, los cuales tienen muy bien definido su papel. ¡Ah! Y el final del libro tiene sorpresa, algo que me encanta, que haya giros inesperados que sorprendan al lector.

Recomiendo este libro si eres un/a lector/a nostálgico/a o simplemente, si buscas una historia entretenida para leer rápidamente en tiempos muertos.


- Buena suerte, señor Foster. Con su permiso, le libraré de mi pestilente presencia.

- Para mí no es ningún pestilente, Racine, salvo… si estuviera usted complicado en la muerte de Stanley.


“Me fue usted simpático, Sterling, y con toda simpatía le mataré.”