El indulto

Publicado el 02 febrero 2013 por Alejandropumarino

La imagen de nuestra entrada de hoy corresponde a Dª Emilia Soria, culpable de haber robado menos de doscientos euros con una tarjeta de crédito que encontró en una cartera perdida, y por lo que puede entrar en la cárcel los próximos días.

«Yo no dudé ni un segundo. Lo tuve claro. No teníamos qué comer y me fui al súper con el DNI y la tarjeta de crédito de la cartera. Pillé pañales, toallitas de niño, aceite, azúcar, yogures, fiambre y todo lo que me hacía falta para las niñas. En total, la factura fue de 193,98 euros. Lo que habría hecho cualquier madre».

Sí es verdad que intentó de nuevo utilizar la tarjeta -en esta segunda ocasión sin éxito- solo otras circunstancias permitieron que esta mujer, madre desde los diecinueve años y con varias relaciones rotas a sus espaldas, cada una de las cuales le reportó una boca más que alimentar, pueda entrar en prisión. Mientras tanto, el gobierno de Rajoy indulta a un conductor suicida, cuyo comportamiento costó la vida a un joven de veinticinco años, y que había sido condenado a trece de prisión. José Luis, el del talante, tampoco lo hizo mal, y permitió a corruptos abandonar las rejas a la vez que disfrutaban impunemente de lo robado.

Se cuestiona estos días en la prensa nacional, la utilización del indulto por parte del gobierno de turno. La verdad es que parece una patente de corso próxima al absolutismo más anacrónico, y que pocas veces, los condenados cumplen verdaderamente los requisitos establecidos en la ley para obtenerlo. De todos modos es algo que a los diferentes gobiernos les importa bien poco; cuando no es aplicable una norma, se utiliza otra; Bolinaga -de ningún modo puede anteponérsele lo de señor- se pasea tomando chatos por su pueblo natal, mientras afirma ante las cámaras no arrepentirse en absoluto de los crímenes cometidos, aún reconociendo el daño ocasionado. Uno, que por profesión conoce casos de pacientes terminales, no encuentra tal la situación del etarra, asesino y prepotente que pasea su garboso cuerpo serrano por las tascas de su pueblo, mientras la Sra. Soria puede dormir en prisión por haber robado pañales para sus hijos. Reconsiderar estas situaciones no es cuestión de justicia, sino de lógica.