Por estas tierras llevamos, como quien dice, cuatro o cinco días de calor, pero han sido más que suficientes para probar en mis carnes los rigores del verano. En mi anterior embarazo me tocó de pleno el invierno, pero en éste no va a haber quien me libre de sudar la camiseta.
Ahora sé por qué otras madres que han pasado por un tercer trimestre veraniego me miran con pena: esto es un infierno. Las embarazadas llevamos encima, por regla general, unos grados Celsius por encima que el resto de los mortales. Los sofocos, sudores y cambios de temperatura nos matan más rápido que al resto. Yo en concreto, que siempre he sido Doña Calores, duro dos segundos de pie a más de 30 grados.
Lo peor es que el calor trae consigo picores insoportables en el pecho (sobre todo los pezones, y es terrible rascarse con disimulo) y en la barriga. Las piernas se hinchan y los pies sufren aún más: todo un espectáculo, y o me visto con vestidos que dejen pasar el aire, o el choque de los muslos al andar se hace insoportable. La piel está más sensible, hasta reactiva diría yo, y cada vez veo más lejos que ningún otro verano el estar morena.
El pelo se me ha vuelto fosco, indomable y terriblemente feo. Por eso, y para librarme de la pesadilla del secador y las planchas en verano, estoy pensando en seguir el consejo de Madre Primeriza y hacerme un alisado que me deje decente hasta al menos después del parto (momento en el que el pelo se volverá terrible de nuevo, pero en el que tendré otras cosas en las que preocuparme)
Había ideado un plan muy inteligente para sobrellevar este verano: uno era mudarme a una casa más fresca (¡conseguido!) y otro, zambullirme feliz como una ballena en el agua fresquita de la piscina. Pero la realidad de nuestro primer día de piscina me ha puesto rápidamente en mi sitio: había olvidado que mi hijo huye del sol y que no le hace mucha gracia bañarse como al resto de niños.
Así que de pronto me vi dentro del agua (que a mí me parecía de todo menos fría) suplicando para que el enano se metiera un poco conmigo, inventando juegos y llamando a sus amiguitos para que me echaran un cable. No hubo manera y el baño de alivio me duró dos minutos, lo que tardó en escaparse corriendo a la toalla para traerme su ropa y pedirme que volviéramos a casa.
Así que ahora mi nuevo plan, aparte de meter la cabeza en el congelador cada diez minutos y darme dos o tres duchas frías al día, es volver a enseñarle al enano que la piscina es divertida. Por suerte, acaban de decirme que este verano parece que no va a ser muy caluroso… y me han alegrado el trimestre. Una cosa sí tiene de bueno estar embarazada en estas fechas: este verano ya no tengo que preocuparme de meter tripa.
¿Algún consejo más para sobrellevarlo mejor?