Finalmente llegó a la cartelera mexicana la película El Infierno del cineasta mexicano Luis Estrada. Tal y como era su propósito, el filme se exhibió durante las celebraciones del Bicentenario de la Independencia, en las que el gobierno Panista, bastante impopular por su incapacidad para controlar los altos saldos de violaciones a los DDHH y de ejecutados (aproximadamente 23 mil entre 2008 y 2010); se gastó la cantidad de 250 millones de dólares en propaganda que incluyeron, entre otras actividades, el financiamiento de numerosas películas de corte épico y heroico
Tal y como reseñamos en un post anterior, el filme tuvo por objeto ilustrar la guerra actual de México y llamar a la reflexión de ¿hay algo que celebrar?. Pues bien, el resultado no podía ser otro: En su octava semana, El Infierno alcanzó el récord taquillero de más de 76 millones de pesos mexicanos, es decir, poco más de seis millones de dólares; y ha recibido elogios en importantes medios internacionales como The Guardian, El País, Los Ángeles Times, entre otros; así como de las no menos importantes reseñas en medios mexicanos tales como Milenio y Reforma.
Y es que si bien las dos primeras partes de su trilogía también ofrecieron una reflexión sociopolítica del país; El Infierno es, a nuestro juicio, la tercera y mejor lograda película de Estrada.
De modo que a lo largo de sus 143 minutos de duración los espectadores nos sumergimos en la experiencia del Beny: Vejado por las autoridades fronterizas, asaltado en el bus que lo hace llegar a su pueblo (ahora llamado San Miguel “Narcángel”) enamorado de la viuda de su hermano (importante cuadro del narco), tío y padrastro de un chico que como todos los de su edad entran en las pandillas y al que intenta (¿en vano?) salvar.
En el filme no hay nada que quede por fuera ni fuera de lugar: Miseria, aspiraciones, corrupción por parte de la Iglesia, El Estado, los programas de protección a testigos, la policía, el Ejército, los gringos que venden armas y la descomposición instalada en todo el tejido social.
Además de ser una buena película: redondo y amarrado guión hecho a dos manos por el propio Estrada y Jaime Sampietro, excelentes actuaciones, impecable trabajo de producción, dirección, fotografía, sonido, edición, vestuario, dirección de arte hiperreal, musicalización genuina y fidedigna, etcs; El Infierno se erige, a nuestro juicio, en una importante reflexión socio-histórica marcada por un profundo nihilismo respecto a la actualidad y futuro mexiquense.
Finalmente Estrada, fiel a sus principios y militancia ha declinado la postulación de su película al Oscar delegándola a Biutiful, filme de su compatriota Alejandro González Iñárritu; y ha preferido postularla a los Goyas. Después de todo y como conclusión personal, creo que el cineasta rechaza concursar ante una instancia que pertenece al principal beneficiario de la guerra “contra” el narco: Los Estados Unidos. Como bien dicen por allí, mientras México pone los muertos, los gringos se llevan la lana.