El infierno verde

Publicado el 30 octubre 2012 por Andres

“Los mismos que la filmaron, murieron devorados por salvajes caníbales”, eso decía, más o menos, el comercial de televisión. Tenía seis años cuando llegó “Cannibal Holocaust” (1980) a Lima. La controversia mundial la antecedía, naturalmente el estreno debía publicitarse. Filme insólito y no apto para menores: sus autores fueron digeridos por el mundo caníbal que intentaron penetrar. Obviamente, mis padres no me llevaron a verla. Me bastaba con ver (¿o oír?) el comercial para que me costara dormir de tanto imaginar ser comido por un caníbal mientras lo estoy filmando. Desde entonces traté de evitarla, incluso después de saber que todo era fingido. Pero ya la vi. Me resultó tan contradictoria, audaz y perversa que no puede seguir ausente en un blog de esta naturaleza.
“Cannibal Holocaust” es una película vil, qué duda cabe. Una producción de tales propósitos y bajos presupuestos no sale adelante con muchos escrupulos. Actores asqueados con el guión y maltratados durante el rodaje, indígenas estafados y animales sacrificados fueron algunos de los daños que dejó a su paso. Diez diaz después de su estreno, la película fue confiscada y su director Ruggero Deodato arrestado, acusado primero por obscenidad y después por asesinato.

Todo comenzó en Italia. Varios años atrás, la cinematografía italiana ya había patentado el subgénero mondo, inaugurado con “Mondo cane” (1962), películas sensacionalistas disfrazadas de documental que presentaban mundos visualmente chocantes, generalmente procedentes de países no occidentales. Aunque inmerso en el desprestigio, al mondo rapidamente le brotarían variedad de ramificaciones, una de ellas sería el “cannibal film”, periplos sangrientos al infierno verde donde persisten comedores de hombres que no han perdido la costumbre a pesar de los siglos. La iniciadora fue “Il paese del sesso selvaggio” (1972) de Umberto Lenzi, un remedo de “A Man Called Horse” (1970) pero con caníbales. Le siguieron después un puñado de cintas donde despunta “Cannibal Holocaust”.
Ruggero Deodato se inició en el cine como asistente de Roberto Rossellini, diría después que de él aprendió el realismo. Incursionó en variedad de géneros sin éxito hasta que se decantó por lo violento con “Uomini si nasce poliziotti si muore” (1976), cinta policial con dosis adicionales de crueldad visual. Después dirigió “Ultimo mondo cannibale” (1977), la secuela del filme de Lenzi que el propio Lenzi había rechazado dirigir por el sueldo ofrecido. El resultado llamó la atención de los aficionados al cine sangriento y por lo tanto de los productores que vendrían de otros países para poner frente a Deodato el dinero suficiente para que haga otra película de ese tipo. Al principio Deodato no estaba complacido con repetirse pero encontró una manera de replantear el cuento de caníbales y hacer que funcione mejor que antes. Entonces viajó a la selva de Colombia.

¿Hay algo más que admirar en “Cannibal Holocaust” aparte de su semblante descarnado? Además de la conmoción estomacal inicial, el filme acribilla con un comentario mordaz. ¿Quién es más “salvaje”? ¿Los reporteros occidentales, dispuestos a cualquier bajeza con tal de obtener imágenes sensacionales, o los silvestres antropófagos del Tercer Mundo? El cuestionamiento no sería  desconcertante (después de todo no es ninguna novedad) si en su exposición la película no recurriera a recursos tan cuestionables como los que hace escarnio. Existe un cinismo recurrente en este tipo de cine, sobretodo si se maquilla de documental, por el cual la crítica a la violencia resulta una justificación para mostrarla. Deodato no era ajeno a este cinismo, no olvidemos que su objetivo princiapl era hacer otra rentable cinta de caníbales, pero esta vez compuso una historia de depravación del documentalista occidental donde el ingrediente canibal, al final de cuentas un tema secundario, viene a ser una especie de castigo de la naturaleza. Por otra parte, Deodato ha señalado que la escritura de este filme estuvo influida por la impresión que le causó la prensa carnicera en su cobertura de los atentados de las Brigadas Rojas, grupo subversivo que golpeó Italia por esos años.
Si bien el comentario de “Cannibal Holocaust” puede ser dudoso, no podemos decir lo mismo de su grado de realismo. Deodato logró una mentira muy persuasiva en base a escenificaciones filmadas con estilo documental y un salpicado de material verídico que inquieta al espectador más curtido: imágenes de ejecuciones de hombres y animales. Para redondear la conmoción, dicen que el ingenioso recurso narrativo del “material encontrado” fue inventado por esta película. Es decir, parte sustancial de la historia es contada a tráves del registro recuperado de quien murió cámara en mano. El siniestro según la caja negra. Este recurso fue después utilizado por otras películas de horror, comenzando con “The Blair Witch Proyect” (1999) que en los comienzos de Internet llamó la atención prácticamente con el mismo tipo de campaña publicitaria empleada por “Cannibal Holocaust” en su momento.

El material encontrado pertenece a Alan Yates y su equipo, documentalistas voraces y descerebrados. Lo último que se supo de ellos es que se internaron en la Amazonía en busca de un remoto remanente del canibalismo y al parecer lo encontraron pues no han regresado. El antrópologo Monroe decide ir tras sus pasos y con ayuda de un militar y un guía, entiende que la selva es un lugar brutal donde hay que matar para comer y los errores cuestan la vida. Después de un tortuoso periplo y a cambio de un prisionero, logran que los nativos les indiquen el camino a la aldea de los Yanomamo, conocidos por comerse a sus enemigos. Al fin los encuentran, una tribu esperpéntica que habita los árboles y la tierra. Luego de merendar con ellos una víscera cruda posiblemente humana que le invitan, Monroe logra seducirlos con una grabadora de voz. A cambio del artefacto, le entregan los carretes de película de los desaparecidos.
De regreso a Nueva York, un canal de televisión invita al antropológo a que sea anfitrión de un programa que transmitirá el material rescatado. Pero Monroe se estremece cuando los rollos son revelados. Yates, su novia Faye y sus dos camarógrafos no fueron a hacer ecologismo. Mataron animales, violaron a una nativa, incendiaron una aldea y todo con el fin de obtener imágenes sensacionales para un documental que llamarán “The Green Inferno”. Perdieron el rumbo cuando su guía muere picado por una serpiente, van a la deriva por un tiempo hasta que hieren a un indígena y lo siguen hasta su aldea. Allí realizan una escenificación: fuerzan a toda la tribu a entrar a una choza a la que prenden fuego. En otro carrete, una chica es violada por los camarógrafos, tiempo después lan encuentra ensartada en una estaca que sale por su boca  (la imagen característica de la película). El grupo capta el mensaje y comienza a entrar en pánico. En venganza por la vejación, pronto los Yanomamo los emboscan y los van mutilando/violando/matando/despanzurrando/masticando uno a uno hasta que atrapan al último que carga la cámara. Monroe, en la sala de proyecciones, no puede creer lo que ha visto. Advierte a los productores que el material es demasiado perturbador para la tele, pero ellos prefieren cerciorarse. Finalmente después de otra vomitiva proyección privada todos concuerdan en que el material debe destruirse. Monroe abandona el edificio abatido, preguntándose quienes son realmente los caníbales. Un cartel final informa que las cintas en realidad fueron vendidas por unos miles de dólares.

La película fue filmada en Leticia, en la amazonía colombiana, y protagonizada por un ex actor porno (Robert Kerman, como el antropólogo) y algunos actores jóvenes con la inexperiencia suficiente para aceptar un guión que les asqueaba. Además del mal tiempo, el equipo debía soportar a un director inmisericorde. Deodato insistía, como su guión cruel indicaba, en obligar a sus actores  a matar animales, que la actriz muestre los senos y que los extras indígenas se metan en una choza y aguanten ahí un rato mientras esta es incendiada. Los nativos no vieron un peso a cambio y los actores firmaron un compromiso de no aparecer en otra producción durante un año. Así la campaña publicitaria podía explotar la idea de su real desaparición.
A los pocos dias de estrenada en Italia, “Cannibal Holocaust” fue confiscada por orden de un juez. Una revista había sugerido que se trataba de una auténtica snuff movie. Deodato fue arrestado y tuvo que convocar al elenco nuevamente para que demostrara que no había sido masticado. Le pidieron incluso que explicara cómo logró el truco del empalamiento. Sin embargo, tuvo que reconocer que la matanza de seis animales (una muca, una gran tortuga, una araña, una serpiente, un mono y un cerdo) no fue trucada y por eso el jurado decidió que la película debía prohibirse. Por tres años, Deodato peleó en los juzgados para poder exhibir su cinta de caníbales y finalmente lo logró aunque en versiones recortadas. Otra película de culto había nacido.

¿Deberían recomendar “Holocausto Canibal” a sus seres queridos? Pienselo bien. Es inegable que estamos antes una película perversa, el sacrificio de animales como espectáculo es hoy incluso más condenable, y que la carrera posterior de Deodato nos inclina a creer que la explotación de la violencia en si era lo que más le interesaba, pero es tan eficiente en casuar  nausea y  horror que no podemos serle indiferente. Es una experiencia única de dolor visual que sin embargo viene envuelta en una hermosa y al inicio tranquilizadora banda sonora a cargo de Riz Ortolani, músico habitual de las primeras películas mondo, que incrementa el clima de depravación con el contraste que hace con la progresiva crudeza de las imágenes.  
Involuntariamente o no, Deodato creo una película que es al mismo tiempo anti explotation y uno de los mejores y más radicales ejemplos de este género. Es muy posible que Alan Yates y su equipo esté inspirado en Jacopetti y Prosperi, el duo de documentalistas creadores del mondo en su periblo de tres años en Africa para filmar la brutal “Africa Addio” (por supuesto comentada en este blog), en la que fueron seriamente acusados de haber incentivado una ejecución para la cámara. “Canibal Holocausto” deplora de las acciones de sus protagonistas pero para hacerlo se va a los extremos de la barbarie fílmica. Es racista e ignorante respecto a su descripción de los indígenas pero contiene una protesta contra el colonialismo y la percepción de las culturas occidentales como supuestamente más refinadas. El mondo asqueado de si mismo. 

"La Tetona de Fellini" husmea entre cintas curiosas, clásicos recónditos, films perseguidos. El cine nos cuenta historias, aquí contamos las historias del cine.