El Ingrediente es uno de sus habitantes, no está en ninguna de las calles reinas de la zona, se sitúa en la Calle Alenza, en un discreto y pequeño local que parece querer pasar desapercibido. Pero las apariencias, una vez más, engañan… Si entras a El Ingrediente, te sientas en su barra, o en una de sus mesas y dejas que lleguen platos que degustar, te aseguramos que no te quedarás indiferente. En “El Ingrediente” está la cuestión (y en esas manitas que cocinan).
En anteriores entradas os hablábamos de la etapa por la que pasamos actualmente en la que vamos buscando lugares de Madrid que nos permitan compartir platos y degustar diferentes propuestas en una misma comida. Esto ocurre aquí, donde la mayor parte de alternativas de la carta permiten pedir medias raciones.
Como comentábamos se trata de un local pequeño, el protagonista es el blanco que se alterna con detalles negros y madera.
Su carta, a pesar de no ser larga, a nosotros nos supuso grandes problemas para elegir porque, sobre papel, casi todo llamaba nuestra atención. Además, disponían de algunas opciones fuera de carta.
La mayor parte de las opciones, a priori, te resultan familiares, con una base tradicional e ingredientes principales conocidos, pero que dan un giro sorprendente en su elaboración y combinación. Hay guiso, hay cariñito en esos platos y se nota…
Y como no somos críticos gastronómicos, solo una pareja que disfruta del buen comer, sin darle más vueltas al asunto, nos vamos a centrar en lo que comimos. Adelantamos que todo nos encantó, aunque tenemos nuestros favoritos.
Mientras llegaban las preparaciones a la mesa nos pusieron unas aceitunas (que, por cierto, lamentamos que nos retiraran con la llegada del aperitivo, porque estaban muy buenas). Luego llegó una crema de coliflor para abrir boca, como aperitivo de la casa.
Nuestra primera elección de la carta fue media ración de Steak tartar de pato, estilo Robin Food, con alcaparra frita y mayo “japo”. Solemos probar el steak tartar cada vez que tenemos ocasión y el lugar nos da “buena espina”, pero nunca lo habíamos probado de pato. Un plato con sabor, picantito, para nuestro gusto perfecto en este sentido, pero quizá un poco fuerte para los que no sean tolerantes al picante.
Continuamos con media ración de Corvina marinada y asada sobre jugo de naranja, zanahoria y jengibre. Probablemente esta preparación se sitúe en el número 1 de todos los platos de aquel día. No sé, al leerlo quizá esperábamos que el pescado pudiera quedar un poco más oculto por su acompañamiento, pero estaba exquisito, en su punto, y el acompañamiento con ese toque de naranja... Nos entusiasmó y nos vimos obligados (porque no queríamos, claro) a mojar y mojar hasta no dejar casi rastro. Un ración entera de eso quiero yo para mí sola.
Continuamos con media ración de callos de bacalao con pollito coquelet marinado en salsa de chiles dulces. La combinación de ingredientes pedía a gritos que probáramos esta alternativa de la carta. Bacalao, pollo, chile…
Peleando por el top 1 con la corvina. ¡Qué salsa y qué sabor! De nuevo otra tentación para sumergir los trozos de pan a los que, por cierto, hay que hacer una mención especial.
El pan de El Ingrediente está muy bueno. Y parece que no estamos diciendo nada especial, pero es que últimamente nos da la sensación de el pan muchas veces es el gran olvidado en la restauración. Y un buen pan nada tiene que ver con algunas cosas a las que disfrazan de pan por ahí.
Después de los callos de bacalao llegó a nuestra mesa otra media ración, en este caso, los rabitos de cerdo estofados con salsa de caracoles y anguila ahumada. A ver, esta propuesta la elegimos porque no imaginábamos cómo podría ser sobre un plato lo que el papel plasmaba. Y, de nuevo, una sorpresa llegaba a nuestra mesa, con sabores que parecían querer recordarnos a algo, pero que por otro lado eran nuevos para nosotros. Nos gustaron.
La última media ración que pedimos fue un “fuera de carta” que, por lo que nos comentaron se va a introducir próximamente, pichón con pulpo y una salsa que quitaba el sentido. Ese fondo era una explosión de sabor, la pechuguita del pichón estaba en su punto y los trozos de pulpo que lo acompañaban exquisitos.
De postre optamos por una Panna cotta Mexican para compartir. Quizá un postre un poco arriesgado para paladares acostumbrados a un final de fiesta dulce (o ácida). Se trata de una panna cotta de chocolate (buenísima, por cierto), pero tiene el elemento sorpresa de un ligero toque picante y salado. Nos gustó, pero quizá cuando íbamos por la cuarta cucharada resultaba demasiada intensa la experiencia.
En cuanto a las bebidas, el agua corre por cuenta de la casa, algo que se agradece muchísimo en una ciudad como Madrid, donde disponemos de un agua de buena calidad y, además, tienen el detalle de que esté muy fresquita. Pedimos una botella de vino Museum Reserva. No lo conocíamos, lo elegimos libremente y, si bien no acompañó mal la comida, no nos tocó la patata. Además, con el postre tomamos dos cafés cortados. Esta experiencia se puso en 40 euros/persona.
Es difícil que todo sea perfecto, quizá para nosotros el punto débil de esta experiencia estuvo en los tiempos de espera entre algunos de los platos, que se alargaron un poco más de lo que nos habría gustado. Acudimos un domingo al mediodía y todas las mesas estaban ocupadas a excepción de una. Una pequeña sombra entre un mundo de luces.
En el blog solo compartimos los lugares que nos han gustado especialmente y este es uno de ellos. Hemos disfrutado con cada uno de los platos que han llegado a la mesa, hemos salido con el paladar caprichoso y cuando abríamos la puerta para irnos, ya estábamos pensando en que teníamos que volver. Volver a probar algunas de las preparaciones que se han quedado pendientes, volver a ver las nuevas sorpresas ocurrentes y bien casadas que se les ocurra. Nos hemos divertido, hemos puesto los ojos medio en blanco al paladear algunas de las propuestas, hemos tenido que repetir de pan (eso es una señal clara de éxito) y hemos descubierto un nuevo lugar en Madrid donde poder disfrutar del buen comer.
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