La mejor prueba del fracaso de la clase política española es la repetición de las elecciones. Ellos dicen ¡Que decida el pueblo! pero el pueblo ya ha decidido y les ha ordenado que dialoguen y pacten. Pero ellos son incapaces de lograrlo, como también son incapaces de ilusionar, unir, entusiasmar y defender a los ciudadanos. Tampoco saben dialogar, pactar, discernir, eliminar la corrupción, implantar justicia y defender la democracia. ¿Qué saben hacer? Ne veo mérito alguno que justifique sus privilegios. Dicen que ganan poco, pero, a juzgar por lo que hacen y consiguen, cada euro que reciben es inmerecido.
El fantasma de unas terceras elecciones, que se celebrarían en Navidad, se cierne sobre esta pobre España por culpa de su clase política. Esas terceras elecciones, cada día más posibles porque los políticos son ineptos, egolatra se e incapaces de ser generosos, acentuaría la indignación y elevaría a los más radicales hasta el poder.
Cualquier español con dos dedos de frente puede demostrar que la mayoría de los males de España se deben a la torpeza y baja calidad de sus gobernantes. No siquiera consiguen cumplir con sus deberes fundamentales: mantener el país unido, hacer felices a los ciudadanos, respetar la democracia, erradicar la corrupción. Y lo peor de todo es que no sólo no acaban con los males sino que, en muchos casos, son ellos los que los propagan y fortalecen, como ocurre con la corrupción, que alcanza sus mayores niveles de suciedad y delito en las altas instituciones del Estado y en la clase dirigente española.
Ellos dicen que los políticos son una emanación de la sociedad y que si ellos son corruptos es porque el pueblo es corrupto, pero no es cierto. El pueblo español es mil veces mas honrado y decente que la clase política. En la sociedad se devuelven carteras olvidadas, se ayuda a los pobres y se practica la solidaridad y el amor en miles de ocasiones y facetas, mientras que de los cuarteles de la política sólo surgen peleas, conflictos, egoísmo, impuestos abusivos, marginación de los ciudadanos, desprecio a los valores y malos ejemplos.
Repetir unas elecciones es un claro síntoma de fracaso y ese fracaso no puede ser atribuido al pueblo, que ha votado, sino a los políticos, que han sido incapaces de dialogar y ponerse de acuerdo.
El caso de Artur Mas demuestra que el mal de España no está en la actitud de un político concreto sino en los partidos y en el mismo sistema, que no es democrático. Más se echó a un lado, pero la llegada de un nuevo presidente no ha solucionado el problema catalán. Lo mismo puede decirse del socialista Sánchez, otro que ha perdido millones de votos y ha cosechado un fracaso electoral memorable, a pesar de lo cual se postula de nuevo como presidente. De Rajoy puede afirmarse que es un político quemado que ha cubierto su ciclo, pero su egoísmo y arrogancia le impiden dejar paso a otro político menos implicado en la corrupción y manos rechazado por la ciudadanía.
España es un país maltratado por su clase política, de la que, dado el altísimo grado de degeneración alcanzado, ya es imposible que surja la regeneración que el país necesita. La única esperanza de España está en su ciudadanía, que tiene que aprender a toda prisa a rebelarse y a exigir pacíficamente que los ineptos, los corruptos y los delincuentes salgan de la política y entreguen el timón a españoles dignos y decentes.
Francisco Rubiales