1957. Varios ministros del Opus Dei llegan al séptimo gobierno franquista mientras en el paraninfo de la Universidad de Barcelona se celebra la primera asamblea libre de estudiantes.
1957 es el año en el que se rueda "El último cuplé", de Juan de Orduña, y 1957 también es el año en el que acontece una pequeña gran convulsión en el conservador mundo del tebeo español, pues un grupo de autores que responden a los nombres de Josep Escobar, Eugenio Giner, Guillermo Cifré, José Peñarroya y Carlos Conti deciden abandonar la todopoderosa Editorial Bruguera y fundar su propia editorial( D.E.R... Dibujantes Españoles Reunidos) con una cabecera en los quioscos llamada Tío Vivo para recuperar la autonomía perdida y, sobre todo, los derechos sobre sus obras y personajes, que en Bruguera pasaban a formar parte de la Editorial. Personajes emblemáticos que estos autores habían creado como Carpanta, El Loco Carioco, Don Pío, El Reportero Tribulete, etcétera, formaban parte fundamental del éxito de Bruguera, por lo que habían dejado de ser propiedad de sus autores. Al final, apenas un par de años más tarde, entre boicots de Bruguera, presiones a distribuidores-quiosqueros y demás estrategias de bloqueo y estrangulamiento, D.E.R cae, los autores vuelven con la cabeza gacha a Bruguera y la revista Tío Vivo es comprada por la gran Editorial española de la época.
Ésta, básicamente, es la historia que nos cuenta Paco Plaza en su álbum "El invierno del dibujante"; una historia de lucha en pos de unos derechos, de cierto reconocimiento y dignidad("Y es que en la España de 1957 ser historietista era un oficio. No eran artistas, eran obreros de la viñeta. Cobraban a tanto por página (o por viñeta), trabajaban a destajo, siguiendo unos patrones establecidos e inamovibles. Renunciaban a sus originales y a sus derechos de autor a cambio del dinero cobrado"). Una historia de sueños, sacrificios, mínimas victorias y crueles derrotas. Para mí, a nivel personal, la grandeza de esta pequeña historia reside en la impecable recreación que Paco Plaza hace de la vida real, ordinaria, cotidiana, de aquellos años en nuestro país. Un relato de una rebelión de cinco grandes- alguno de ellos represaliado por su adscripción al bando perdedor de la Guerra Civil- del tebeo español que tiene como escenarios viejos bares con tapas de calamares, cafés de primera mañana entre restos de legañas y colillas humeantes reposando sobre ceniceros triangulares de Cinzano mientras se ojea el ABC y alguien pregunta en voz baja qué coño es eso del aperturismo. En "El invierno del dibujante" llueve, y la gente coge tranvías rojos para llegar a su trabajo de oficinista o contable mientras el dibujante mancha de grasa de churros sus cuartillas de Carpanta en una cafetería donde se escuchan de fondo los rectos y monacales consejos que da Elena Francis a alguna atribulada ama de casa. Los TBO y PULGARCITO cuelgan en pinzas de madera renegridas mientas los ojos del quiosquero y un cliente que está comprando el Marca se pasean por las sugerentes caderas de una vecina que se contonea por las calles grises entre carteles de ciclomotores Torrot y colonia La Invencible. Y todo ello serializado con una solvencia gráfica y narrativa impecable por Paco Plaza, que para el que esto escribe considera su mejor obra hasta la fecha. A través de estos sus personajes, trazos y líneas, el autor es capaz de dar marcha atrás al reloj y recuperar para nuestro deleite y conocimiento ese tiempo perdido a la vez que nos sumerge en el mundo invisible de esas esperanzas, emociones y sueños de un grupo de personas que trataron de revelarse contra un sistema de trabajo, producción y apropiación indebida en unos tiempos duros y ominosos.
Además, para los que amamos desde siempre, desde la niñez, este medio de expresión llamado cómic, tebeo, novela gráfica y nos interesa lo que tiene que ver con su memoria e historia... tendremos también la oportunidad de ver desplegarse antes nuestros ojos la realidad de la gran factoría de los sueños que ha alimentado a millones de españoles: la Editorial Bruguera.Como reconoce Paco Plaza: “los tebeos de la Editorial Bruguera fueron los que me hicieron empezar a amar los cómics y como muchos de mi generación, de las anteriores y de las posteriores, crecí con todos sus personajes; Capitán Trueno, Mortadelo, Zipi y Zape, Anacleto... Desde pequeño me preguntaba qué había detrás de ellos, cómo eran sus creadores, cómo trabajaban y cómo era aquella editorial”.
Junto con "Los Profesionales" de Carlos Giménez, el mejor retrato en tebeo de aquella excepcional época.
Saludos de Jim.