Tres ministros, tres, salieron al ruedo de la Sala de Prensa del palacio donde dicen que mora un presidente de Gobierno -que esta vez se abstuvo de hacerse visible física y virtualmente-, para explicar (¿) los nuevos ajustes (¿) económicos que han decidido perpetrarnos. Llevan improvisando medidas desde que accedieron al Poder y lo primero que advierten (con caras circunspectas, eh) es de que continuarán con las reformas porque las medidas económicas no se improvisan. No hubo risas.
Tras afirmar que gracias a dios (¿) estamos donde estamos porque, de lo contrario, estaríamos peor (¿) si no fuera por las reformas emprendidas por el Gobierno (y se dice al día siguiente de publicarse que el paro afecta ya a más de 6 millones de almas, gracias al éxito de su reforma laboral), el ministro de la oratoria germánica afirma que jamás pensaron (¿) en elevar la edad de jubilación hasta los 70 años. Y respiramos de alivio, sin darnos cuenta que ya nos la habían elevado a los 67, decisión a la que se habían opuesto estando en la oposición, pero que afianzaron cuando ocuparon el Gobierno. Amenazan, eso sí, con una comisión que está devanándose los sesos en cómo abaratar aún más el “gasto” en pensiones para que sea “sostenible” (no para el que cotiza, sino para el que administra).
Seguidamente -siguiendo un guión perfectamente elaborado para dar una de cal y otra de arena-, subrayan que no subirán más los impuestos, ni el IVA ni el IRPF. Volvemos a respirar tranquilos. En realidad suben (o mantienen subidos los que ya subieron con anterioridad) y crean otros nuevos impuestos que presentan como novedades tributarias y como desindexación (¿), dejándonos a todos aliviados, pero con expresión de no haber entendido nada. Porque no sólo nos exprimen fiscalmente, sino que recortan servicios, eliminan derechos, abaratan prestaciones, nos despojan de protecciones legales frente a la patronal (convenios, etc.), desmantelan el auxilio social (Estado de bienestar), impiden hasta el aborto e incluso nos echan de casa (desahucian), pero con la “desindexación” respiramos con alivio. Ya nos lo aclararán, cuando la notemos en los bolsillos.
Y todo esta representación pulcramente teatral es para intentar explicar (¿) pretenciosos nuevos planes de reformas para la estabilidad y la transparencia (¿) de nuestra economía, hundida a pesar de tantas medidas, tal como exige Bruselas para conceder mayor flexibilidad en los objetivos del déficit. Al final nos conceden dos años más para “cuadrar” nuestras cuentas. Así, el Gobierno se permite desarrollar las llamadas ocho reformas clave que nos conducirán el año que viene (todo se pospone para el año próximo) hacia la recuperación y la recogida de beneficios. Además, todo ello se envuelve con las grandes palabras seudotécnicas de reformas fiscales y financieras, lucha contra la morosidad, factores de sostenibilidad, transparencia, nuevos tributos medioambientales y especiales, prima de riesgo, confianza del mercado, etc., con las que respiramos plenamente adormecidos. Este Gobierno sabe lo que hace y, lo que es peor, está convencido de ello. Nos chupa la sangre, diga como lo diga. Pero podemos respirar tranquilos.
Se trata de una nueva versión para una vieja película de miedo: ya Hyde-Mariano no tiene ni que hacerse visible para amedrentarnos, aunque adopte la forma del educado doctor Yekyll-Rajoy en su próxima comparecencia en el Congreso. The end.