Visto está que a Woody Allen no le entiende cualquiera, y eso no sólo se nota en su cine, su “vida pública” tampoco es muy tópica, pero eso es otra historia.
Aunque Allen ya no suele ser el protagonista de sus películas, siempre encontramos en ellas ese personaje que suele ser él, a pesar de tener diferentes caras, el tipo Allen no deja de salir en ellas, a veces como protagonista y otras como un personaje más. En Irrational Man, encontramos en el personaje interpretado por Joaquin Phoenix, a ese inseguro, deprimido, inteligente y apocado Allen.
Con Irrational Man, Allen vuelve a cuestionarse la moralidad, y es que es un tema recurrente en su filmografía, pero parece que quiere llevarlo más allá, ya que choca con la justicia o con la idea de ser un héroe. En esta historia parece convertir en correcto lo incorrecto.
Pero en ella también encontramos un componente fundamental que suele o solía sorprendernos, el azar. No hay nadie que utilice este recurso tanto como Allen, puede que quizás Hitchcock, aunque este último lo hacía de una forma menos evidente.
Al otro lado encontramos a la joven, soñadora y algo creída estudiante interpretada por Emma Stone, que sin quererlo es quién propicia los acontecimientos que llevaran a cuestionar hasta donde estamos dispuestos a llegar para cambiar una situación ajena, y si eso es moral y justo.
Otro componente que nos muestra Allen es esa excitación que encontramos al hacer algo que sabemos que no esta bien, pero que deseamos hacer, ya sea por sentirnos rebeldes, o por sentirnos héroes. Ese pequeño cosquilleo que nos provoca y nos hace sentir vivos. En Irrational Man, nos cuestionamos a nosotros mismos, a través de la vida de un amargado profesor de filosofía, que pese a comprender y analizar a grandes filósofos no consigue encontrarle un sentido a su vida hasta caer en algo tan banal como inmoral.