Santa Teresa de Jesús murió la noche del 4 de octubre de 1582, curiosamente el mismo día en que el calendario juliano fue sustituido por el calendario gregoriano en España, por lo que ese día pasó a ser viernes 15 de octubre. Su cuerpo, enterrado en el convento de la Anunciación de Alba de Tormes, fue exhumado el 25 de noviembre de 1585 (el 4 de julio de 1583 según otras fuentes). Según cuenta la leyenda, al abrir el ataúd, el cuerpo estaba entero y los vestidos podridos.
Por razones que no alcanzo a entender, el carmelita Gracián de Dios mandó separar del cuerpo de la santa la citada mano, llevándosela consigo, y entregándosela como un preciada joya a las Carmelitas Descalzas de San José de Ávila primero, y a las Carmelitas de San Alberto de Lisboa después. En otro inexplicable acto de fervor religioso (al menos desde mi óptica racional), el padre Gracián le cortó el dedo meñique a la mano y, según su propio relato, lo mantuvo con él hasta que fue hecho prisionero por los turcos, que se lo arrebataron, y el cual consiguió recuperar pagando como rescate unas sortijas y 20 reales de la época.
La mano permaneció en Portugal desde 1599 hasta 1920. En esta fecha, las monjas que la custodiaban, huyendo de la revolución que en 1910 depuso la monarquía en el país vecino, la trajeron consigo de nuevo a España. En 1924, fue trasladada al recién inaugurado convento de las Carmelitas Descalzas de Ronda. Nada más comenzar la Guerra Civil, el 29 de agosto de 1936, la mano fue requisada por los republicanos. En febrero de 1937, cuando las tropas golpistas tomaron Málaga, encontraron la reliquia en una maleta olvidada por el general republicano Villalba Riquelme. Pero, en lugar de ser devuelta a sus legítimas propietarias, fue llevada a Burgos, donde Franco no dudó en apropiarse de ella. El capellán del Asilo, padre Rendón, justificó el expolio e intentó consolar a las Carmelitas con la siguiente frase: "La mano no se pierde, se va con el Caudillo para guiarle en la conducción de la Patria".
Las monjas, lejos de rendirse, convencieron al obispo de Málaga, don Balbino Santos, para que en su nombre remitiera una carta al jefe de Estado, solicitando la devolución de la mano. Franco se negó, justificando los motivos que le llevaban a tomar tal decisión en una carta firmada por su secretaría particular, un extracto de la cual tenéis bajo estas líneas. Llama la atención el sentido del humor que muestra el autor al final del primer párrafo, aunque sospecho que a las monjas a las que iba dirigida la carta, no les debió hacer la misma gracia...
Franco debía atribuir a la mano alguna especie de poderes sobrenaturales que le protegían (?), por lo que procuró no separarse nunca de ella, incorporándola a su séquito oficial, incluso durante sus desplazamientos oficiales por la península, y en los períodos de veraneo en San Sebastián o en el Pazo de Meirás. Para comprender hasta qué punto el dictador sentía fervor por el amuleto, y valorar la intensidad con la que le rendía culto, nada mejor que conocer la ubicación que Franco eligió para la reliquia dentro del Palacio de El Pardo, su residencia oficial: su propio dormitorio, sobre un reclinatorio. No me cuesta trabajo imaginármelo arrodillado frente a ella, rezando y pidiendo la intervención de la santa y su ayuda para acabar con todos los que no pensaban como él... El diario ABC publicó en 2005 un artículo sobre el palacio que incluía varias fotografías tomadas ese mismo año. Una de ellas corresponde a dicha estancia, en la que aún se conserva el reclinatorio. Podéis echar un vistazo aquí y aquí.
Cuando en 1975 Franco cayó enfermo de trombo-flebitis, se negó a ser trasladado al hospital, y ordenó convertir su habitación de El Pardo en una unidad de cuidados intensivos. Personalmente opino que tomó esta decisión confiando en la benefactora protección de la mano, y que ello precipitó el desenlace que todos conocéis. Posiblemente, no se habría podido evitar su muerte de ninguna manera, dado su delicado estado de salud, pero dice mucho acerca del temor que despertaba Franco hasta en sus más cercanos colaboradores: nadie, absolutamente nadie, tuvo valor para decirle que se equivocaba, hacerle ver que su comportamiento era temerario y que podía costarle la vida.
Tras su muerte, la mano de Santa Teresa fue devuelta a la congregación religiosa, y actualmente se encuentra en el convento de la Merced de la ciudad de Ronda, Málaga. Pero no penséis que es la única reliquia que conserva la cristiandad: el mismo convento posee también su ojo izquierdo. El pie derecho y parte de la mandíbula superior están en Roma, la mano izquierda en Lisboa, el brazo izquierdo y el corazón, en la iglesia de la Anunciación de Alba de Tormes. En el altar mayor de esta misma iglesia, se conserva lo que queda de su cuerpo dentro de un arca de mármol jaspeado. También se custodian dedos y trozos de carne esparcidos por todo el país y algunos puntos del extranjero... ¡¡Es algo inaudito!!
Por cierto, cuenta El Mundo una curiosa anécdota acerca del otro brazo de la santa, también incorrupto: una peregrinación de carmelitas viajó a Estados Unidos a visitar a unas correligionarias, y para darles una alegría mística, se llevaron el brazo con ellas. Cuando el barco llegó a Nueva York, tuvieron que rellenar un cuestionario en la aduana, y al no encontrar en el arancel una partida de reliquias religiosas, el funcionario puso una cruz en "conservas y salazones".
La idea del post la tomé del volumen titulado "Franco", nº 8 de la colección "Tu historia de hoy", del genial Antonio Fraguas de Pablo "Forges", y publicada por LIBROS Y PUBLICACIONES PERIÓDICAS, 1984 S.A. (4ª edición de marzo de 1988).
Fuentes:La voz de Galicia, Wikipedia (esta y esta), ABC (esta y esta), Cervantesvirtual, El Mundo, Gibralfaro.