El islam promete a sus fieles en este mundo el señorío terreno y el disfrute del botín tomado al enemigo, y en el otro ríos de leche, miel y vino, amenos jardines y manantiales, nobles vestidos y bellas esposas. Todo ello con la única condición de que se sometan a Alá sin reservas.
Cristo advirtió a sus discípulos que serían despreciados, que no son del mundo y el mundo los odia. Y asimismo, que la carne esclaviza y la verdad libera, por lo que hay que negarse y morir en la carne para renacer en la verdad.
La divisa del islam es: somete tu espíritu y liberarás tu cuerpo; obedece al Único y hará que todos tus deseos sean legítimos. La del cristianismo es diametralmente opuesta: somete tu cuerpo y liberarás tu espíritu; obedece al Único y no desearás nada distinto de Él.
El cristianismo y el islam son tan radicalmente contrarios que Nietzsche pudo vilipendiar el primero y elogiar el último, evidenciando con ello que nada tenía contra la religión que adora a un solo dios, pues toda su contienda se dirigía contra Cristo.