El jefe

Publicado el 06 septiembre 2015 por Amber

Hay personas a quien no se les puede otorgar poder, se crecen y avasallan cuando lo tienen, en cualquier esfera de la vida. Deberíamos tener precaución con las personas a las que se le otorgue poder, porque el poder por alguna razón que se me escapa, cambia a la mayoría de las personas, inmediatamente después de tomar posesión de su cargo se creen superiores. No comprenden que todos somos iguales y estamos aquí para un mismo fin. Me entristece cuando veo cómo algunas personas con ciertos cargos abusan de sus semejantes. La prueba suprema de virtud consiste en poseer un poder ilimitado sin abusar de él. (Thomas Macaulay (1800-1859)

Sería tan fácil convivir con personas sencillas y sensatas tratando de cumplir la regla de oro en sus vidas; no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti). Quizás no se den cuenta que la vida es cíclica y que de la noche a la mañana las tornas pueden cambiar, es cuestión de tiempo que esas personas a lo largo de su vida encuentren la horma de su zapato, La Justicia Divina se encargará de ello. Cuanto más poder se tiene menor es la libertad y cuanta más categoría, mayor debe ser la servidumbre, el mérito no sólo está en poder subir, sino también en saber bajar, todo en su justa medida. Sería fantástico encontrar a tu paso por la vida a personas cuyo trato con sus semejantes se basara en igualdad, cariño, humildad, en un trato exento de prepotencia; aseguro que hasta desde un punto de vista egoísta se conseguiría mucho más. Cuando el poder del amor se imponga al amor por el poder, el mundo conocerá la paz (Jimi Hendrix). Y de nuevo recurro a nuestro sabio refranero español y te digo: ni pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió, es increíble, pero cierto.

Un hombre vuela en un globo, cuando de repente, se percata de que está perdido, maniobra y desciende lentamente hasta que divisa a alguien en la calle y le grita: Disculpe! ¿Podría usted ayudarme? He quedado a las dos con un amigo, llevo media hora de retraso y no sé dónde me encuentro.

Claro que sí – le contesta – se encuentra usted en un globo de aire caliente flotando a unos treinta metros de altura, entre los 40 y 42 grados de latitud norte y entre los 58 y 60 grados de longitud oeste.

Es usted informático, ¿verdad? – Pregunta el del globo.

Sí señor. Lo soy. ¿Cómo lo adivinó?

Es simple, porque todo lo que me ha dicho es “técnicamente” correcto, pero “prácticamente” inútil. Continúo perdido y voy a llegar tarde a mi cita por qué no se qué hacer con su información.

Y usted es jefe ¿Verdad? Preguntó el de la calle.

Sí señor ¿Cómo lo ha sabido?

Es muy simple. No sabe ni dónde está, ni para dónde va… Ha hecho una promesa que no puede cumplir y espera que otro le resuelva el problema. De hecho se halla exactamente en la misma situación en que estaba antes de encontrarnos… salvo que ahora, por alguna extraña razón…. ¡La culpa es mía!

Como decía la abuela de mi amigo Ricardo… si quieres conocer a Juanillo, dale un carguillo.