Casi parece una historia de cómic, un relato elaborado para un guión de Pepe Gotera y Otilio o de Mortadelo y Filemón. Un vodevíl de tercera categoría en el que se mezclan los elementos de la España del Buscón y el humor de Pajares y Esteso, pero sin tetas.
Pero en este tipo de historias hay que intentar rascar. ¿Cómo puede ser que empresarios más o menos inteligentes, con experiencia y capacidad racional, con años en su espalda de lidiar con trepas e impresentables fueran timados por un chaval cuya única habilidad era mostrar un desparpajo de dimensiones épicas?. Podemos creer que los empresarios españoles tienen muchas personas idiotas, y nos quedamos ahí y echamos unas risas a costa de los que tienen dinero, lo que nos hace sentirnos mejor.
Yo prefiero partir de que en cualquier colectivo hay tantos idiotas y gente inteligente como los colectivos a los que yo pueda pertenecer. Prefiero partir que todo profesional, y un empresario lo es, no comete errores de bultos gratuitos a menos que tenga todos los incentivos para hacerlo. Los empresarios timados por Nicolás ni son idiotas, ni respondieron de forma distinta a como están acostumbrados.
España trata muy mal a quien no se arrima al BOE y trata con mimo a quien logra aproximarse a él. La economía del BOE, de aquellas empresas que logran un proyecto público fuera de las líneas de concurso, que logran tener una asignación a un proyecto en base a quien conocen en la administración, es la economía de una parte importante del país. Nos guste o no, muchas empresas saben que sus directivos han de pasear por Madrid por donde se mueven algunos políticos porqué es allí donde pueden hacer los negocios. Es allí donde pueden colarse en algún viaje de negocios de algún ministro, o es allí donde se consigue información privilegiada. Es allí donde la relación personal de secretarios de estado y dirigentes políticos con determinados directivos se cocinan muchos negocios. No digamos si además consiguen la amistad con la casa real.
No estoy hablando de nada ilegal, las redes clientelares y de favores no lo son. Los que la componen saben como trazarlas, como moverse en las fisuras de la legalidad que siempre existen. Total desayunar con alguien no es delito, dejar caer que tu empresa es muy buena para ese proyecto tan magnífico que tienes no lo es. También hay concursos, y muchos son totalmente limpios, pero es innegable que la arbitrariedad de la que se goza para diseñar algunos de estos o la arbitrariedad para decidir a dedo determinados gastos hace o la filtración de información que algunos procesos de gasto público permitan esas redes clientelares.
Esto ocurre en todo el mundo, pero las redes clientelares de algunos países europeos son bastante más limitadas que las que tejemos por estos lares.
Los empresarios timados por el pequeño Nicolás todo esto lo saben y lo han vivido. Han visto como más de una vez algún partido político ha puesto un joven advenedizo cuya única virtud es obedecer muy bien a su jefe político es la puerta para acceder a esa economía del BOE. Más de una vez han tenido que agasajar a ese tipo de personajes, llevarlos a restaurantes caros, pasarles un pequeño anticipo o hacerles la pelota para poder llegar al “decision maker” al que quieren llegar.
Saben la calidad de los cuadros intermedios que se encuentran. La selección inversa que se produce en los partidos, y como más de una vez enfrente han tenido a un completo gilipollas pagado de sí mismo pero que era la puerta adecuada. Los empresarios timados por el pequeño Nicolás identificaron que este era un joven gilipollas pagado de sí mismo, que algo faroelaba. Y es que muchas veces la puerta a la economía del BOE pasa por determinados personajes parecidos a Nicolás que son la puerta a otros personajes aún más oscuros.
El problema no es Nicolás, al menos, el chaval ha mostrado que yendo de farol se llega muy lejos. El problema es la red clientelar que se teje alrededor de la economía del BOE, del famoso club de los puentes aéreos, de esas élites económicas y políticas que entretejen proyectos y negocios.
Y sí, hay solución. En otros países capitalistas con democracias parecidas a las nuestras existen estas redes pero tienen menor dimensión. Hay cambios en las instituciones que permiten un sistema donde nadie creería a Nicolás porqué nadie espera hacer un chanchullo de este tipo. El problema es que los cambios institucionales que hay que hacer, en el fondo, lo han de impulsar en gran parte los que hoy se benefician de estas redes clientelares. Y no lo harán.