Con el nuevo año me he propuesto marginar definitivamente una costumbre que me acompaña desde la adolescencia, y que es la estúpida manía de tener que acabar los libros a pesar de que ya no esté disfrutando con ellos. Siempre puedo inventarme el final, o acudir (como es este caso), a la versión cinematográfica. Pero ya no más, que el tiempo es finito y tratar de pelearme con el texto cuando ya me importa un pito es una estupidez de tamaño mega.
Vamos, que es una cuestión de lo que economía se conoce como "coste de oportunidad". Pocos recursos, muchas opciones. El recurso soy yo y mis horas de lector, claro.
Por tanto un poco más allá de la mitad y pico, he plantado a Ender, al que cogí un poco de cariño cuando con seis años se lo llevaron allende la Tierra a formarse como futuro líder-salvador a una estación espacial. Porque esto es -por si no lo saben- una distopía de una civilización casi tan poco apetecible que la de Los juegos del hambre, pero allí la tensión del relato se mantenía en toda la novela y , claro, pues te la acababas sin problema.
Estoy hasta ahí mismo de los juegos de combate en gravedad cero. Que me importan un bledo las estratagemas para impulsarse, que si con los pies, los pectorales o directamente con el culo.Que dimito, me dedico a otra cosa y ya veré la película en algún rato o aeropuerto perdido.