El Juego de la Oca: La simbología ancestral y enigmática del Camino de Santiago

Por Manu Perez @revistadehisto

El origen del Juego de la Oca, es incierto. Como algunos autores ponen de manifiesto existe una leyenda en la que, 3000 aC, un gran estratega troyano llamado Palamedes, hijo del rey de Ubea y nieto de Poseidón, al que se atribuyen diversos juegos,

“creó con el propósito de ayudar a los soldados a soportar el prolongado asedio, un entretenimiento consistente en un recorrido circular, procedente directamente de una formación de combate, en el que el destino y los dioses, regulaban la progresión de los jugadores”[1],

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aunque se dice también que podría haberlo hecho pensando en el futuro y accidentado viaje de Eneas hasta el Lacio.

El Juego de la Oca: La simbología ancestral y enigmática del Camino de Santiago

El escudo de Aquiles, descrito profusamente por Homero también, a algunos historiadores, les sugiere ser el precursor del Juego de la Oca. Aquiles usaba su escudo como tablero y, en el, se reflejaban la tierra, el cielo y todos los astros dispuestos en forma de danza ritual, poniendo de manifiesto la dualidad cósmica: principio-fin, Troya-Grecia, nacimiento-muerte.

El disco de Phaistos (Festos), descubierto en Creta y datado en el 2000aC nos muestra dos espirales (cara A y B) con 61 casillas o palabras, aún no descifradas con, entre otras, trece cabezas emplumadas seguidas de un escudo, que a algunos les parece una representación del juego troyano.

La oca, así como sus parientes cercanos los gansos y los cisnes, han formado parte de la mitología desde casi los orígenes. Aparece como animal sagrado de los drúidas. Ha sido utilizada pos los chamanes como montura para regresar a los infiernos, o en el sacrificio del caballo y, en la tradición china, el culto a la oca se vincula a la fidelidad conyugal y al sexo[2]. En Egipto, se asocia al faraón representando su alma (Kaa). A su vez, otros dioses como Geb la tuvieron como animal sagrado, productora del huevo del mundo (Magna Mater) y, por tanto, de la creación. El Hamsa, cuyo nombre deriva a Anser o Gans (ansar y Ganso), en la tradición religiosa de la India, es una oca sagrada, encarnación del Bodhisattva Siddhârta en los Jatâka y montura del dios Brahma[3]. En Roma, las famosas ocas capitolinas presentían el peligro y avisaban del mismo etc.

La oca y su pariente el cisne, ha aparecido además de en la grecolatina, en todas las demás mitologías: las escandinavas, germánicas o celtas han considerado sagrado a este animal que, como veremos mas adelante tiene una característica forma de terminación de sus patas. El mito del nacimiento del mundo a partir de su huevo es común a celtas, chinos, tibetanos, vietnamitas, hindúes, japoneses, cananeos, fenicios, egipcios etc.[4]

Ciertos lugares sagrados celtas, originalmente relacionados con la oca y, por extensión, con la Magna Mater, han dado lugar a la derivación sincrética cristiana. Tal es el caso de Villafranca de Montes de Oca y de su virgen patrona Nuestra Señora de Oca. La Magna Mater, origen de todo, es también para los celtas, mensajera del más allá y guía de los devotos en su peregrinaje a los santuarios.

Por otra parte, las ocas han estado presentes, como ente sagrado benéfico y sapiente, en la simbología de todas las religiones y culturas, tanto en representación pictórica y escultórica, como vivas; y en todos los tiempos, desde el capitolio de la antigua Roma hasta la Catedral de Barcelona, donde pasean sin trabas actualmente, y han sido usadas en las funciones tan variopintas, como para definir una forma de desfilar de los ejércitos prusianos de Federico el Grande, pero su simbología mas repetida ha sido la que la vincula a la diosa Cibeles-Rhea, considerada la reina de las aves y que toma la oca como animal que la acompaña y con el que, en ocasiones, se transmuta.

No olvidemos que Cibeles es la diosa que protege el camino de Eneas hasta el Lacio y que le llevará al objetivo final de la fundación de Roma. También fue la protectora de Augusto (considerado un nuevo Eneas) en Hispania es decir le protege en su camino a occidente.

Parece evidente que Cibeles y su transmutación en oca, protege al que inicia un camino para llegar a un objetivo glorioso

El Juego de la Oca, es un camino.

Llegar al final supone ganar. Pero ¿Qué es lo que se pretende ganar?

A partir de aquí y de la simbología de todas y cada una de sus casillas, surgen multitud de aplicaciones e interpretaciones, pero, todas ellas nos conducen al mismo sitio. Desde el mas elemental (ganar la partida) hasta los mas trascendentes (nacimiento trascurso de la vida y, si jugamos adecuadamente, llegada al paraíso). La llegada al supremo conocimiento, a la riqueza espiritual, a encontrar el tesoro humano y material, al amor…. El final deseado, viene dado por la superación de un camino espiral, plagado de dificultades, pero en el que contamos con la inestimable ayuda de la oca. Eneas y Augusto lo superaron ayudados por Cibeles, y consiguieron sus metas: Roma y Las Galias e Hispania

Pero el camino está siempre plagado de situaciones muy diversas y siempre duales. El propio tablero nos propone a primera vista una dualidad entre el cielo (espiral en círculo) y tierra (forma cuadrada del tablero), pero también este principio de dualidad, se manifiesta a lo largo de todo el juego/camino, con una continua lucha entre las dificultades y su superación, entre la voluntad y el azar de los dados y, sobre todo, entre el comienzo (exterior del juego) y el fin (interior—meta)

Santiago—Jacobo—Jacques —Jackque—Jack—Jar  (oca).

Cuenta la leyenda que un famoso maestro constructor pirenaico llamado Jacques fue llamado por el gran Hiram Abiff para encargarle la construcción del Templo de Jerusalén. De regreso a su casa en el Languedoc (lengua de Oc — ¿lengua de Oca?) crea una Fraternidad de Constructores que toma su nombre adaptándolo a las circunstancias[5]. El nombre del Maestro Jacques va derivando en Maestro Jack o Jar y se le atribuyen cualidades como “el más sabio”, “el que enseña” o “el Maestro Oca”. Esta fraternidad adopta

como símbolo de la capacidad operativa del espíritu sobre la materia”[6],

la huella de la pata de una oca con el fin de ser reconocidos por sus iniciados. Se hicieron llamar “Los Jars” y fueron conocidos como los caballeros que montaban el caballo de la cábala, el caballo del saber, y también se decía que montaban cisnes.

Estos constructores inicialmente instalados en los pirineos franceses inician, a partir del Inventio de la tumba del apóstol un camino basado en la construcción de edificios, iglesias y ermitas de oriente a occidente en las que dejan patente sus  conocimientos orientales, traídos en principio por su Maestro Jacques, y posteriormente por los caballeros templarios, con los que mantienen una alianza en el saber alquímico y cabalístico de tal manera que incluso muchos templarios ingresan en la Fraternidad de Constructores y viceversa.

Es a partir de aquí, cuando se inicia una teoría que nos habla de la creación por parte de los templarios y constructores del Juego de la Oca, vinculándolo al Camino de Santiago. Se empieza a construir, a lo largo del Camino, dejando huellas por doquier de la presencia de los Compañeros Constructores a través de su simbología, vinculada inequívocamente con el Juego de la Oca (espirales, patas de oca, laberintos, el pozo, presente en casi todas las catedrales e iglesias) y se adopta la curiosa frase “devider le Jars” que significa hablar en el argot de los iniciados. Sin ir mas lejos, el Camino principal en España se inicia en Somport y el primer pueblo que encuentra es Ansó (ansar), en el valle del mismo nombre, en cuya entrada se encuentra una oca junto a un caballo. Estamos hablando de la cábala. Muy cerca, en Siresa, en la iglesia de San Pedro existe parte de un laberinto iniciático construido para empezar en España el camino hacia Santiago

El Juego de la Oca y por tanto el Camino de Santiago, se empieza desde fuera (¿Francia?) para llegar, en su momento, a la suprema introspección, al conocimiento de uno mismo en el contexto del jardín de la oca, es decir de la sabiduría (¿Santiago y el apóstol?), pero también es posible que el Camino de Santiago supusiera para aquellos templarios y constructores cabalistas y alquimistas el camino que pondría a prueba al iniciado, antes de adquirir la capacidad de ser admitido en sus fraternidades. Por otra parte, y tal como sucediera con Eneas y Augusto, es un camino en una dirección: el Oeste y, en este caso, llegar a los confines del mundo conocido y enfrentarse a la mar tenebrosa auspiciados por Santiago—Jacobo—Jacques, y protegidos por la sabiduría alquímica y cabalística de la oca, es el fin.

Las similitudes entre el Juego de la Oca y el Camino, son muy abundantes. En los dos casos se intenta llegar al final, donde nos esperan las mieles de haberlo conseguido, pero para llegar, deberemos superar las pruebas que se nos plantean: El puente que agradecemos para no caer en manos de los facinerosos barqueros de los ríos; la posada donde se nos plantea la prueba de la molicie y en la que muchos de nosotros perdemos un tiempo precioso; el pozo sagrado donde se nos conecta con las woibres[7] y donde podemos caer por accidente, tanto en la edad media como en la actualidad; el laberinto en el que resulta fácil perderse, hoy seguramente menos, pero también en ocasiones; La cárcel, que entonces, como ahora aunque en otro sentido, nos puede mantener un largo tiempo fuera del Camino y por último, la muerte, posible siempre en cualquier circunstancia y previa a la consecución del objetivo final. Los dados (piedra cúbica y tallada— ¿filosofal?)  nos ponen en evidencia la dualidad ya apuntada, entre la voluntad y la suerte o destino y, las ocas, nos ayudarán siempre a recorrer el Camino, trasmutadas en la multitud de gentes con las que te encuentras y que facilitan tu peregrinaje.

El Camino  de Santiago en España debería hacerse, según Aymeric Picaud, en trece jornadas, es decir tantas como ocas aparecen en el Juego de la Oca y como cabezas emplumadas seguidas de escudo aparecen en el Disco de Festos y, no voy a plantear aquí el significado cabalístico de los números de las casillas, grupos, ordenes etc. del juego por ser excesivamente prolijo[8], pero puedo decir por experiencia propia, que el logro final supera siempre a las expectativas,  sobre todo en lo que concierne al conocimiento de uno mismo.

Topónimos que nos ponen en evidencia la relación entre el Camino de Santiago y el Juego de la Oca, podemos encontrarlos a cientos, relacionados con Jars tenemos a Nájera y el río Najerilla, Manjarres, puerto de la Pedraja, Castrojeriz entre otros, y con Oca tenemos Oco cerca de Estella, Ocariz, Oyon, Ocina, Ocararzo, Peña Oqueta, Oca, Nanclares de Oca, Leciñana de Oca, Villanueva de Oca, el río Oca,  los montes de Oca, Arralla de Oca, Santovenia de Oca, Oquillas, Laroca, Aldea Oca, pico de la Oca, San Esteban de Oca y muchos mas.

El camino de Santiago está plagado de topónimos que nos hacen pensar en el otro camino. El del Juego de la Oca. Y también sus edificios y esculturas recogen los símbolos que Compañeros Constructores y Templarios se han preocupado en dejar evidentemente expuestas a la posteridad, en principio con la espiral cabalística que posteriormente se sustituye, dadas las condiciones adversas para los iniciados, por el crismón; la huella de la pata de oca, aparece en multitud de iglesias, conventos y catedrales del Camino, el laberinto en formas espirales, cuadradas y dobles es otro de los símbolos que nos encontraremos, a veces semiocultos: El compás y la escuadra que se relacionan con el sello de Salomón, el árbol sagrado de la vida, a veces palmera, el triángulo de la cábala, la estrella de ocho puntas y el Abacus que usaron tanto el Gran Maestro Constructor como el Gran Maestre del Temple y también los templarios incorporan a la simbología del Camino los llamados “Bafomets”[9], monstruosas cabezas que aparecen en algunos frisos.

Hemos hablado de que la huella de la pata de oca, aparece en multitud de construcciones del Camino de Santiago, pero la mas significativa es la figura de un Cristo crucificado sobre una cruz de pata de oca que tenemos en Puente La Reina, en la iglesia de Nuestra Señora de los Huertos, con orígenes muy controvertidos, aunque podría tratarse de una donación germana. Las cruces templarias sobre todo las paté o célticas de ocho puntas o de Caravaca abundan el en Camino, pero esta en pata de oca es, seguramente, la mas especial.

Hemos llegado a Santiago de Compostela, pero todavía nos queda un corto camino hasta el “fin de la tierra”. Tenemos tres opciones: Finisterre o Promontorium célticum, lugar sagrado celta y romano; Noya (Noelia) teórico lugar de desembarco de Noé o ir a Padrón, a cuyas costas se supone llegó el cuerpo del apóstol y lo haremos pasando por el monte sagrado de los celtas (Pico Sacro), a través del puerto de la oca. En Padrón, antigua Iria Flavia, existe también un cementerio en la Colegiata de Santa María, en cuyas tumbas hay profusión de patas de oca grabadas en las lápidas.

El Camino de Santiago, en la edad media o actualmente, es algo que no deja indiferente a quien lo recorre. No conozco a nadie que lo haya hecho, que no se haya quedado “colgado”. Por otra parte, su simbología esotérica no puede ponerse en duda y, como en el Juego de la Oca, puede decirse hasta para el mas conservador, que se trata de un camino iniciático.

Con más de doscientos kilómetros caminados llegamos, después de una penosa etapa de treinta kilómetros a Villafranca del Bierzo, lugar donde pasaríamos la noche. Mis pies, como los de mis compañeros, llenos de ampollas desde hacía días, pedían descanso a gritos. Paramos a la entrada del pueblo, y sentamos nuestros sufridos cuerpos, en los escalones de la entrada de una pequeña iglesia del Camino. — ¿Queréis entrar? —es muy antigua—así nos hablaba un personaje alto y vestido con unos hábitos indefinidos.

Entramos en la iglesia llena de símbolos templarios pese a que nuestro guía no quería reconocerlo, y disfrutamos de su románico del siglo XII que incluía, según el personaje que nos la mostraba, haber atravesado una de las cinco “puertas del perdón” que existían en el mundo. Después de terminar el recorrido de la iglesia, decidimos comer algo antes de llegar al refugio de peregrinos.

Lo verdaderamente curioso es que, durante la comida pareció que todo mi cansancio había desaparecido. Mis pies parecían haber recobrado las ganas de volver a caminar. Miré a mis compañeros y descubrí en todos las mismas sensaciones. De hecho, decidimos continuar el camino afrontando la siguiente etapa, (subida a O´Cebreiro) considerada la más dura del Camino, sin haber descansado.

¿Qué nos pasó a las seis personas (a todas) que conformábamos el grupo? En muy poco tiempo, pasamos del agotamiento más terrible a la euforia más absoluta. Durante la siguiente etapa, mientras caminábamos, reflexionamos al respecto y llegamos a la conclusión de que nuestra recuperación se debía al rato que habíamos pasado en la iglesia.

Siempre se ha dicho que los templarios elegían escrupulosamente el lugar donde ubicar sus iglesias, buscando sitios en los que las diversas energías telúricas confluyeran, con el fin de conseguir en ellas un estado de vinculación con Dios mas profundo.

Mi capacidad de creer en estas cosas es muy limitada, pero lo que un grupo de seis personas sentimos ese día, por mucho que intente darle una explicación razonable, solo podría atribuirlo a un enigma más del Camino de Santiago y a la, sin duda, mediación de Santiago—Jacques—Jack—Jar—Oca.

Autor: César Tejedor Salguero para revistadehistoria.es

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Bibliografía

[1] Páez, Antonio (2000) El simbolismo del juego de la oca. Tempestas, Revista de Humanidades Nº 3 – Año XI. Págs. 56-62.

[2] Sterckx, D. (2015) Diccionario de símbolos. VVEE.

[3] Sterckx, D. (2015) Diccionario de símbolos. VVEE

[4] Páez, Antonio (2000) El simbolismo del juego de la oca. Tempestas, Revista de Humanidades Nº 3 – Año XI. Págs. 56-62.

[5] Martínez Vázquez de Parga´s, J (2008) Juego figuración y símbolo. El tablero de la oca. Madrid

[6] Rafael Alarcón, H. (1986) A la sombra de los templarios: Los enigmas de la España mágica. Claves secretas del Camino de Santiago. Martínez Roca, Barcelona

[7] Fuerzas telúricas subterráneas que, para los celtas hacían sagrados los lugares donde se producían

[8] Ver: Rafael Alarcón, H. (1986) A la sombra de los templarios: Los enigmas de la España mágica. Claves secretas del Camino de Santiago. Martínez Roca, Barcelona

[9] De baphe (baño por inmersión) y meteos (espíritu) de donde sería un recuerdo de un bautismo espiritual

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