"Si ese era todo el caos, entonces Italia debía de ser el país más hermoso del mundo. Eso pensaba Koichi Kawaguchi apenas hubo bajado del vuelo JL3476, que lo había recibido en el aeropuerto de Narita y lo había hecho aterrizar, entre incomprensibles aplausos de los italianos presentes en el avión, en una de las pistas de Roma Fiumicino."
Me gusta variar en las lecturas. Como a todos supongo. No hablo ya de clásicos o recién horneados, sino de las temáticas. Y hay alguna que me cuesta un poco más encontrar. Una de ellas sería la que roza el humor por eso es muy grato encontrar libros que nos hagan partícipes de su historia con una sonrisa en la boca. Hace unos días me topé con uno que venía precedido de éxito en el país natal del autor y que, de algún modo, me resultó atractivo por el tema que trataba. Hoy traigo a mi estantería virtual, El juego de las tres cartas.
Estamos en Pineta, un lugar tal vez no demasiado grande, o moderno. Allí tiene lugar un importante congreso lleno de Físicos y Matemáticos y, es justo en este entorno, que uno de los congresistas más famosos, muere de una forma sospechosa. La policía acudirá entonces al dueño del BarLume, encargado del catering.
Cuando abrí el libro y comencé a leer el viaje de un congresista y las miradas furtivas a los jóvenes cargados con pósters, el autor se ganó mi simpatía. No porque lo recordara o no, sino porque la descripción era tan certera y cercana, que parecía que estuviera yo sentada en una de las filas de espera del aeropuerto. Lo acompañé hasta el nombrado bar para conocer a su dueño y a esos clientes fijos que nos encontramos en este tipo de establecimientos. En este caso un grupo de jubilados que tienen por costumbre ir a diario, a la misma mesa, a jugar la partida mientras hablan de sus cosas. Conocidos todos descubrí el cuerpo no sin sorpresa y empezó la verdadera historia.
Porque hoy traigo un librito de apenas doscientas páginas concebido para entretener al lector. Lleno de descripciones sencillas y narrado de forma cercana, consigue que veamos los ambientes y personajes que pueblan este lugar. Nos descubrimos sonrientes, no de forma esporádica, sino casi en cada página, con las ocurrencias de cada uno y el marcado carácter conque se nos representan. Supongo que, sin tener mucho que ver, me recordó los tiempos en que leía novelas de misterio juveniles. No porque el libro en sí lo sea, sino porque consigue ese punto de complicidad y fluidez que tenían aquellos libros y que provocaban que las tardes se consumieran sin apenas darme cuenta.
Hoy traigo un libro divertido, con cadáver incluído, para pasar las tardes de invierno haciendo uso de la literatura del puro entretenimiento. No se trata tanto de descubrir al asesino como disfrutar del camino, que también es importante, y de no perder la vista la mesa que está a la sombra del árbol.
Y vosotros, ¿qué os ha hecho reir últimamente?
Gracias