El juego y la recomendación

Publicado el 09 septiembre 2010 por Alfonso


Si algún adolescente ha terminado sus vacaciones a la par que ha tomado la decisión de no volver a las aulas y abandonar la carrera de filología, en vista de que distinguir entre Bilbao y Bilbado no le garantiza ni un puesto de rotulista en una cadena de televisión; física, puesto que las únicas fórmulas de reciente descubrimiento y dignas de ser comentadas entre los amigos son las del amor y enamoramiento; ciencias políticas, o como los promedios no enseñan a gobernar sino a ganar y a que la gloria dure más que el rechazo en las urnas; estadística, pues el desarrollo se mide hoy por índices tan consumistas como el McDonald's (el precio del menú como identificativo del poder adquisitivo de un país), Ikea (la menor distancia del hogar a la tienda como pertenencia a una sociedad progresista) o Playboy (el tamaño de los pechos de sus fotografiadas
es inversamente proporcional al de las crisis); si ha descubierto que en realidad sirve más un padrino que un título y que España forma a universitarios para ocupar empleos propios de un estudiante de Formación Profesional, se encontrará con un mundo de alternativas: oenegés que le explotarán en países remotos con la coartada del saberse útil y conocer nuevas culturas; oposiciones que se convocarán muy de tarde en tarde; cursillos de formación acelerada que costarán un pico y le harán ser reclamado por la empresa propiedad del profesor -sobra decir que con contrato de prácticas no remuneradas, pero si de alta exigencia y concentración-; un autoempleo que le llenará de ilusiones y quebraderos de cabeza al menos los primeros años, o un mercado laboral que, aparte de enseñarle que el nivel de vida de la mayoría es incompatible con el de codicia de unos pocos, le hará ocupar, reforma socialista mediante -y gracias -, un puesto que no verá como suyo por mucho que así lo indique el cartel de la taquilla.
Las razones del exánime se habrán visto reforzadas hoy al saber que el problema patrio se encuentra en ser una de las economías menos competitivas del mundo (42.ª posición de las 139 que conforman el mundo estudiado por el WEF, el Foro Económico Mundial presidido por Klaus Schwab, según el informe The global competitiveness report 2010-2011), por delante de compañeros de viaje como Portugal (46.º) o Italia (48.º), pero muy lejos de Deutschland (5.º), Suomi (7.º), Nederland (8.º), Danmark (9.º), United Kingdom (12.º) o France (15.º). Claro que si después de sumergirse en el texto, las 70 páginas repletas de diagramas y tablas económicas, se deja llevar por los comentarios al margen de alguno de los economistas que han elaborado el mismo, como Jennifer Blanke, se enterará que la política de contratación y despido de su país se encuentra a sólo dos posiciones de ser considerada la peor del mundo, lo que redundará en los argumentos de su desencanto. (Ni que decir que el WEF se ha convertido en la máxima expresión del liberalismo y en una tribuna única para cualquier líder mundial que quiera lanzar una nueva propuesta: aunque a eso se le pueda llamar dar alas a los partidarios de la recién parida reforma laboral, lo cierto es que el organismo reparte palos y zanahorias según convengan las cifras y resultados más que los afectos.)
Así, nuestro estudiante a punto de dejar de serlo, que sabe que vive en una sociedad global y decadente -no se requiere una gran capacidad de reflexión para descubrirlo-, y en un país, en particular, de ciudadanos incompetentes -no hace falta estar todo el día con el transistor pegado en la oreja o devorando debates políticos para advertir la falta de liderazgo de sus clases dirigentes, trabajadores tan negados como el resto de paisanos-, se planteará que para qué seguir adelante con su acumulación de enseñanzas. Tal vez ayude en la orientación decirle que, en efecto, un título académico no le proporcionará más felicidad o mejor salario, pero al menos quitará la probabilidad de hacerse merecedor de él a algún futuro jefe suyo, quien siempre le podrá mandar sus tareas, cierto, pero no se verá colmado de razón por un diploma colgado en la pared del despacho.
Claro que con el adormecimiento de la sociedad -la certidud, o negación, de la exposición: la huelga del 29, a corto plazo, y la respuesta de las empresas al nuevo contrato laboral, a medio y largo- tal vez la recomendación le llegue mientras echa una cabezadita y despierte ex. Ex estudiante mañana; expatriado pasado mañana.

Klaus Schwab