¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Qué hago perdido en medio de este bosque de abedules y abetos, entre alces, osos, lobos y águilas? ¿Qué pinto yo navegando por lagos y ríos repletos de gigantescos lucios? ¿Y qué es este extraño objeto que tengo en las manos?
Recapitulemos.
Todo empezó con Montanelli y su Historia de Roma, a la que siguieron los Anales de Tácito y el Farsalia de Lucano. La constantes referencias en esos libros a las alianzas y guerras entre romanos y armenios me llevaron a Armenia en prosa y en verso, de Ósip Mandelstam. En ese libro quedaba más claro que en ningún otro cómo, para el gran poeta ruso, los asirios eran la encarnación del mal, lo que me hizo interesarme por aquella civilización milenaria. Me zambullí entonces de lleno en La epopeya de Gilgamesh, lo cual reavivó en mí el gusto por los grandes poemas épicos nacionales. Así, cuando en la biblio vi esta edición del clásico finés, no me lo pensé dos veces, y tan grata fue la experiencia que ahora estoy deleitándome con el Cantar de los nibelungos.
Como veis, el camino no ha sido del todo recto sino más ben un zigzag a veces un poco forzado. Pero eso sí, estoy saboreando hasta el último recodo.
La cultura finesa es relativamente desconocida entre nosotros. Ello se debe, sin duda y en primer lugar, a la dificultad de la lengua, una de las cuatro lenguas oficiales de la UE que no pertenecen a la familia indoeuropea. Además, se trata de un país de apenas cinco millones y medio de habitantes, de los cuales la mitad, hasta mediados del s. XX, se dedicaban a la agricultura. La posición del país como uno de los más prósperos de Europa es, pues, muy reciente. También es reciente la historia de Finlandia como estado independiente, dado que durante ocho siglos formó parte de Suecia, y a continuación, del Imperio Ruso.
Curiosamente, fue la Revolución de Octubre y su Declaración de los Derechos para los Pueblos de Rusia la que llevó la independencia a Finlandia por primera vez en su historia. La rapidez en hacer uso de ese derecho antes de que Rusia cambiara de opinión se debió, entre otros, al ingente trabajo previo de Elias Lönnrot, que, con su pasión por la lengua finesa, contribuyó de manera notable al movimiento nacionalista finés. De hecho, se considera que el Kalevala, su obra cumbre, fue una pieza decisiva en la formación del sentimiento de identidad nacional finés.
Lönnrot, aparte de médico y reconocido botanista, era un apasionado de la filología y la poesía tradicional popular. Tanto es así que un buen día hizo la maleta y se puso a patearse el país de arriba abajo en busca de material para la Sociedad de Literatura Finesa, creada en 1831.
Lönnrot fue así recopilando fragmentos del Kalevala, que le llevaron a publicar una primera versión de la obra en 1835, conocido com El Viejo Kalevala. El Kalevala que conocemos hoy es considerablemente más extenso que aquél, dado que Lönnrot no dejó de investigar y recopilar material. Así, tras la publicación de la primera versión de la obra, realizó cinco viajes más, hasta completar once en total, a lo largo de quince años. Arhippa Perttunen, Juhana Kainulainen u Ontrei Malinen son algunas de las personas que pasaron a la historia por cantarle a Lönnrot fragmentos del poema.
Respecto a la obra, digamos en primer lugar que el Kalevala me confirma en mi teoría de que los grandes clásicos no son sólo accesibles y enormemente amenos, sino que además parecen dirigidos primordialmente al lector juvenil, cuando no infantil. Una vez más, se equivocan quienes piensan que obras como ésta son sólo aptas para eruditos y otros bichos raros. La lectura del Kalevala me ha producido una impresión parecida a la que tuve cuando leí el Orlando Furioso: lamentar no haberla leído muchísimo antes.
El Kalevala está considerado una epopeya nacional. Sin embargo, el lector no tarda en percibir que esta maravillosa obra está más cerca de los cuentos de hadas que de de la Ilíada, el Cantar de Mio Cid, o el Cantar de los nibelungos. De hecho, en muchos momentos tenemos la sensación de que lo que estamos leyendo no es sino un larguísimo cuento de hadas.
Así, magia y fantasía están presentes en cada verso de la obra, que, pese a estar fuertemente influida por el cristianismo, parece estar asimismo imbuida de creencias animistas y chamánicas y de una concepción de la palabra como poderosa obradora. Nos dicen Joaquín Fernández y Ursula Ojanen en su interesantísima e imprescindible introducción:
El objeto de la magia (...) era el conocimiento de las "palabras de origen", es decir de aquellos términos que por el solo hecho de nombrar cosas, fenómenos, los explican sin más, y los explican suficientemente. (...) Nombrar las cosas es crearlas, integrarlas en el espacio interior y exterior del ser humano. (...) [El Kalevala] incluso llega a convertir la búsqueda de la palabra mágica en acción, propiciando aventuras y desventuras cuya finalidad es el halazgo de ocultas fórmulas, sortilegios, invocaciones, palabras en suma, que revelen el origen de las cosas...
Como muestra de lo dicho, leamos las primeras líneas del poema:
Me está rondando un deseo,la idea viéneme a la mentede comenzar a recitar,declamar términos sagrados,entonar cantos familiares,viejas canciones de la raza;palabras fúndense en mi boca,palabras que cayendo lentas,precisas llegan a mi lengua,entre los dientes se disipan.
A partir de este momento, asistimos al mito finés de la creación, donde la Hija del Aire baja al mar y, fecundada por el viento y las olas se finge la madre de éstas. Llega entonces un pato que construye su nido y pone los huevos sobre la rodilla de la madre del agua. De ahí resbalan, se rompen en pedazos y éstos se convierten en la tierra, el cielo, el sol, la luna y las nubes.
En el mágico mundo del Kalevala, animales y árboles hablan con los héroes, que a su vez pueden ser descuartizados y resucitar mediante conjuros, o pasarse una temporada tan ricamente en el estómago de un gigante. Escuchad si no a Väinämöinen hablando desde el interior del gigante Antero Vipunen:
Pues yo me encuentro bien aquí, resúltame grata la estancia;el hígado reemplaza al pan,el sebo le da gusto al hígado,los bronquios hacen buena sopa,las grasas un sabroso plato.Ahora voy a instalar mi yunquede tu corazón en la carne,a dejar caer el martilloen tus partes las más sensibles,para que no te escapes nuncasin haberme dado las fórmulas,los poderosos exorcismos...
Los personajes, arquetipos que nos recordarán a otros mitos clásicos, son para la cultura finesa como de la familia. Desde el héroe principal, el barbudo Väinämöinen con su música mágica, hasta Mana, la deidad de la muerte, pasando por el ligón Lemminkäinen o el desdichado Kullervo y su trágico destino, son todos tan interesantes que uno disfruta leyendo simplemente el índice de nombres.
Por su parte, la historia muestra en todo momento su carácter de epopeya "popular" más que "nacional", al carecer de "una estructura dramática principal que se impone clara e ininterrumpidamente a los elementos secundarios por inesenciales, anecdóticos o simplemente triviales." En otras palabras, a diferencia, por ejemplo, de la Ilíada o el Cantar de los Nibelungos, ambas con una línea argumental básica muy sencilla y definida, el Kalevala está compuesto de cientos de historias y episodios sueltos unidos por la relación entre los personajes y, sobre todo, por el buen hacer de Lönnrot, quien, además de recopilar los versos, se entregó a la ingente tarea de construir con ella una historia que tuviera unidad y coherencia. Pero en cualquier caso, resulta tan difícil como inútil intentar resumir el argumento prncipal de la obra. El Kalevala es una obra para leer, releer, disfrutar, estudiar y vivir.
"Existe una literatura kalaevaliana, una música kalevaliana, una pintura kalevaliana, y, sobre todo, un "sentir" kalevaliano que impregna todos los ámbitos del espíritu nacional."
Disfrutad aquí de una breve versión del Kalevala en imágenes.
No podía pasar por alto la mención a la constante presencia de un misterioso objeto con extraños poderes, que nunca son del todo revelados. Se trata del sampo, una especie de molinillo mágico que producía grano, sal y moneda. La naturaleza del sampo sigue siendo, aún hoy, un misterio para antropólogos, historiadores y kalevalistas.
Finalizado el tercer día,
Ilmarinen se asomó a ver
el fondo ardiente de la fragua;
el sampo estaba ya forjado,
surgía la cubierta ornada.
El gran martillador eterno
púsose a batir el metal,
a golpearlo con ardor;
así forjó el famoso sampo,
también molino que molía
harina, sal y hasta moneda.
Remitiéndonos de nuevo a la introducción:
¿Es el sampo un símbolo del sol, de la fertilidad de la tierra?, ¿una superación imaginaria de los entonces rudimentarios instrumentos de explotación agríola, algo así como un avance tecnológico? Poco importa. La función que cumple como objeto de discordia, de persecución, eleva a un alto tono la tensión dramática de muchos episodios, y eso basta.
Como ya he señalado, la influencia del Kalevala en la cultura y la sociedad finesa, tanto a lo largo del siglo XX como hoy en día es inmensa. En música, sin ir más lejos, existen grupos de rock y heavy metal fineses cuyas canciones están basadas en historias del Kalevala. Pero esta influencia ya se dejó sentir hace más de un siglo, cuando el gran compositor finés por excelencia, Sibelius, compuso varias de sus obras sobre motivos y personajes del Kalevala. Una de sus primeras composiciones fue Kullervo, uno de los personajes más trágicos de la obra, y a quien ya me he referido antes. Os dejo con él.