El laberinto de la ausencia (8): lecciones de historia contemporánea.

Por Chemacaballero

Durante años Gadafi había sido uno de los terroristas internacionales más notorios. Enemigo público número uno. Pero su país, Libia, tiene petróleo y eso no se podía desaprovechar, así que con la llegada del siglo XXI se inició un acercamiento diplomático hacia él. A Gadafi también le convenía romper el aislamiento y el embargo al que Occidente le tenía sometido, por lo que optó por la vía de la reconciliación y empezó a dar pasos en esa dirección: en 2003 reconoció la responsabilidad de su gobierno en el atentado de Lockerbie (una bomba estalló en un avión de la Pam Am sobre esa ciudad escocesa matando a 270 personas), aceptó el pago de indemnizaciones, formalizó su presencia en la liga de la “lucha contra el terrorismo” de George W. Bush y ofreció suculentos contratos petrolíferos a las potencias internacionales. Por ello la ONU levantó el embargo a Libia en septiembre de 2003 y la Unión Europea desbloqueó sus sanciones en octubre de 2004. Finalmente, los Estados Unidos borraron a Libia de su lista de países terroristas en 2006.
Un nuevo clima de relaciones internacionales se imponía pese a las continuas advertencias de Amnistía Internacional sobre la situación de los derechos humanos en el país o la probada responsabilidad directa de Gadafi en los conflictos africanos.
El primer mandatario occidental que visitó a Gadafi en su nueva faceta fue el Presidente del Gobierno español, José María Aznar, el 17 de septiembre de 2003. Esta premura del Presidente venía, seguramente, de la presión ejercida por empresas como Repsol, ansiosas de hacerse con los contratos petroleros del país. Aznar no dudó en deshacerse en elogios hacia el Presidente Libio en aquella ocasión y este, en agradecimiento, le regaló un caballo.
Más tarde, en 2007, Gadafi visitó España y fue recibido con todos los honores. Viajó con un séquito de 300 personas entre las que se encontraban las treinta vírgenes de su guardia personal. Primero plantó su jaima en Sevilla (para una visita privada) a donde acudió Aznar a saludar a su amigo y cenar con él en un hotel hispalense donde hubo que sacrificar un cordero, según la usanza islámica, para que Gadafi pudiera comerlo. La amistad Aznar-Gadafi se ha prolongado en el tiempo y el año pasado el yerno del ex presidente invitó al hijo del dictador, Said al-Islam (el mismo que el día 21, en la televisión libia, amenazó de muerte a todos los que se opusieran a su padre), a cazar en una finca de Aldea del Fresno, en la provincia de Madrid. A ese evento, según la crónica social del momento, acudió lo más grando de la jet española escrupulosamente escogido por Alejandro Agag que se gastó unos 160.000 euros en la jornada.
Tras el fin de semana en Sevilla, Gadafi se trasladó a Madrid, para la visita oficial, y plantó la tienda en los jardines del Palacio del Pardo. En esta ocasión fue recibido por el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, por el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, y por el rey.
La visita fue corta pero fructífera ya que aumentó la venta de armas de España a Libia en un 7.700% [no me he equivocado al escribir la cifra]. En el año 2008, se vendieron armas a Libia por un valor de 3,84 millones de euros, especialmente bombas, torpedos, misiles, granadas, minas (a pesar de que el tratado de Ottawa de 1999, del que España es signataria, prohíbe su fabricación y venta)… En 2009, Libia fue el segundo país destino de las exportaciones españolas de materiales de doble uso (aquel que, por su naturaleza, puede tener usos tanto civiles como militares). Por cierto, el primer país fue, sorprendentemente, Irán.
Todavía no tenemos datos de 2010, pero seguro que Libia ha seguido ocupando uno de los principales puestos en el Top-10 de los compradores de armas españolas, al igual que Irán.
Esto de la venta de armas parece que va paralelo a los contratos de Repsol. Libia es el segundo de nuestros proveedores de petróleo, mientras que el primero es Irán.
Ahora, de repente, nuestro gobierno se da cuenta de que lleva años haciendo negocios con un dictador y criminal, se despierta de su sueño, recuerda su retórica pacifista y decide que en ya no le vende más armas a Gadafi. Justo toma la sabia decisión cuando este ya ha comprado las suficientes para aniquilar a su pueblo, como estamos viendo.

Por su parte, Aznar ha declarado su apoyo a las revueltas civiles que viven países del norte de África como Libia, con el fin de que la democracia gane la batalla a la “autocracia corrupta” de líderes como Gadafi o Mubarak y la “teocracia totalitaria” que quiere implantar el fundamentalismo islámico.
Como sigo igual de confundido que de costumbre os dejo con el éxito más conocido de Fela Kuti, Zombie, una canción dedicada a los soldados nigerianos que sostenían la dictadura militar.