Los investigadores se decantaron por este pez para el experimento porque tiene una buena visión y es capaz de detectar parásitos en otros peces y atraparlos con su boca. Es decir, esperaban que el animal pudiera ver un punto inusual colocado en su cuerpo y quitarlo, si es que se daba cuenta de que el ejemplar del espejo era su reflejo.
De esta forma, el equipo colocó 10 peces en tanques individuales con un espejo. Al principio, los peces, que son territoriales, reaccionaron atacando su propia imagen, ya que la confundían con un extraño acercándose osadamente a su territorio. Pero después de unos días, su comportamiento cambió de forma extraña. Los peces iniciaron un baile, algo no muy frecuente en una especie solitaria.
Llegados a ese punto, los investigadores aplicaron una mancha de gel coloreado en las cabezas de ocho ejemplares, colocándolos de modo que solo pudieran verse en el espejo. Según explica la revista New Scientist, todos menos uno pasaron bastante más tiempo en posiciones donde el gel era visible en su reflejo. Y varios intentaron rascarse esa misma área de su cuerpo contra partes de su entorno.
Si este sencillo pez fue realmente capaz de reconocerse en el espejo, ¿significa que ha entrado en el exclusivo grupo de animales conscientes de sí mismos? Si es así, los autores señalan que quizás deberíamos replantearnos lo que consideramos inteligencia animal. De igual forma, si su comportamiento desvela otros procesos cognitivos, quizás lo que debería replantearse es la interpretación del famoso experimento del espejo consistente en que un animal vea su reflejo en el espejo.