Una venezolana, un americano, una francesa, una coreana y un alemán se introducen en los túneles del metro de Berlín… no, no es un chiste, es la propuesta de Andy Fetscher, un director de origen alemán dispuesto a presentarnos una claustrofóbica historia de supervivencia en la línea de The Descent (Neil Marshall, 2005). El subsuelo de la ciudad es un protagonista más y, tal y como sucedía en Londres en Creep (Christopher Smith, 2004) o en las catacumbas de París en Catacombs (Tom Cooker & David Elliot, 2007), descubriremos que bajo la capital germana se esconden secretos que quizá nunca debieron ser encontrados.Una película que empieza con una imagen de Alexanderplatz ya tiene muchos puntos para gustarme. Si lo que sucede a esta presentación es un seguido de imágenes de Berlín ya me tiene ganado del todo. Y si para colmo la entrada a los bajos fondos de la ciudad se hace a través del Tresor Berlin, una de las mejores discotecas del mundo en las que un servidor ha podido estar, es que la cosa promete. Jugando con una baza que siempre da resultado en pantalla como es el tema del nazismo, la cultura popular oculta que lo envuelve y los neonazis, la historia nos sumerge en el oscuro mundo del subsuelo berlinés y nos hace testigo de la lucha por la supervivencia de un grupo de aventureros que tiene que salvar sus vidas cuando una serie de inoportunos acontecimientos les hagan caer bajo las garras de un extraño hombre que dice habitar bajo tierra desde antes de la caída del muro y que se lo hará pasar muy mal, torturas en la línea de Hostel (Eli Roth, 2005) incluidas.La historia de supervivencia prima ante unos personajes planos y estereotipados cuyas actuaciones dejan mucho que desear, carencias que se ven sopesadas con un par de momentazos gore (véase el despellejamiento llamado “levantamiento de camiseta”) y un final que deja con cierto mal sabor de boca de la mano de un villano que resulta tan real como aterrador y que hace que en su conjunto el film funcione como puro entretenimiento al que la falta de altas dosis de horror y de hemoglobina hagan que parezca más un telefilm de sobremesa cuya historia flojea por momentos que un producto de serie B pura y dura. Aun y todo esto, se agradece que aunque de una calidad menor, sigan realizándose productos como este.Lo mejor: la propuesta y la estremecedora interpretación de Klaus Stiglmeier en la piel del neonazi depravado. Lo peor: la falta de la brutalidad típica de cualquier survival horror y la mala interpretación del resto de personajes hace que se vaya desinflando conforme avanza el metraje.