Transcurrió el tiempo y fui evolucionando hasta que me pilló por medio la huelga de controladores en aquel famoso 3 de diciembre de 2010. Fue con ese incidente cuando ví las posibilidades de Twitter: gracias a mi cuenta pude mantener informados a bastantes pasajeros y guías turísticos en Tenerife de lo que iba pasando. A la vuelta de mis vacaciones decidí involucrarme activamente y ver qué pasaba.
He tenido momentos de tal entusiasmo que mis amigos me decían que no soltaba el iPhone ni para mear, y sinceramente creo que tenían razón. Pero con el paso del tiempo, y a pesar de que es una red imprescindible ahora mismo para mí, sigo viendo comportamientos que me decepcionan sobremanera.
Hace poco se publicó un estudio que decía que tan solo 20.000 usuarios generan más de la mitad de los contenidos, y hubo quien cuestionó la veracidad de estos datos. A día de hoy yo no la cuestiono en absoluto, no hay más que ver el comportamiento tuitero.
La gran mayoría de quienes tienen una cuenta activa bombardean el TL con noticias pilladas de sus suscripciones RSS, no importa qué, no importa cuándo, no importa cómo, el caso es tuitear porque si paras, pierdes followers. Además hay un nutrido grupo de gurús que nos dicen continuamente, mediante artículos copiados de Yankilandia, cómo generar contenido de calidad, cómo ganar seguidores, cómo obtener más retweets, cómo comportarnos, cómo.... comiendo.
Otro número importante de tuiteros lo conforman los que están todo el tiempo midiéndosela, a ver quién la tiene más grande, y para ello tiran de Klout que se matan, que si fulano me ha dado puntos, que si yo he dado puntos a mengano, y todo ello en nombre de la reputación on line, que es un aspecto muy importante cuándo vas a vender o venderte. Lo que pasa (y prometo hablar de ello en otra entrada) es que para tener reputación on line que cuidar ha de existir previamente una reputación off line. Si eres humo físicamente, en humo digital te convertirás, ley de vida brother. Se puede engañar a todo el mundo una vez, se puede engañar todo el tiempo a una persona, pero no se puede engañar todo el tiempo a todo el mundo.
El caso es que, de esta forma, la esencia de las redes sociales que es compartir, se pierde, desaparece en Twitterland. Hay una enorme cantidad de tuiteros que leen una noticia de alguien a quien siguen y, en vez de retuitearla, entran en el enlace y, desde la propia noticia, la tuitean como si la hubieran descubierto ellos. Y a la persona que les ha hecho llegar la noticia que le den por el saco. Y es que Twitter está lleno de ególatras, los hay a patadas, florecen día a día.
Vía: Aqui hay tomate
Todos los días lo puedes apreciar en tu TL, el egoismo te rodea por todas partes como si fueses una @isla. Si me sigues, te sigo. Si me lees, te leo. Si me retuiteas, te retuiteo. Si me das kloutvitaminas, te vitaminizo yo también. Es como una especie de 69 tuitero.
Y aquí de lo que se trata, señoras y señores, es de compartir, de reconocer la valía de otras personas, de felicitar a quien lo merece, de criticar si es necesario, de informarse y de informar, de agradecer, de relacionarse, de retuitear, de ser honestos, de reirse y disfrutar, de ser uno mismo, y de conversar, que a algunos parece que les ha comido la lengua el gato. Es más, los hay que tienen tantos followers que pasan de ellos, "que me lean si quieren que yo bastante tengo con entretenerles".
Todo el que no entienda esto y lo asuma está condenado a fracasar, no importa cuándo, pero caerá, porque Twitter, querido/a lector/a, es una copia de la vida real. Si en tu vida de verdad no eres un buen amigo ¿qué te hace suponer que lo vas a saber en tu "yo" digital?. Si no sabes compartir fuera de internet ¿cómo demonios lo vas a hacer dentro?.
Estamos en Navidad, un buen momento para reflexionar, quizá el mejor momento para planificar el futuro, así que no lo desperdicies: mira tu perfil en Twitter y analiza qué publicas, a quién lees, quién te lee, y sobre todo, qué pretendes. Si la respuesta es dudosa, cambia. Si no lo haces, prepárate Darth Vader, que te espera un unfollow como una casa.