Jean le Flambeau es un ladrón condenado en la cárcel modelo de La Sobornost. Pero no es cualquiera, es un ladrón legendario que ha llegado a convertir el robo en un arte supremo. En esta prisión se ve enfrentado a múltiples personificaciones de si mismo en aras de recuperarse para la sociedad, y para ello debe resolver los jegos que se le plantean. Hasta un día, Mieli, la capitana de la nave Perhonen, llegará para hacerle una proposición que no podrá rechazar. Para conseguir el objetivo deberá recuperar los trocitos de su personalidad que, a modo de enigma, escondió en La Oubliette, una ciudad móvil.
¿Qué puedo decir? He quedado totalmente decepcionado con esta novela, pero no por ella misma, sino por mi. Con ella he comprendido definitivamente que soy incapaz de enfrentarme a novelas que requieran conocimientos físicos o matemáticos de tan alto nivel. Pero bueno, también es cierto que no todo, todo, es culpa mía. A mi entender existen ciertos factores que me han ayudado notablemente para llegar a esta conclusión.
He de decir que el tratamiento, casi metafísico, del tiempo que nos plantea el autor me ha resultado muy interesante y me ha hecho reflexionar en ciertos momentos, algo que con una lectura más pausada y, quizás con mayores entendederas por mi parte me hubiese hecho disfrutar mucho más la lectura.
Por otro lado, Rajaniemi nos ofrece varias historias dentro de la trama principal, algunas centradas en casos policiales a resolver por el detective, y otras a modo de flashbacks de experiencias anteriores de Jean que, en mi caso, me han terminado de descolocar por completo.
En definitiva, sin duda se trata de una buena novela, pero que requiere una paciencia y atención que yo no he sido capaz de alcanzar y, por tanto, no puedo decir que me haya gustado.