El Larra olvidado: Luis Mariano de Larra Wetoret

Publicado el 12 septiembre 2016 por Carm9n @Carmenyamigos

Antes de pegarse un tiro la noche del 13 de febrero de 1837 en su piso de la calle Santa Clara de Madrid, Fígaro o El pobrecito hablador o, por otro nombre, Mariano José de Larra, había escrito en sus apenas veintisiete años de vida mucho y muy bueno. Desgraciadamente el desencanto por la situación política de España, su desengaño amoroso con Dolores Armijo y el dejarse llevar por el lado más romántico de su espíritu abocaron al triste desenlace. Pero además de escribir, Larra había formado una familia, o lo había intentado al menos; se casó en 1829 con Josefa Wetoret Velasco aunqne el matrimonio pronto fracasó. De esa unión nacieron tres hijos: Luis Mariano, Adela y Baldomera, a la que Larra nunca reconoció como hija. La mayor, conocida como la dama de las patillas por dos mechones de pelo azabache que enmarcaban su rostro, fue muy célebre en Madrid por sus encantos, que mostraba sobradamente en su ajetreada vida social, rompió mucho corazones y llegó a ser amante del rey Amadeo de Saboya; Baldomera se vio implicada en un caso muy sonado en la época, un estafa tipo piramidal- la primera de este tipo en España- que la llevó a la cárcel, aunque se recogieron firmas para su liberación y cumplió solo la mitad de los seis años de condena; y el único varón se convirtió en un muy popular dramaturgo, novelista y libretista de zarzuela. Y es de él, de Luis Mariano del que hablaremos hoy aquí, de este gran desconocido y olvidado. 
Luis Mariano de Larra y Wetoret nació en la calle Atocha de Madrid en 1830- allí se había trasladado su madre tras la separación de Larra- y allí murió en 1901 a los 71 años. Comenzó su andadura profesional como funcionario del Estado en el Ministerio de Fomento y su contacto con las letras a través de diversas colaboraciones con revistas y periódicos de la época como La Gaceta, La Época o La Ilustración Española. Pero, por fin, decidió dejar a un lado el periodismo para dedicarse por completo a la literatura, en la que logró gran éxito de público aunque no tanto de crítica. Llegó a ser director del Teatro Español de Madrid. 
Se casó a los 26 años con la actriz Cristina Ossorio Romero, matrimonio del que nacieron tres hijos: Mariano, María y Luis

Adela Larra

Baldomera Larra


Se sabe de su constante admiración por su padre, un padre al que apenas pudo conocer pero al que siempre recordó- cómo no hacerlo si siempre se referían a él en todo momento como hijo del célebre escritor- y al que tuvo toda su vida como referente literario. De hecho, guardaba cierta semejanza de carácter con él. En más de una ocasión se quejó de la sociedad madrileña, de la vida política y del ambiente literario- sin que la desesperación alcanzase el grado de su padre-; tal era ese hartazgo que finalmente se trasladó con su familia al pequeño pueblo de Valdemoro. De su vida allí llegó a decir,

“Hastiado de la corte política y literaria de España hace mucho tiempo, decidí levantar mi casa y venir a sentar mis reales y a emplearlos en este rincón pacífico que no envidia por la paz y el silencio a los profundos desiertos del África. Con todo el capital que en 17 años de trabajo incesante logré reunir, lo he empleado en la para mí deliciosa posesión que he construido y la única renta que me proporciona es la tranquilidad con que vivo, la libertad con que trabajo, la quietud egoísta en que vegeto y la salud y alegría de mis hijos."

El autor y su esposa


Muchas son las obras de Larra y Wetoret, que abarcan distintos géneros y subgéneros. Por mencionar tan solo algunas dentro de su extensa producción pueden señalarse: teatro- Quien piensa mal, mal aciertaEn brazos de la muerte-, novelas- La gota de tinta, La última sonrisa o ¡Si yo fuera rico!- , zarzuelas- la más destacada El barberillo de Lavapiés, que podéis ver AQUÍ, si gustáis, Chorizos y Polacos, Los misterios del Parnaso-. En todas su obras se hace patente la temática costumbrista y sentimental muy del gusto decimonónico.
No se vio libre el autor del escándalo, sin embargo, pues tras la publicación de la pieza La oración de la tarde fue acusado de plagio; al parecer del conocido crítico Manuel del Palacio- amigo además de Larra- esta obra guardaba demasiadas coincidencias con una obra titulada El cura de aldea de Enrique Pérez Escrich. Se formó un tribunal de varios críticos para lidiar en este feo asunto y finalmente la resolución le dio la absolución a Luis Mariano de Larra. Por cierto, y esto es pura casualidad, me he hecho recientemente con los dos volúmenes de El cura de aldea en una edición de 1865 de la editorial Manini Hermanos así que pronto estará a mano en la mesita de noche. Pero ya hablaremos de esta obra más adelante, en unas semanas.

Muchas obras, muchos éxitos. Como él mismo llego a decir en respuesta a quienes lo tildaban de autor poco serio y demasiado rápido en la elaboración de sus obras,
" (...) he escrito noventa obras dramáticas en treinta años, cosa que no debe asustar a nadie, pues nadie se asusta, y con razón, de que un pintor pinte tres cuadros, un médico haga tres operaciones difíciles, un abogado defienda tres pleitos de importancia o un arquitecto construya tres casas en un año, trabajando, como yo lo hago, cinco horas al día; yo, por último, para poder vivir, no en la opulencia, sino desahogadamente, he abordado todos los géneros en el teatro y he visto coronadas muchas de mis obras por éxitos de sesenta a cien representaciones consecutivas que aquí se tienen por fabulosas; yo, por fin, humilde autor que con varios de mis dramas, comedias y zarzuelas, no he dejado de proporcionar algunos millones a las empresas teatrales (...)" 
Pero el paso del tiempo hizo que paulatinamente fuese cayendo su figura en el olvido. Ya en los últimos años de su vida su nombre era apenas mencionado en los listados de autores/dramaturgo de la época acabando, como su padre, en precaria situación económica. Las loas volvieron, como viene siendo habitual, tras su fallecimiento. Así se leía en El Liberal,
“Madrid pierde con D. Luis Mariano de Larra uno de sus hijos más populares en la escena dramática durante la segunda mitad del pasado siglo XIX, a cuya generación de hombres ilustres tan mal está tratando en sus principios el siglo XX” 
Un siglo después, a comienzos del XXI, seguimos cometiendo el mismo error.
Un gran olvidado, un gran desconocido para el gran público el autor que hoy he traído hasta aquí. Mi intención no es otra que la de procurar romper la distracción en la que ha caído. Mi humilde aportación es, por tanto, esta entrada biográfica y las reseñas que de sus novela ¡Si yo fuera rico! y La última sonrisa aparecerán los dos próximos viernes. Es de justicia visibilizar la figura de Luis Mariano de Larra Wetoret, no el mejor pero sí un destacado escritor, dramaturgo principalmente, del siglo XIX español.
Hasta el viernes. ¡Gracias por la visita!

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