El lastre de American Horror Story era Jessica Lange

Publicado el 09 octubre 2015 por Albertoiglesiasfraga @revistaroulette

American Horror Story ha vuelto. Ha vuelto a la truculencia, a la oscuridad, al barroquismo, a la asfixia y al horror. Sorprendentemente, si algo faltaba en las últimas temporadas, era horror. Una guerra entre clanes de brujas al estilo mafioso no da miedo. Un circo de deformidades no quita el sueño. Sin embargo, nada más abrirse las puertas del Hotel Cortez, sabemos que la serie ha vuelto a lo que la hacía grande. Y, ni por uno sólo de los 61 minutos que dura este primer capítulo, echamos de menos a Jessica Lange.

Es sorprendente que la pérdida de su mejor actriz y su indiscutible icono no haya supuesto un daño mortal para una serie que sólo seguía viva gracias a la enorme presencia en escena de la diva de Minnesota. Yo mismo era uno de los muchos seguidores pensaban que no había American Horror Story sin Jessica, y que esta temporada iba a ser el punto y final de su decadente recorrido. Pero, contra todo pronóstico, esta ausencia ha servido para recuperar el espíritu perdido, demostrando que la gran estrella era al mismo tiempo el éxito y el fracaso de la creación de Murphy y Falchuk.

Y me explico. ¿Acaso no veíamos Coven y Freakshow sólo por devoción a su protagonista? A partir de la tercera temporada, la serie era poco más que un vehículo de lucimiento para Jessica Lange. Todo el peso de la historia recaía sobre sus hombros y su personaje era siempre el único realmente interesante. Cuando su numerito cantando "The name game" nos sumió a todos los fans en un estado de histeria colectiva, los productores decidieron que debían hacerla cantar a todas horas, sin importar si eso aportaba algo al relato o no. Lange era como uno de esos fetos que absorben todos los nutrientes en el útero, dejando morir a su hermano gemelo. Y a medida que ella se hacía más y más grande, la serie se iba haciendo cada vez más pequeña.

Al eliminarla de la ecuación, el equilibrio se ha reestablecido. No hay que invertir todos los esfuerzos en darle a los espectadores su ración de Jessica Lange, y por tanto queda tiempo para dotar al espacio de personalidad propia, para generar misterio en el desarrollo de los personajes, para generar una atmósfera opresiva y establecer una trama con gancho. No es que Lady Gaga sea capaz de sostener ella sola todo el tinglado como lo hacía la hermana Jude (de hecho, en este primer episodio parece bastante limitada como actriz, y poco capaz a la hora de aportar matices al personaje), pero ahí está la gracia: Hotel se sostiene por el buen engranaje de todos sus elementos.

Todavía es pronto para saber a ciencia cierta si American Horror Story es capaz de volver a los niveles de sus dos primeras temporadas, pero el comienzo no puede ser más prometedor. Por ponerle una pega, aún se echa de menos el abrupto montaje de Murderhouse y Asylum, tan poco respetuoso con los cánones establecidos y que tanto contribuía exaltar ese estado de confusión permanente. Es imposible no hacer una mención especial a Sarah Paulson, espléndida como siempre en un personaje tan diferente a lo que nos tiene acostumbrados, y a Max Greenfield, que lleva unas pintas que no me extraña que le pase lo que le pasa. Sin duda, esta pesadilla vestida de art déco ha empezado pisando fuerte. Crucemos los dedos para que la inspiración se mantenga durante los próximos episodios.