El lector | Augusto Rodríguez

Publicado el 26 enero 2018 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Augusto Rodríguez

(Tomado de Viaje al centro de la ficción, Guayaquil: Abya-Yala, pp. 18-20)

Una novela. Un personaje. Una trama. Un desenlace. Nada existe. El lector busca a la novela. Pero el lector no ve nada. El lector ¿hay un lector? El lector tiene hambre, tiene frío, tiene miedo. Las balas lo matan. El lector se niega a morir ¿Muere? El lector saca un revólver y pum pum pum ¿Muere la novela? ¿Quién muere? ¿Alguien muere en el primer capítulo? pum pum pum Un personaje muere en la novela ¿De dónde salió? El público aplaude. Pero el lector no ve nada Vacío, vacío, vacío, vacío, vacío.

El lector es un engaño. Ya nadie lee. A nadie le importa lo que yace al fondo de una novela. Para qué escribir hojas, árboles, madera, tinta. El lector no lee. El lector no ve nada. Lo importante está en otra dimensión, lejos muy lejos de aquí. El ojo es una llaga. El lector es un payaso. El lector es un asesino. El lector es un narcotraficante. El lector es un mago. El lector es un astronauta. El lector es un brujo. El lector es un comerciante. El lector es un cirujano. El lector es un actor de teatro. El lector es un piloto. El lector es un cura. El lector es un analfabeto. El lector es un profesor. El lector es un libro. El lector es una ventana por donde se respira aire y muerte.

El lector salta al vacío de la hoja, en medio de la hoja hay un árbol. El lector se trepa a ese árbol, se cuelga, salta, ríe, llora, salta, navega en las hojas come las hojas se vuelve verde se vuelve mutante se vuelve humano. El lector salta al vacío de la hoja y en medio de la hoja sigue el árbol. El lector muere ahorcado. El lector es un farsante que lee lo que quiere leer. Por ejemplo, mientras lee se imagina un río. El río crece inunda el bosque. El agua llega a la ciudad. El agua desborda las casas. La gente sale de sus casas ahogadas o nadando, los más hábiles llegan con vida, a las pocas orillas secas. Los demás flotan como objetos rotos. El lector es un adorno del libro. El libro se abre y pasa las páginas con las manos del viento. No hay nada más. El libro se lee por sí solo, desde adentro. Las letras se lanzan al vacío y caen y suben y se dispersan por el aire.

El lector es un adorno del libro que siempre dormirá de pie. El lector es un artista fracasado, que lee en los libros de la cotidianidad los vericuetos de su salvación, pero los libros se salvan solos. Los escritores se salvan o se mueren solos pero nadie los salvará. El lector es y seguirá siendo un artista fracasado, que lee en los libros de la cotidianidad los vericuetos de su muerte. El lector entrevista al lector.

Le pregunta cosas sobre su vida de lector y algunas otras de tinte personal. El lector responde lo que sabe y lo que puede. El lector es un animal moderno. Un animal que se nutre los pescados (pecados)de las redes sociales. El internet le dio la papa. Ahora se muerde la lengua y vomita. El lector es un ojo que todo lo ve. Como un gran hermano moderno.

El ojo que todo lo ve sigue mirando sin ver. El ojo se nubla y se cierra. Se nubla y se cierra. Se nubla y se cierra. El lector es un pequeño dios que crea y destruye de un solo parpadeo. Un pequeño dios que raya lo importante y lo demás lo envía a la basura, es decir al infierno.

El lector baila entre renglones vacíos. Las letras llegan desde el cielo la tinta todo lo mancha. El lector duerme a los márgenes de la hoja en blanco.


Lectora: Tomado de: https://pixabay.com/es/lectura-lector-mujer-persona-2042578/