Hace dos días nos llegaba la triste noticia de la muerte de Gabriel García Márquez, escritor colombiano que recibió el premio Nobel de Literatura en 1982. Por culpa de un cáncer se apagaba a los 87 años el genio que hizo posibles obras como Memoria de mis putas tristes (2004), El coronel no tiene quien le escriba (1961), Crónica de una muerte anunciada (1981) y Cien años de soledad (1967), probablemente la más conocida. Apodado cariñosamente como ‘Gabo’, García Márquez ha sido uno de los exponentes sudamericanos más célebres del realismo mágico en la literatura, así como un escritor con una relación especialmente estrecha con el mundo del cine.
Nuestra despedida, tras el salto.
Cualquiera que haya leído alguna de sus novelas sabrá que la relación que mantuvo el escritor con el cine iba bastante más lejos que la propiciada por la adaptación de sus novelas. Y es que Gabo estudió cine en Roma y fue uno de los impulsores del Nuevo Cine Latinoamericano. Influenciado por el neorralismo italiano, trabajó como guionista de bastantes películas mexicanas de la década de los 60, entre ellas, Tiempo de morir (Arturo Ripstein) o El gallo de oro (Roberto Gavaldón). También fundó una escuela de cine en Cuba, donde impartía un taller sobre técnicas narrativas. En definitiva, tocó casi todos los palos que sujetan el negocio cinematográfico: actor y guionista en más de 100 títulos así como crítico. Sólo le quedó probar como director, aunque no por falta de ganas. Una pasión por el cine que sin embargo, no se vio correspondida en lo que concierne a la adaptación de sus obras literarias.