A estas alturas del siglo XXI cuando en España se habla de Felipe se supone que es del Príncipe de Asturias, pero hay otro, González, que modernizó el PSOE en los 1970, fue presidente del Gobierno catorce años, entre 1982 y 1996, y al que ahora se considera un ególatra por crear una fundación con su nombre, presidida por él, para estudiar su propia figura.
El BOE acaba de publicar su inscripción en el registro de fundaciones. La suya se centrará en “la trayectoria personal, profesional, política e institucional de don Felipe González Márquez”.
En esa Fundación, y en una España poco dada a la autobiografía, y sí a la hagiografía, es necesario que la “Presidential Library” de González acoja los análisis de su figura desde todos los ángulos y con documentos críticos, como ocurre en EE.UU.
Allí se crearon esas librerías presidenciales. La primera, la de su sexto presidente, John Quincy Adams, está en Massachusetts, el mismo Estado que también alberga en distintas ciudades las de Calvin Coolidge y John F. Kennedy.
Si usted quiere investigar los años 1825-1829 de EE.UU., aparte de los documentos que encuentre, deberá acudir a la librería de Quincy para conocer cómo era su vida--era hijo de otro presidente--, su pensamiento y con qué claves rigió un país que empezaba a ser imperio.
Hasta el vergonzosamente dimitido Richard Nixon donó sus documentos, regalosrecibidos y objetos de su mandato para el estudio de los historiadores de tiempos posteriores.
González fue fundamental en la historia reciente de España. Modernizó el PSOE en los 1970 y España, con luces y bastantes sombras, entre 1982 y 1996.
Su Fundación debería ser para España lo que fue para EE.UU. la librería de Quincy Adams, la primera de su historia.
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SALAS