El legado de los jesuitas

Publicado el 16 mayo 2018 por Blogger Freddy Arellano @bloggernota

Una gran parte de los tesoros eclesiásticos está vinculada a la Compañía de Jesús, orden religiosa y militante conocida popularmente como los jesuitas. La orden fue fundada en 1534 por Ignacio de Loyola y ratificada seis años más tarde por el papa Pablo III. A pesar de la regla que les obligaba a pobreza, castidad y obediencia, los jesuitas adquirieron rápidamente poder y prestigio, tanto político como económico.

El rey de España Felipe II, preocupado por lo que él consideraba una amenaza, restringió el control de sus riquezas en España por medio de una ley promulgada en 1592, pero los jesuitas misioneros se desplegaron por todo el orbe, concentrándose principalmente en el nuevo mundo, es decir una zona muy amplia de colonias españolas que se extendía desde Colorado por el norte hasta Bolivia por el sur. En muchas de estas regiones abundaban las riquezas minerales. Los jesuitas fundaron misiones y abrieron minas en todos estos lugares, tratando de salvar las almas de los indios que habitaban esas tierras con el mismo empeño con que reclutaban suficiente mano de obra para extraer oro y plata del subsuelo.

Cortesia de: Youtube

Cuando esta situación llegó a oídos de la corona española, es comprensible que deseara compartirla, y para ello decretó un impuesto del 20 por 100 (conocido como Quinta Real) sobre todos los productos del nuevo mundo, Seguramente, los misioneros reaccionaron con poco entusiasmo y en seguida se las ingeniaron para burlar al erario público. Las cosas iban tan mal que era inevitable una confrontación. Muchos jesuitas prudentes empezaron a almacenar grandes cantidades de plata y oro en lugar de enviarlas a Europa y esperaron pacientemente el final. Al cabo del tiempo, la corona española perdió la paciencia y en 1767 expulsó a la orden de América del Sur. Antes de abandonar el nuevo mundo, los misioneros (sin duda con la esperanza de volver pronto) ocultaron minas, cuevas y otros escondrijos que albergaban las riquezas que habían acumulado. La orden de expulsión de 1767 también se aplicó en España, Portugal y Francia, y seis años más tarde se había suprimido por completo la Compañía de Jesús, que se reorganizó en 1814.
Desde entonces circularon por muchas zonas del norte y sur de América leyendas sobre los enormes depósitos de tesoros de los jesuitas, rumores que se propagaron como un reguero de pólvora. Varias expediciones partieron en busca de estas riquezas, pero, que se sepa, ninguna tuvo éxito.

Los rumores más persistentes se refieren a una magnífica mina de plata, descubierta en 1736, que al parecer se encontraba en algún lugar de Arizona. La mina se llamaba La Purísima Concepción, y según todos los indicios estaba al sur de las montañas de Cerro Ruido. En 1750, los indios nativos iniciaron una revuelta, quemaron la misión y expulsaron a las autoridades españolas. Pero cuatro años después volvió a abrirse la mina.

Hace poco tiempo, un ranchero encontró varios documentos antiguos relacionados con la mina. Contienen descripciones detalladas y precisas, pero desgraciadamente son confusos en detalles concretos, como en el caso de su emplazamiento. Entre otros puntos, en estos documentos se vincula La Purísima Concepción con una mina llamada Guadalupe, pero existen muchas minas con esta denominación en el sudoeste. Las medidas tampoco son claras, pero hay indicios que inducen a suponer que la mina se encuentra no lejos de la misión de Tumacacori, un monumento nacional situado en la orilla oriental del río Santa Cruz, a unos sesenta y tres kilómetros al sur de Tucson.

Las leyendas indias hablan de una mina muy productiva que se encuentra en un lugar a mil ochocientos metros del Pico de Cerro Ruido. A poco de terminar la primera guerra mundial, dos soldados veteranos, cuyos nombres se desconocen, decidieron realizar allí una prospección. Estuvieron juntos unos días, luego uno fue a explorar Tucson y el otro se quedó en la montaña. Al poco tiempo volvieron a reunirse, y el que se había quedado contó a su amigo que había encontrado algo semejante a excavaciones realizadas por el hombre.Examinaron los montones de piedras y escombros que había en la base de un saliente rocoso,pero como estaban a punto de quedarse sin provisiones,uno de ellos se ofreció voluntario para ir a nogales en busca de víveres. Cuando volvió encontró a su amigo bajo un árbol con el cuerpo lleno de rasguños y las ropas rasgadas. Su amigo le contó un historia fantástica… Después de trabajar durante varias horas entre los escombros, descubrió la entrada de una cueva excavada en la roca. Al día siguiente entró en la cueva y encontró un túnel largo, oscuro y polvoriento que, según sus cálculos, tenía una longitud de ciento veinte metros. A la luz de una lámpara de carburo vislumbró la silueta de un montón de sacos apoyados contra la pared. Abrió uno de ellos y vio que contenía mineral de plata en bruto. Según una estimación rápida, calculó que podía haber treinta toneladas de mineral. También observó que había varios ramales más pequeños que salían del túnel principal.

Decidió dejar las cosas como estaban hasta el regreso dé su amigo, y al día siguiente se dedicó a explorar otro cañón. De repente llegó a una pequeña extensión cubierta de maleza. Un poco más allá, en un claro, se encontraban las ruinas de una antigua iglesia. Estaba desmoronada y cubierta de vegetación, pero el hombre dedujo que debían ser los restos de una antigua misión, probablemente vinculada a la mina que había descubierto el día anterior.

La fotografió y a continuación acampó para pasar la noche, pero se sentía incapaz de dormir, pues experimentaba un temor innombrable que fue creciendo hasta adquirir proporciones de auténtico terror. De repente, un grito fantasmagórico resonó en el cañón. El hombre no esperó ni un minuto más. Con el pánico metido en los huesos corrió sin parar hasta que llegó al campamento, junto a la mina, golpeándose con las rocas y desgarrándose las ropas entre los espinos y los arbustos. Completamente agotado, se tumbó bajo un árbol y allí se quedó dormido hasta que lo despertó su compañero.contó a su amigo que semejante a por el hombre. las de piedras y la base de un pino estaban a punto ones, uno de ellos ira ir a Nogales ando volvió, encontró bajo un árbol,

Su amigo no creyó la historia, atribuyéndola a una pesadilla, pero el hombre insistió en que no se había dormido y le aseguró que podría comprobarlo cuando revelara el carrete de fotografías. Sin embargo, es natural que diesen prioridad a la mina de plata. Recogieron una muestra del mineral y el hombre que había tenido la pesadilla prefirió quedarse mientras su amigo iba de nuevo a Tucson para que tasaran la muestra. También se llevó la cámara para que revelaran el carrete.

Cuando abandonó la montaña se dio cuenta de que una tormenta tremenda se cernía a su espalda. Volvió y, utilizando el último cliché que quedaba en el rollo, sacó una fotografía de las nubes tormentosas que flotaban sobre Cerro Ruido. En cuanto tasaron la muestra de plata, profundamente alterado por los comentarios de la gente sobre las inundaciones y los estragos que había producido la tormenta en las montañas, salió precipitadamente en busca de su amigo. Por el camino recogió las fotografías, pero no se detuvo a mirarlas. Observó que el paisaje se había transformado por completo a causa de las avalanchas y las rocas caídas y que los senderos se habían borrado. Tras varias semanas de búsqueda con la ayuda de grupos de hombres de Nogales, no encontró ni rastro de su compañero.

Cuando el superviviente examinó las fotografías, comprobó que las ruinas de la antigua misión eran exactamente iguales que las que le habían descrito y lo mismo ocurría con la entrada de la cueva de la mina perdida. También vio la fotografía que él había tomado de las nubes tormentosas sobre Cerro Ruido.

Años más tarde, en 1958, apareció en un programa de televisión para confirmar la historia, pero se empeñó en mantener el anonimato. La mina perdida y la misión siguen estando allí a la espera de que llegue alguien que las descubra.

Una espectacular tormenta ilumina el cielo de Tucson, Arizona. Estas tormentas, muy frecuentes en las montañas, son causa de inundaciones repentinas que cambian por completo la fisonomía del paisaje en cuestión de horas. Se ha dado el caso de buscadores de tesoros que, una vez localizado un posible tesoro en una mina abandonada, se han encontrado con que al volver al lugar para comenzar a explotar su descubrimiento hablan desaparecido todos los puntos de referencia que conocían y que las montañas habían vuelto a ocultar sus depósitos secretos de oro y plata.

Via:religionyenigmas.ve