La noche del 30 de agosto de 2018, dos chicas de 17 y 18 años, Sandra Peinado y Ana Casaño, desaparecen sin dejar rastro en Punta del Moral, Ayamonte, junto a la frontera con Portugal.
Sandra es hija de un personaje de máxima actualidad, implicado en un caso de corrupción política. Y Ana es una joven de fuerte temperamento que mantiene una relación muy complicada con sus padres. Ambas son adoptadas y pasaron sus primeros meses de vida en orfanatos de su Rusia natal.
Carmen Puerto, inspectora apartada del Cuerpo Nacional de Policía en los últimos tiempos, desde su confinamiento entre capuchinos, tabaco y poemas de Dylan Thomas recibe la llamada de sus compañeros Jaime Cuesta y Julia Núñez, que una vez más vuelven a convertirse en sus manos y ojos en el exterior, para enfrentarse a su caso más complicado. Así comienza este trepidante thriller en el que sucesos reales que han contado con una gran repercusión mediática se transforman en elementos de ficción al servicio de una historia de ritmo implacable, en un escenario tan bello como turbador.
El regreso a la novela de Salvador Gutiérrez Solís, de la mano de Carmen Puerto, la inspectora de policía más singular y carismática que ha deparado la novela negra española en los últimos años.
Editorial: Almuzara (2020)
Formato: Tapa blanda / Versión Kindle
Sobre el autor: Salvador Gutiérrez Solís
Gran trabajo del autor y de la editorial Almuzara en la elaboración del libro que pasamos a reseñar, una novela de intriga ambientada en la desembocadura del río Guadiana. Si bien este río aparece y desaparece cuando le viene en gana y es el único de la península ibérica que posee ojos, es su desembocadura, el punto en el que termina su camino, aquello de la que más puede presumir, sirviendo su belleza para marcar la frontera entre España y Portugal.
Son muchos los andaluces que se trasladan a las localidades de Ayamonte e Isla Cristina para pasar sus vacaciones. La punta del Moral e Isla Canela no son términos ajenos a quienes así proceden. En cambio, son muchos menos los que conocen los secretos de las marismas que acoge esta franja del litoral en su seno. El autor, sin embargo, demuestra que su empeño por conocerlas y me atrevo a decir que recorrerlas no cae en saco roto al regalarnos una historia en la que estas jugarán un papel fundamental.
Las protagonistas pasivas, Sandra y Ana, niñas rusas adoptadas por dos familias españolas, desparecen una noche. Es entonces cuando se abre la investigación en la que dos inspectores de policía, Julia y Jaime (protagonistas activos) entran en escena.
El caso exhibe incógnitas desde el principio y se rodea de un halo de misterio al que contribuye la noche, la bruma y, sobre todo, la presencia de esteros influenciados por las mareas cuyo lenguaje solo se encuentra al alcance de marineros experimentados.
Desde el cielo, estos laberínticos recovecos en forma de canales recuerdan a los que el Guadalquivir dibuja en torno a sus islas con la diferencia de que aquí el mar se dibuja en un horizonte muy cercano (hay quienes habrán rememorado el caso que constituye el grueso de La isla mínima). En este caso, el lenguaje de las mareas adquiere aún más importancia si cabe cuando se divisa la Torres Canela, una de las muchas que se construyeron en el litoral andaluz en pro de una defensa eficaz de las incursiones de los corsarios ingleses.
La población marinera de Punta del Moral le debe mucho a sus homónimos afincados en Carboneras (Almería), de donde partieron en busca de fortuna en tiempos pretéritos, razón por la que ambas poblaciones se encuentran hermanadas. Pero volvamos al caso.
Ana es mucho más ligerita de cascos que Sandra pero ambas, de una u otra forma se relacionarán con malas compañías con resultado heterogéneo. Claro está que la aparición de una serie de personajes locales, a los que la vida les ha marcado, será determinante para el desarrollo de una trama que, sorprendentemente, será seguida de cerca por Carmen Puerto, la pirada, una agente fuera de juego en un excéntrico retiro desde el que coquetea con las redes y misteriosos piratas informáticos que permitirán oficialmente y extraoficialmente que el caso pueda lentamente avanzar.
Desde luego, el caso se cierra, como es de prever, pero quedan el aire numerosas incógnitas que hacen muy posible la aparición de una secuela e incluso de una precuela que satisfagan algunos anhelos que quedan en el aire.
Felicitamos al autor por la iniciativa y la elección de su decorado, muy de agradecer teniendo en cuenta la riqueza paisajística con la que cuenta este país.
Debido a que esta reseña será leída, espero, por muchos lectores no acostumbrados a visitar el Algarbe portugués con la frecuencia con la que lo hacemos los andaluces de las provincias de Sevilla y Huelva, aprovecho para recomendar la visita de las localidades portuguesas fronterizas con España, esas que el Guadiana mantiene vivas y bellas en la otra orilla, comunicadas por un precioso e imponente puente o por un servicio de ferry que aparece inserto en la trama.
Las malas compañías nunca han sido aconsejables, pero ¿cómo podemos identificarlas? El autor tampoco despeja estas dudas al dotar a los padres de las niñas de secretos y emociones que los meten de lleno en el juego de sospechas en el que se basa una novela policíaca.
Pues resulta que todos los implicados tienen algo que decir: todos mienten u ocultan algo que al final será desvelado, quizás a tiempo o puede incluso que demasiado tarde.
Recomiendo la lectura de este título y, a título personal, esperaré a que aparezca ese título intuido con el que intentar cerrar el ciclo que, aún cerrado, deja el atajo para una más que probable reapertura.
Reseñado por Francisco Javier Torres Gómez