Cooperar, como bien señala por omisión el diccionario, no tiene nada que ver con hacer cosas buenas. También se puede cooperar para hacer cosas malas, por extraño que parezca. Tener fines perversos y trabajar conjuntamente para alcanzarlos también es un fin. Cooperan los gobiernos europeos para fabricar el Eurofighter, un arma de guerra, y que así salga más barato. Cooperan los gobiernos norteamericano y español, además del resto de la OTAN, en la invasión y reconstrucción -con los políticos aliados del Imperio- de Afghanistán. Cooperan los gobiernos de España y Mauritania en el control de una frontera del país africano -por la que pasan los negros, no por la que secuestran a los blancos. Cooperar, como se ve pueden ser cosas malas.
Sentado en el asiento de al lado, en un avión que había de conducirnos a Casablanca para hacer escala, me encontré con un tipo de unos treintaytantos. Pelo largo, barba de varias semanas sin arreglar, lo que pareciera ser un espejo en cuanto a lo accesorio demostró rápidamente ser una mera sombra difuminada en su buenismo. El chico en cuestión iniciaba un viaje que le llevaría, varias horas después, a la República Democrática del Congo. Yo iba a Senegal, y como la inmensa mayoría de pasajeros, seguía camino tras la escala de Casablanca. Para mí era este un viaje de vacaciones -que no de turismo. Vacaciones porque iba a descansar, a estar con gente querida y a descubrir si aquello era como me lo habían contado. Él tambien, pero no lo sabía.
Iniciando la conversación desinteresadamente, y tras un previo cambio de regalos, como mandan los cánones de la antropología, este chico me explicó los motivos de su viaje. Trabajaba en Cáritas Española, pero había decidido que era el momento de salir de Madrid. Sin más, se plantó ante sus jefes con gesto serio, les solicitó un mes sin empleo ni sueldo -las vacaciones del cesante, se llamaban antes- y decidió que se iría a una Misión cuya congregación conocía en la República Democrática del Congo. Su novia, contaba, había intentado hacer lo mismo en Guinea Ecuatorial, pero al parecer la monja que les gestionaba los visados estaba "fichada" por el Ministerio del Interior del país como una monja "revolucionaria" porque había avalado el visado años atrás para dos chicos que terminaron detenidos por no haber entendido que el país era una dictadura. Dictadura avalada por el Gobierno de España -y muchos más-, vale, pero dictadura al fin y al cabo. Contando las previsiones de su viaje hacia la República Democrática del Congo, hubo un momento en que se le enervó la espina dorsal y debió pensar para sí mismo que estaba pareciendo frívolo al contar sus planes. Él pensaba quedarse en la Misión, pero ayudando. No iba a ir allí sin hacer nada, no. Eso sería una falta de respeto, aunque no sé a quién. Él iba allí a ayudar. Miraría las cuentas de la Misión, porque era contable. Ayudaría en lo que le pidieran. Él, muy señor mío, era Cooperante. Así, con mayúscula y todo le salió por la boca.
Una vez sus palabras salieron de su ser y chocaron contra las mías -"pues yo voy de vacaciones",- el interés mutuo cesó de todas todas. Supongo que le debí parecer frívolo, pensando en irme de vacaciones a un lugar donde hay "falta de higiene, condiciones deplorábles, falta de alimento, riesgos de secuestro, asaltos y demás" -comentario de una cooperante en la web de El País. Es decir, mientras él iba a ayudar haciendo labores talmente imprescindibles para el funcionamiento del país o de la Misión -que a juzgar por la necesidad de contar por un mes con un contable debía de tener las cuentas hechas un cristo-, yo iba descansar, a charlar con amigos tomando cerveza, a conocer a la familia de un amigo. Algo imperdonable, claro. La visión de que un blanco, vaya a donde vaya en África, siempre puede "ayudar" en algo sería delirantemente divertida si no contuviera tanto racismo dentro de sí misma. África, los africanos y las africanas, tienen problemas. Pero eso no significa que no puedan vivir bien o vivir felices sin la presencia o la ayuda de aquél que pertenece al Imperio.
Centrándonos de nuevo, mi compañero en el avión no era un cooperante. Si hubiera dicho que iba a ser voluntario ese verano en la Misión, yo me lo habría creído. Habría considerado que iba a pagar su alojamiento y su manutención durante ese mes en la aldea congoleña mediante labores de contable o de simple cortador de leña -tómese en un sentido no literal. Hubiera aplaudido su decisión de irse solo en este viaje incluso. Sin embargo volvió a hacer del vocablo cooperación algo que no es.
El lunes pasado alguien en Mauritania secuestró a tres ciudadanos españoles. Tres miembros de la ONG Barcelona-Acció Solidaria. Los secuestraron cuando estaban conduciendo uno de los vehículos de la llamada Caravana Solidaria, patrocinada por el Ayuntamiento de Barcelona entre otros. Una actividad que lleva haciéndose varios años seguidos y que consiste en llevar "material humanitario" en caminones desde Barcelona a Dakar. Por extraño que parezca este sistema, que comparo abiertamente con la necesidad de enviar un mail a través de un mensajero a caballo que cruce las líneas enemigas, es el elegido en lugar de la contratación de un contenedor -o dos, o tres- en un barco que podría desembarcar en el mismo Dakar. Es evidente que esto está hecho así para asegurarse el patrocinio de una serie de empresas y entidades públicas, pero se carga cualquier concepción de eficiencia. Con la noticia del secuestro, los titulares de prensa han coincidido en señalar que los secuestrados eran tres cooperantes. Y el espejo se ha vuelto a romper en mil pedazos.
Tres personas, que supongo en el ejercicio de sus vacaciones, deciden ponerse a conducir un todoterreno por el desierto no son cooperantes a no ser sea entre ellos. Ellos sí que tienen el "mismo fin" de llevar el camioncito a Dakar. Pero ¿trabajan con los senegaleses? ¿Son cooperantes para el desarrollo? Lo que son, y muy honradamente, es voluntarios durante sus vacaciones. Voluntarios en un proyecto que consiste en llevar material del punto A al punto B, no cooperantes para el desarrollo. El material, en sí mismo, no es desarrollo. Y el viaje, tampoco. Y entiendo que tres senegaleses podrían llevar mejor el camión que ellos por carreteras mal asfaltadas. Si tres personas fueran raptadas al pasar por un pueblo de la provincia de León mientras llevaban un camión desde Madrid a A Coruña, se dirá que tres camioneros han sido secuestrados. Y si no son camioneros, se hablará de veraneantes, pero nunca de cooperantes.
La cooperación al desarrollo, por mucho que esté impregnada de una supuesta cualidad de bondad, en realidad es un trabajo desprovisto de sentido moral en sí mismo. Es la manera de trabajar y el esfuerzo por encontrar una ética y una moralidad en estas labores, la que edifican este corpus ético que, como en la valentía en la mili, se presupone.