La ideología liberal concede un valor decisivo a las convicciones morales imprescindibles para mantener el sistema firme y vigente, idea que insistentes sostienen los grandes pesadores, especialmente Adam Smith y Hayek. La liberal es la única teoría que ha mantenido su coherencia y sigue siendo la clave de la riqueza y de la fortaleza de la vida democrática y la convivencia social. En principio, las restricciones del Estado se consideran una traba para el desarrollo individual, aunque la mayoría de los liberales creen preciso que exista un marco normativo adecuado, de modo que la libertad de acción de unos individuos no afecte a los derechos de los otros.
Tras el terremoto político, que se está produciendo en el mapa político español todos los partidos políticos se irán adaptando y removiendo en sus posiciones y ofertas y seguro que aparecerá una sociedad más vigilante y mucho más exigente y, tal vez, más agresiva en cuanto tiende o atañe al cumplimiento de promesas electorales, compromisos y comportamientos éticos, que mantengan un básico equilibrio entre ideologías y programas. Y esos nuevos partidos políticos, que llegan con la descalificación generalizada y con ofertas atractivas desde fuera del poder, luego, si llegan a gobernar, verán que desde dentro del poder las cosas cambian, es muy otra la realidad concreta, al tomar decisiones y fijar prioridades; por eso han generado temor e inquietud, pero la ciudadanía sabrá poner freno a versiones raras y revolucionarias.
Por el momento, se difuminan las diferencias entre derecha e izquierda, por lo que los partidos buscan sus líneas programáticas y el voto favorable de la ciudadanía en los arsenales del centro sociológico que es hoy el más seguro, amplio y mayoritario y así se instalan entre una socialdemocracia y un conservadurismo clásico o quizás progresista.
C. Mudarra