El libre mercado es imparable

Publicado el 05 abril 2016 por Elturco @jl_montesinos

Publicado en el HeraldPost.es

Decía Juan Roig hace unos años que al lado de cada Mercadona hay 8 o 10 fruterías. Y se preguntaba, creo, que podría hacer el gigante de la alimentación para atrapar los clientes que se les escapan por un kilo de plátanos o chirimoyas en el chiringuito de al lado.

Pese a todos los problemas burocráticos que presenta nuestro país, abrir un negocio es algo al alcance de cualquiera, de cualquiera que tenga paciencia y algo ahorrado y que sepa hacer bien las cuentas del tiempo y el dinero que todos los trámites previos le van a suponer. O se deje asesorar bien. La realidad es que cualquiera puede hacerlo. Sé de lo que hablo. Vivo de ello. Si alguien que desconoce el idioma y las costumbres puede, – la mayoría de estas fruterías son regentadas por emigrantes, como todos sabemos – y además le hace la competencia al todopoderoso Señor Roig, cualquiera puede. Eso sí, hay que estar dispuesto a trabajar duro. Quizá abrir muchas horas. O vender a bajo precio. O diferenciarse con productos y servicios de alta calidad manteniendo precios muy competitivos. Cada maestrillo tiene su librillo. No todos aciertan. Pero la realidad es que entre Mercadona y mi casa hay varias fruterías. En unos 300 metros de recorrido. Y llevan su tiempo ya abiertas.

Nadie es omnipotente.

Las trabas burocráticas, no obstante, en su día, expulsaron a Uber del mercado español. Entiendo que los taxistas quieran mantener el statu quo puesto que les ha costado un buen dinero poder ofrecer sus servicios, entre licencias y permisos. Conocen el papeleo y las barreras que éste levanta. Saben esquivarlas y pretenden mantener su coto. Lo inaudito es como se llega hasta este punto. Incluso pensando como un estatista, ¿por qué habría que pagar algo más que un carné de conducir que me habilite para el transporte y la desproporcionada cuota de autónomos? ¿Por qué existen tantos gravámenes para trabajar y ganarse la vida? Que nadie dude que pagamos impuestos por respirar.

Nadie es omnipotente. El libre mercado es imparable. Es un rodillo incontenible que se vale de múltiples armas. Tanto dan las ganas de prosperar de un emigrante que desea ganarse la vida con una frutería compitiendo además con Mercadona como una empresa ya consolidada que busca bajo las piedras cualquier resquicio legal para abrirse camino. Una de las ventajas de tener legislaciones tan profusas y enrevesadas, si acaso la única, es que terminan siendo contradictorias y llenas de excepciones. Una vez conocidas resultan relativamente sencillas de circunvenir. Uber ha encontrado su hueco y prestará sus servicios en Madrid. Y será beneficioso para todos los madrileños. Ya verán. La competencia es buena. Nos hace sacar lo mejor de nosotros mismos.

El libre mercado es imparable y además siempre va por delante de la legislación. Existió antes internet que legislación sobre internet. Y salen constantes mejoras y cambios a los que los lentos burócratas no son capaces de atenazar. Existió antes Google que las normas sobre Google. Ya era un gigante cuando quisieron hacerle pagar por Google News, nos mandó a pastar. El legislador pocas veces entiende el modelo de negocio novedoso. Es el miedo el que hace tantas leyes. Y las hace mal. Netflix y otras plataformas acabarán por salvar la siempre enferma industria del cine si los grupos de presión dejan de cagarse en los pantalones y entienden y abrazan el libre mercado.

Al lado de cada Mercadona hay unas cuantas fruterías. Además hay un Pollos Planes. Y a veces un Tía Teresa. O un horno. El señor Roig, el señor Planes y la tía Tere saben lo que es el libre mercado. Y los fruteros también. Compiten sin tapujos. Y el beneficiado soy yo. Y tú. Todos. Todos nosotros necesitamos buenos servicios de taxi, alguna vez. Y necesitamos la competencia.

Que levante la mano el que haya comprado en una gran superficie, en un supermercado tipo Mercadona y además en un comercio de proximidad. Todos. Absolutamente todos. Cada producto o servicio tiene su hueco. Tenemos nuestras preferencias, evidentemente. Pero para cada momento se cubre una necesidad con un tipo de comercio, con un lugar, producto o servicio distinto. Eso es el libre mercado. Ya está bien de trabas y remilgos de niños cagones.