En El libro de Eli encontramos a un hombre que recorre unos asolados Estados Unidos. Durante su viaje a la costa oeste atraviesa un pueblo dirigido por un hombre (Gary Oldman) obsesionado en encontrar un misterioso libro.
De entrada se ha hablado mucho de la similitud entre esta película y el videojuego Fallout... y la cosa no anda muy descaminada. Sea casual o no, si que hay ciertas cosas en común. La estética y la manera de reflejar una realidad hija de la guerra nuclear. No se trata de una imagen realista, está más cerca de Mad Max o del cine italiano nacido a su rebufo que del dramatismo realista de La carretera o Infectados.
El libro de Eli guarda en su interior, en el fondo una historia de acción, con espíritu de serie B. Y esto es lo mejor, además de que cuenta con buenos protagonistas y con unos solventes secundarios como Ray Stevensson, Milan Kunis o Jennifer Beals y cuenta, incluso, algún que otro fragmento destacable (la casa de los ancianos).
¿Lo peor? para mí, que por momentos quiere ir más allá de lo que se ve y para eso mete una trama pseudoreligiosa -que me recordó a Ray Bradbury-, sin disgustarme si me parece una excusa argumental un poco metida con calzador -creo que igual que la sorpresa-, pero que si da, por otro lado, una oportunidad para reflexionar sobre el poder de la palabra y el significado de la fe.