¿Cuál podría ser? ¿Qué libro, entre los miles catalogados por la Iglesia como no recomendables, podría haber inspirado el título de este artículo?
En efecto; no estoy hablando de otro. Estoy hablando de "El Libro": La Biblia.
Y algunos, contrariados, se preguntarán; ¿en qué podría perjudicar La Biblia a la Iglesia católica? ¿En qué podría no convenir a la Iglesia el libro que se tiene como "inspiración" para su creación?
Pues bien; si uno de verdad desea dejar de ser cristiano o, por lo menos, dejar de creer en la Iglesia; no tiene más que leerse La Biblia. Ningún otro libro es tan prolijo en argumentos en contra del dogma del clero. En el Nuevo Testamento puede leerse, en palabras del propio Jesús, que Dios no habita en los edificios construídos por la mano del hombre (manifestando de forma muy explícita su desprecio por los templos sagrados), o que "no hagáis como los fariseos, que gustan de orar en las esquinas y las plazas", sino que en la intimidad de tu habitación Dios recibe las sinceras plegarias con mayor cercanía. Es decir, que Jesús no sólo no creó una nueva religión (al menos no intencionadamente) sino que, además, intentó abolir el sacerdocio judío existente. Luchó, según las Escrituras, por eliminar el comercio de la fe; un acto verdaderamente revolucionario, en el ámbito religioso de la época.
Y ¿cómo se ha hecho muy evidente que, a la Iglesia Católica, La Biblia "le viene mal"? Pues no hay más que mirar a las otras dos religiones monoteístas mayoritarias (el islám y el judaísmo) y observar como, en ellas, además de beber coca-cola, se hacen grandes esfuerzos por procurar la formación de la población en sus libros sagrados. En el caso del cristianismo (al menos del católico), en cambio, se ha procurado con fiereza ocultar el contenido de su libro a los creyentes.
Ello tiene ejemplos claros en la oposición encarnizada de la iglesia, durante siglos, a traducir La Biblia a las lenguas vernáculas. Incluso, el hecho de poseer una Biblia en otro idioma que no fuese el latín, era delito suficiente para meterse de cabeza en alguno de los aterradores juicios de la época. Otro ejemplo está en las misas en latín. Ser cristiano en la Edad Media debía ser verdaderamente confuso. No hay más que ponerse en la piel de un católico de la época e imaginarse presenciando las obligatorias eucaristías en latín, sin poder entender las obscuras palabras de tu propio Dios. El hecho de no poder saber de qué se hablaba, de escuchar el tono altisonante del sacerdote; todo ello en un ambiente de misterio y de magna solemnidad, y junto con el analfabetismo y la ignorancia generalizadas; explica porqué las gentes atemorizadas eran tan supersticiosas. Si casi nadie exterior al clero (que son los que sabían latín) entendía el contenido de su religión, ¿a quién le extraña que se creyese en toda clase de criaturas mitológicas, de maldiciones y demás terrores psicológicos?
La razón obvia de este ahínco católico por ocultar la comprensión de La Biblia, es que la propia Iglesia era muy consciente de la total incoherencia e inverosimilitud de sus contenidos (que eso no se lo cree ni Dios, vaya; y ya es triste). De algún modo, el clero debía saber que, de llegar El Libro a todos los creyentes, entrarían en un rápido retroceso. Exactamente el mismo retroceso que comenzó a sufrir desde que La Biblia se traduce a todas las lenguas; ni más, ni menos.
En fin, que si leemos La Biblia; descubriremos, entre otras cosas:
-Que Jesús no impartió la Eucaristía del pan y el vino (en la Última Cena, el anfitrión reparte el pan, costumbre entre los judíos de la época; pero de vino, nada de nada). Los textos referentes a la Eucaristía son interpolaciones muy posteriores a la época en que se escribieron los evangelios.
-Que Jesús no fundó la Iglesia. Ya he mencionado más arriba sus opiniones al respecto. Además, la anécdota de la "piedra de tropiezo" sobre la cual edificar la Iglesia, requirió una interpretación muy, pero que muy rebuscada, para poder servir de base para la legitimidad de la institución eclesiástica.
-Que Pedro no fue el primer Papa.
-Que Jesús tenía, al menos, seis hermanos (esto se verifica en los cuatro Evangelios canónicos); lo que define como "de perogrullo" el siguiente punto:
-Que María no era virgen. El Evangelio de Marcos (el más cercano a época de Jesús, de entre los canónicos) no dedica ni una triste línea a la virginidad de María. En el resto de los Evangelios, la palabra "virgen" surgió como una muy conveniente mala traducción de la palabra hebrea "almah", que significa "doncella" o "muchacha". Resulta imposible encontrar otra acepción para "almah" a lo largo de La Biblia, que sea distinta de esa. Vamos, que si María fue virgen, los apóstoles no se enteraron. Y deberían, porque la cosa es llamativa.
-Que Jesús no desciende del linaje de David (por lo tanto, no tiene legitimación mesiánica).
-Que el 97% del contenido del N.T. fue escrito por personas que no tuvieron un contacto directo con Jesús. Osea que nos queda un 3%, de lo que poco puede deducirse de la figura histórica de Jesús; salvo que era judío.
-El dogma de la "Inmaculada Concepción" (Jesús fue concebido sin contacto carnal) fue aprobado por Pio IX en 1854. Se ve que, hasta entonces, la cosa no estaba muy clara. En La Biblia, ni se menta.
-El dogma de la "Asunción" de María fue aprobado por Pio XII (pro-nazi él) en 1950. Tres cuartos de lo mismo. Tardaron lo suyo en darse cuenta de que María subió por narices al Cielo.
Podría continuar; pero excederíamos la extensión de este artículo, y la de otros cien; y la paciencia del lector, y la de otros cien.
Recomiendo encarecidamente la lectura al detalle (pues no tiene desperdicio), del libro "Mentiras Fundamentales de la Iglesia Católica", de Pepe Rodríguez; en el que se trata este tema con rigor. De la lectura del mismo he aprendido gran parte de lo expuesto en esta publicación. A continuación dejo el link a la página de este genial autor:
http://www.pepe-rodriguez.com/