En un estudio realizado con ciervos a lo largo de 20 años se observó que el desgaste de los machos era mucho mayor que el de las hembras, de forma que mientras en los machos la esperanza de vida rondaba los 12 años, en las hembras su longevidad media alcanzaba los 20 años (Carranza et al, 2008). Estas diferencias de longevidad entre los dos sexos era debida a que mientras que en los machos solo permanecen durante dos o tres años en la cúspide de su estatus reproductivos, durante los cuales dispondrán de un harén de hembras que le hará padre de muchos cervatillos, las hembras solo podrán tener un cervatillo al año, pero podrán tenerlos durante toda su vida.
En la mayoría de los animales, el fin de su vida suele coincidir con el fin de su fertilidad, pero como he comentado al principio, en unas pocas especies, la esperanza de vida supera con creces la edad fértil. Y por supuesto, la especie más conocida en la que tiene lugar este hecho es la nuestra, ya que las mujeres pueden vivir incluso más de 50 años después de haber ovulado por última vez.
En este caso, el fin de la edad "reproductiva directa" no implica necesariamente el fin de la reproducción. En un estudio el que se analizaron los datos demográficos completos de dos comunidades humanas de Finlandia y Canadá durante varias generaciones, se comprobó que las mujeres con una vida post-reproductiva prolongada tenían más nietos y por lo tanto mejoraban el éxito reproductivo de sus hijos (Lahdenperä et al, 2004). Sin duda, la experiencia adquirida en el pasado por esas mujeres tenía un efecto positivo y significativo en la supervivencia de sus descendientes de segunda generación, lo que encajaba perfectamente con la teoría de la evolución, ya que al aumentar el éxito de sus nietos aumentaba también el éxito de sus propios genes.
Hasta hace muy poco se pensaba que la menopausia era un fenómeno que ocurría exclusivamente en la especie humana, pero recientemente se ha confirmado que en otras especies muy alejadas filogenéticamente de nosotros también ocurre y el papel de las hembras que han superado la edad de reproducción es muy similar al de las hembras humanas.
Esas dos especies son el Calderón de aleta corta (Globicephala macrorhynchus) y la orca (Orcinus orca). En un estudio realizado en una comunidad de orcas residentes del estado de Washington (EEUU) se confirmó que la experiencia adquirida por las hembras más viejas las convertía en líderes de sus grupos familiares. Estos grupos se alimentan básicamente de salmones, cuya presencia y abundancia en las aguas en las que residen sufre grandes variaciones anuales. De esta forma, la experiencia de esos animales, que han sobrevivido a distintas temporadas de escasez y abundancia de recursos es muy valiosa para el grupo (Brent et al, 2015).
El liderazgo de las hembras viejas era mucho más acusado durante los años de escasez de salmones, cuando prácticamente solo ellas dirigían el grupo y el resto de la familia permanecía en la retaguardia.
Los mismos autores de estudio han comprobado que los machos son ser más dependientes de sus madres que las hembras, ya que las probabilidades de que un macho muera después de un año de la muerte de su madre aumenta en un 14% mientras que en las hembras, esa probabilidad solo aumenta un 5%.
El importante papel que llevan a cabo estas hembras explicaría por qué pueden llegar a alcanzar una edad de hasta 90 años, varias décadas después de haberse reproducido por última vez.
ReferenciasCarranza J, Alarcos S, Sánchez-Prieto CB, Valencia J, Mateos C (2004) Disposable-soma senescence mediated by sexual selection in an ungulate. Nature 432: 215-218.
Brent LJN, Franks DW, Foster EA, Balcomb KC, Cant MA & Croft DP (2015) Ecological Knowledge, Leadership, and the Evolution of Menopause in Killer Whales. Current Biology 25, 746–750.
Lahdenperä M, Lummaa V, Helle S, Tremblay M & Russell AF (2004) Fitness benefits of prolonged post-reproductive lifespan in women. Nature 428, 178-181.
Williams, G.C. (1957). Pleiotropy, natural selection, and the evolution of senescence. Evolution 11, 398–411.