El límite inferior - Nere Basabe

Publicado el 24 septiembre 2015 por Rusta @RustaDevoradora

Edición:Salto de Página, 2015Páginas:246ISBN:9788416148219Precio:17,90 €
Se avecina un fuerte temporal en La Solana, una pequeña localidad ficticia de la costa mediterránea —el tipo de pueblo que en temporada alta se llena de turistas, mientras que permanece casi desierto durante el resto del año—. Se avecina un fuerte temporal también para los cuatro personajes que coinciden allí, que viven su particular temporada baja. Por un lado, Víctor y Valeria, un matrimonio cosmopolita de mediana edad y sin hijos que pasa unos días en la zona por negocios, aunque el viaje se verá enturbiado por sus problemas conyugales. Él está metido en chanchullos de la construcción; y ella, todo frivolidad, es una esclava de su imagen. Completan el elenco dos solitarios vecinos de La Solana que apenas se conocen a pesar de llevar años cruzándose por allí: Brigitte, una guía turística francesa que llegó al pueblo huyendo de un pasado doloroso; y Breogán, un artesano un poco ermitaño que imparte talleres para discapacitados psíquicos. Con este planteamiento arranca El límite inferior, la segunda novela de Nere Basabe (Bilbao, 1978), que se ha comparado (reiteradamente) con Chirbes y se puede encuadrar en la llamada literatura de la crisis.Si bien Basabe no escribe mal, no define personajes mal ni desarrolla la trama mal, El límite inferior me parece una novela fallida. No por sus carencias, sino más bien por sus excesos; pero vayamos por partes. La autora demuestra ser muy perfeccionista: el libro se divide en dos bloques, «Los vientos» y «Las mareas», que a su vez se componen de capítulos titulados con clases de vientos y mareas, metáforas del contenido de cada uno. La primera mitad está dedicada a presentar a los personajes y esbozar las relaciones (conocidas y secretas) entre ellos. Al definir a cada par (el matrimonio y los vecinos), Basabe traza una serie de paralelismos y contrastes entre ellos: Víctor y Valeria, dos v, Brigitte y Breogán, dos b —mismo fonema, diferente grafía—; los primeros de clase alta, los segundos de clase media-baja; unos casados (pero infelices) y los otros solteros (y también infelices); unos cometen la corrupción y los otros la padecen; Valeria, italiana, Brigitte, francesa, dos mujeres extranjeras en España. La desaparición de un niño después del temporal es el punto de inflexión que marca la transición a la segunda mitad, en la que los acontecimientos se precipitan, aunque sin pretender convertirse en una novela de intriga.Decía que Basabe me parece una escritora perfeccionista, y tanto la estructura como los personajes prueban un trabajo minucioso para que todo encaje, para que todo tenga un significado más allá de la historia pura. Esto suele considerarse un acierto; no obstante, cuando se busca tanta excelencia formal, tanta complejidad, se corre el riesgo de perder la empatía y caer en la frialdad, tal como ocurre aquí. Además, hay otros problemas: a pesar del esfuerzo por retratar a los personajes (todos torturados, amargados), el matrimonio se queda en el cliché del corrupto chulesco y la femme fatale pija. Breogán y sobre todo Brigitte están mejor perfilados, más que por la reconstrucción de su pasado —un tanto tópica: el personaje traumatizado que actúa así porque le ocurrió algo—, por su trabajo con los discapacitados y los jubilados, respectivamente, que da lugar a unos fragmentos espléndidos que muestran el tedio en el que están inmersas sus vidas y a la vez la pureza que encuentran al conocer a otras personas despreciadas por la sociedad. Basabe es una gran narradora del lado sombrío de la realidad y pone el dedo en la llaga; tal vez por eso convence más en esta faceta que en la de los problemas de la pareja.El relato de cómo estos dos pares de personajes se entremezclan prometía. Con todo, hace falta desarrollar más las conexiones entre ellos; hay mucho de cada uno por separado —de sus particulares tormentos, sus recuerdos, su soledad— y poco de cuando se juntan e intercambian roles. No se les saca todo el partido posible, y como consecuencia se pierde tensión narrativa: hay pasajes muy bien escritos, muy lúcidos, que sin embargo no animan a seguir leyendo porque les falta cohesión con el conjunto. La desaparición del niño, que tenía que ser el desencadenante de reacciones, tampoco termina de funcionar y parece un giro forzado para tratar de darle (sin éxito) la emoción que le faltaba. El estilo, además, peca de excesos: una prosa densa, intrincada y poética, de largas oraciones, que a veces deslumbra por lo ingenioso de algún juego de palabras, pero que en general resulta recargada, como si buscara siempre el prurito, lo que le resta fluidez y naturalidad. En los diálogos del matrimonio y los interrogatorios se abusa del vocabulario malsonante (la palabrota no es la única forma de reflejar el mal ambiente). Está narrada en tercera persona, con abundantes digresiones y recursos como el estilo indirecto libre y el monólogo interior (Breogán hablando solo con su perra, por ejemplo), en ocasiones de relleno.

Nere Basabe

En suma, creo que la autora ganaría mucho si aplicara el principio de «menos es más» y buscara más el pulso de la vida que la metáfora perfecta. El límite inferior, en cualquier caso, se une a las (muchas) novelas que los escritores jóvenes están escribiendo sobre la crisis, como La trabajadora (2014), de Elvira Navarro, o Inercia (2014), de Ariadna G. García, entre otras. Cabe precisar, en el caso de Basabe, que no se habla de crisis solo por la ambientación en estos años —de hecho, da a entender que se sitúa justo antes de que todo saltara por los aires («¿Sabe la última del gobierno? Estos socialistas nos van a llevar a la ruina…», pág. 21)—, sino por la sensación que impregna sus páginas, una sensación de que todo (lo material y lo personal) está a punto de derrumbarse, y que se identifica tanto en la crisis matrimonial y personal de los protagonistas como en la desolación de ese pueblo que en otras épocas fue la imagen del esplendor.