Scorsese está desatado y hace que DiCaprio lo esté de manera magistral.
Scorcese plantea desde el minuto cero de qué va la película en boca del personaje de Leonardo DiCaprio: dinero, sexo, drogas, más dinero, más sexo –a veces hasta demasiado- y muchísima más droga. Es como si se hubiera liberado de cualquier academicismo y se lance al más absoluto desenfreno aunque cuidando, con su reconocido estilo, la estructura narrativa, las tomas y la dirección de más de doscientos energúmenos en simultáneo, cada cual dedicado a interpretar sus propios excesos.
DiCaprio es otro que deja sus atormentados papeles de Shutter Island o Inception y sonrié mucho más que en Django Unchained. No hay una sola escena en la que no aparezca y es el principal responsable de que la atención no decaiga en las tres horas de metraje. Su actuación como Jordan Belfort –un agente de bolsa adicto a todo: trabajo, mujeres, lujo y sustancias varias- es creíble, divertida y magnética. A pesar de algunos momentos dramáticos, la cinta se desarrolla como una comedia, en la que DiCaprio nos regala los cinco minutos consecutivos más hilarantes del cine de los últimos tiempos.
De entre el séquito de inútiles, convertidos en millonarios por el talento de Belfort, destaca Jonah Hill como el lugarteniente de DiCaprio, aunque sus nominaciones a mejor actor de reparto me parecen desmesuradas. El secundario que sí resalta sobre el resto es Matthew McConaughey quien sólo en un par de minutos enseña los entresijos del negocio al novato Belfort con una actuación memorable.
Cálida fotografía, opulento diseño de producción y una banda sonora que pasa por Billy Joel, Lemonheads y hasta Umberto Tozzi. El guión de Terence Winter, basado en la autobiografía de Jordan Belfort, mantiene el ritmo frenético de la película y lo intercala con otras escenas en donde los diálogos, como el de Belfort con el agente del FBI en el yate, están bastante logrados. Es imposible no relacionar este filme con “Casino”: la voz en off del protagonista revisa su pasado y cuenta la historia de su ascenso en un negocio donde lo ilegal se mezcla indivisiblemente con lo legal. Me quedo con el Scorsese de 1995 aunque esté mucho más gracioso en el 2014.
Tráiler de la película, aquí
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